¿Militares victoriosos?

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La condena a cadena perpetua de los ancianos generales argentinos Antonio Bussi y Luciano B. Menéndez debe despertar sentimientos encontrados en un ciudadano-soldado. Se siente lástima e inexorabilidad. Conociendo el arcaico método de formación del "soldado profesional", que más que un proceso pedagógico es un mecanismo de alienación, duele ver a hombres, que han sido adiestrados como perros de presa, penalizados severamente cuando sus amos disfrutan lo adquirido bajo su protección. Y no sólo se placen con ello, sino que lo utilizan para seguir perturbando la vida de los ciudadanos comunes, como lo han hecho los empresarios agroindustriales con sus paros recientes en Argentina.
 
Por ello, no sorprende que estos uniformados durante el juicio correspondiente no mostraran ninguna señal de arrepentimiento. Inclusive, que Menéndez afirmara que "Argentina ostenta el dudoso mérito de ser el primer país en el mundo en juzgar a sus soldados victoriosos".

No es comprensible que un ser racional pueda considerarse triunfador después de asesinar, torturar y desaparecer a cientos de hombres, mujeres y niños, prácticamente desarmados, para entregar el aparato productivo de su pueblo a poderes fácticos foráneos. Y mucho más.

 
Cómo se entiende que un líder militar que fue derrotado en el único compromiso estratégico real que tuvo su pueblo – la guerra del Atlántico Sur con Inglaterra – se sienta ganador.
Sólo un psicópata, como parecen ser aquí los militares miembros del "Frente Institucional", puede considerar que su conducta fue justa. Y que esa forma de organizar, educar y operar una fuerza defensiva, "profesionalizando" sus miembros como máquinas destructivas, puede considerarse como la mejor praxis para garantizar la protección que demandan y pagan sus compatriotas para optimizar su ascenso humano.

Pero simultáneamente, ese ciudadano-soldado se debe sentir inexorable frente a ese colega que, desviado de la racionalidad de la guerra, usa la fuerza que la sociedad le ha confiado para destruirla en su esencia. Una condición que descansa en el dominio del espacio en el cual vive, y del conjunto de medios que configuran su sistema económico, con los cuales su pueblo garantiza su existencia. Por eso, tiene que aceptar como justas las severas sanciones que se les impusieron a estos militares.

 
Ellas son simbólicas, como lo fueron las que les aplicó a sus pares nazis el tribunal de Nuremberg. Ellas les muestran a los "profesionales militares" presentes y futuros que el uso de la violencia para beneficio propio, y de un sector de una sociedad dada, tiene el mismo significado que la acción del hampón que lesiona o asesina a su semejante para despojarlo de sus bienes.
 
Por eso, hay que lamentar que aquí, aunque profesionales de las armas cometieron crímenes similares, ninguno ha recibido un castigo ejemplarizante. Sin embargo, hay que regocijarse, que recobrando el espíritu de los que en 1810 sentaron las bases para el sistema defensivo venezolano, la nueva política militar, expresada en la ley correspondiente, recobra el humanismo que inspiró a los fundadores de la nacionalidad. No es un anacronismo.

 

Alberto Müller Rojas

General venzolano (r), experto en geopolítica

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