Miguel Enríquez – CAÍDO EN COMBATE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Desde que Miguel inicia sus estudios secundarios, se manifiestan o afianzan en él las características que le acompañarán durante su breve vida. Tenaz en el enfrentamiento a las injusticias, interesado en los problemas sociales, inteligente y estudioso, rápido en sus razonamientos y hablar, facilidad para expresar sus ideas; disposición a enfrentar dificultades y buscarle solución; abierto a diversas manifestaciones culturales, estudiante destacado, franco, directo, hábil, alegre, lector multifacético y constante; de gran simpatía, solidario y buen amigo, autodidacta, responsable; jugaba ajedrez, practicaba gimnasia, disfrutaba de la música clásica, gustaba del excursionismo… En fin, sus inquietudes sociales y políticas se manifiestan ya a los 11 años.

Su madre Raquel Espinosa Towsend (1915), egresada de la Escuela de Leyes de la Universidad de Concepción, mujer cariñosa y de gran sensibilidad humana. Del matrimonio Enríquez Espinosa y en el periodo de pleno auge del Frente Popular nacieron 4 hijos: Marco Antonio (noviembre 1939), Edgardo (diciembre 1941), Inés (1942), y Miguel. La familia vivió en un comienzo en la calle Caupolicán 112 de Concepción.

Su padre, Edgardo Enríquez Frödden (1912-1997), descendiente de familias de clase media acomodada con fuerte arraigo a la zona de Concepción, médico, director de hospital, profesor universitario, destacado miembro de la masonería, rector de la Universidad de Concepción (1969-1972), ministro de Educación en 1973, durante el gobierno del presidente Allende.

En marzo de 1961 Miguel es seleccionado e ingresa a estudiar Medicina en la Universidad de Concepción; allí estrecha sus lazos de amistad y coincidencias político-ideológicas temporales o permanentes con compañeros de la carrera y otras facultades: Bauchi, Tranqüilo Romero, Beatriz (Tati) Allende, J. Gutiérrez, Luciano, Edgardo Condeza, Juan Saavedra, Ariel Ulloa, y muchos otros. El año anterior había ingresado a la Federación Juvenil Socialista de la cual ya su hermano Edgardo era miembro.

En medio de una gran dispersión, surgen en Chile a comienzos de 1960 grupos y organizaciones que se definían como revolucionarias y cuyo denominador común era estar en contra de la lucha legal y parlamentaria impulsada por los partidos tradicionales Miguel Enríquez, avanzó ese paso. Dió inicialmente la lucha al interior del Partido Socialista desde el núcleo Espartaco, que pertenecía al regional Concepción de la juventud, y en la revista «Revolución» que editaban.

fotoNo perseguía el objetivo de ganarse a ese partido para la revolución, sino hacer evidente en la práctica a los sectores más consecuentes del PS la urgencia de plantearse la tarea de agrupar a los revolucionarios en una organización diferente y que realmente lo fuera.

Preparó su rompimiento definitivo con el PS, junto a militantes de Concepción, Santiago y otras provincias. Lo harían público en el curso del XX Congreso de la organización en febrero de 1964, que se realizó en Concepción.

Aunque la historia del MIR de Chile tiene una fecha de inicio cronológico, el 15 de agosto de 1965, en que se oficializa ante el movimiento popular y la opinión pública chilena el momento de su constitución, es importante subrayar que el origen de éste no obedece o es producto de un momento, situación específica determinada o actuar de hombres aislados. A la formación de ésta organización revolucionaria de nuevo tipo le antecede un proceso previo de desarrollo y decantamiento ideológico, práctica política y reagrupamientos que confluyen en un momento histórico concreto a la constitución del MIR

Eran tiempos de gran efervescencia juvenil en el mundo. El «campo socialista» no aceptaba las desidencias. En la segunda semana de agosto del 1968 junto al Bauchi redactan la declaración en que el MIR condena la invasión a Checoslovaquia por fuerzas del Pacto de Varsovia, reafirmando con ello una línea de independencia y al mismo tiempo rechazando un modelo de construcción socialista burocrático y deformante. Las reacciones desde la izquierda tradicional fueron virulentas.

Con la consigna “el MIR no se asila”, después, combatió la dictadura militar de Pinochet hasta el fin de su vida. En una situación obligada y triste y ante el peligro eminente que les circundaba y no exponerlas a riesgos innecesarios, el 14 de septiembre de 1974 Miguel y su compañera Carmen Castillo deciden asilar a Javiera y Camila hijas de él y ella respectivamente, en la embajada de Italia. Desde antes su hijo menor, Marco Antonio –nacido en junio de 1973– vivía con su madre, Manuela Gumucio, en el exilio.

El 5 de octubre 1974. Un «grupo de tarea» de la DINA, llega a un «sector posible y sospechoso» en San Miguel, calle Santa Fe esquina Chiloé. Sin saberlo inicialmente hacen contacto con el objetivo perseguido y buscado largo tiempo. La decisión de Miguel es combatir. Resiste solo los momentos más intensos del combate, al ser abandonado por otros que le acompañaban al creer que estaba herido de muerte. Enfrenta cerca de dos horas a centenas de efectivos de fuerzas militares combinadas que, al final logran darle muerte.

Diez balas acabaron con su vida, la cual había entregado completamente a los intereses del proletariado y las masas populares y, a la lucha por construir una sociedad más justa.

Su sueño, ideario y aspiraciones caminan por los senderos del porvenir histórico de su pueblo. Esa consecuencia y grito libertario irrumpirá con fuerza en eternos combates populares, vestido de obrero, de campesino, de mapuche, de poblador, de estudiante, de miliciano, de mujer, de hombre y de joven en una lucha irrenunciable por la dignidad, la libertad, la justicia, la democracia y un sistema social justo en nuestra patria.

Miguel Enriquez junto a Salvador Allende y el Ché, son nuestros íconos que cayeron con las armas en la manos defendiendo al pueblo y luchando por el socialismo; nos acompañarán siempre en el largo camino del combate por una sociedad justa, libre y solidaria.

Miguel fue enterrado el 7 de octubre de 1974, a las 07:30 de la mañana, en un nicho del Cementerio General de Santiago. Autorizaron a acompañarle a diez familiares vigilados por cientos de hombres armados que eran enemigos temerosos. Aunque el pueblo no pudo estar presente, una mujer representó el sentir de miles de ausentes, cuando su madre Raquel, en medio del silencio con voz fuerte y entera dijo:

… Tu no haz muerto hijo, Tu sigues vivo, y seguirás viviendo para esperanza y felicidad de todos los pobres del mundo.

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* Analista político y dirigente de la Comisión de DD.HH. del PPD.

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