Néstor Del Pino, pequeña república del Arte / Hubo en Chile alguna vez una Escuela de Educación Experimental Artística

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Iniciamos 2011 dando vuelta la página de comienzos de milenio, con bicentenarios confusos de Independencias —mal asimiladas sobre nuestras espaldas—. Pero ahora, el centenario natalino de personalidades del cual nos toca: la del gran poeta de líneas y colores, Roberto Matta (chileno desconocido por chilenos). Abre así, un nuevo ciclo. 

I Parte
Juntarse a la grata felicidad de reencontrar viejos colegas y amigos de nuestra pequeña República de las artes, también la menos conocida Escuela Experimental de Educación Artística. Estuvo situada en las faldas de la cordillera (La Reina). Me refiero al pedazo que nos tocó vivir entre 1969 hasta después del golpe de estado (1975-77). Una pausa, cuando se alejó del centro, y después volvió a su agonía mortal.

Entre chicos y grandes, entre muchachos y muchachas, entre barbas incipientes y mini-faldas, pelos largos y ojitos pintados hicimos la amalgama de una generación que construyó su historia, mezclada con la historia personal de cada uno. Alegres, entre locuras y sueños, euforias y, por veces, finales trágicos, como la de los amigos ausentes, muertos en los sótanos macabros de la dictadura más dura que tuvimos en nuestra historia.

Muy grato sentir las palmadas de los encuentros, los abrazos y apretones de manos. De besos y miradas… "¡Tanto tiempo, viejo !"… "¡Pero cómo estás cambiado!" o "¡No has cambiado nada !"… "¿Y tú?, sigues igual de bonita." Siempre tan galantes y ellas tan coquetas.

Palabras que también se reencuentran, nombres y sonrisas. En fin, la amabilidad hace la amistad. Y se abren los "flashes" de la película de los recuerdos…

¿Qué es del loco que subió a la torre de agua aquella noche de toma… de la niña que se escapaba para comprar absorbentes en el kiosco… quiénes, al final, borraron los nombres de los que pintaron los murales? ¿Dónde están los paneles de las 40 medidas que expusimos en el museo de Bellas Artes? ¿Qué?… Dicen que los quemaron los milicos. ¡Que imbecilidad!…

Oye, ¿qué es de Osvaldo Reyes (pero si ya murió) y de Fernando Marcos, que eran nuestros directores de la Escuela? El año pasado estuve con Fernando, él realizó algunos murales en la ciudad. ¿Y del simpático Enrique Ortiz? ¿Nadie siguió sus huellas?… Tan dado y tan solitario. Organizó varios grupos musicales, Nituayhin-Mapu, Dalcahue y tantos otros… Debe haber  muerto muy sentido, algunos discípulos no lo reconocieron en vida, lo olvidaron antes.

Te acrodai del Héctor Pino? ¡Putas que era simpático! Era muy prolijo, traía sus propios cuadernos de dibujos y anotaciones para mostrarnos. Me acuerdo de aquella mañana del 11 de septiembre de 1973, le vi en el patio a través de sus lentes correr una inmensa lágrima de sus ojos que nublaron todo Santiago ese día.

Tantos otros profesores, Gilda Hernández, Basurto, Pérez, los hermanos Cansino,… Oye, ¿se acuerdan del "Perro"? Jajajaja,… pero así le llamaban al marido de la profesora Rosita Abarca?… Bongiovanni dice que agarraba para el hueveo al del Pino, jajaja, …pero si le tenía estima. Era el profesor Héctor Cansino que preguntaba a los jóvenes revolucionarios en sus clases de historia a que respondieran lo qué significaba modo de producción capitalista, para sorprenderlos.

Oye, si yo no me acuerdo, poh, éramos cabras chicas, estábamos en la séptimo nomás.

Pero si estos huevones no nos dejaban participar en el FER, ni en el centro estudiantil… Así que me fui a la JOTA.

Oye, y el profesor de física, ¿cómo se llamaba?… Era más loco! Alguien, no sé quien, para mostrarse liberal, pidió permiso para fumar en su clase. Éste se viró dejando a su espalda el pizarrón lleno de ecuaciones, y después de una suspensa reflexión, dijo que sí. Pero con la condición de que todos los del curso fumaran y cerraran las ventanas… Alguien empezó a repartir cigarros para todo el mundo. A los minutos siguientes, cuando el humo tomó cuenta, alguien también comenzó a toser y todos le siguieron en un coro lastimoso. El resultado se lo imaginan… Nadie más pidió para fumar en su clase. Ja,ja,ja.

Leal andaba siempre pintoso, Grimwald y Didi, llegaban casi siempre volaos, con los ojos rojos, jajaja… Se acuerdan de los hermanos Pizarro?

Si poh, nosotras éramos chicas y los mirábamos pa arriba a estos locos!

¿Y de Véliz que pestañaba siempre? Una vez se atrevió a responder a Reyes en los comedores a la hora del almuerzo. Oye, pero si los martes se llenaba porque había empanadas. Y la abuela Filomena era tan atenciosa y buena que nos repetía el té a la hora de once. Desayuno, almuerzo, además hacíamos la once y los del internado se quedaban para cenar. Oye, si pasábamos todo el día en la escuela.

¡Putas, se acuerdan en la Reina que al principio no había rejas y era abierto al campo! Nos íbamos en las tardes a dibujar entre los yuyos, a la sombra de los árboles. A veces volvíamos con nuestros tableros de dibujo para encaramarnos en las ventanas de la sala de piano, de donde venían dulces melodías… Los de música practicaban sus lecciones de flauta, piano, guitarra y canto.

¡Qué lindo que era! Por veces en esa misma sala se encerraba la profesora de piano y se concentraba en las teclas desgarradoras entre partituras de Chopin.

Los hermanos Carrillo, el huaso Reyes, eran del internado… ¿Dónde quedaba? Pero si estaba en Dublé Almeyda, cerca del Parque Juan XXIII, en Ñuñoa. Creo que era en una esquina al lado de la casa del director Osvaldo Reyes. El profesor Pérez y su señora, que era la ecónoma de la escuela, se hacían a cargo del internado.

Eran poco visitados estos muchachos, muchos venían del interior, del sur y del norte, creo. Tenían muchas habilidades para el arte. Pero había muchachas también: Sí, eran divididos.

Recuerdo que habíamos terminado el enseño medio. Yo y Rodolfo Jiménez habíamos quedado, por nuestro puntaje, en arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso. Aún así, hacíamos fiestas los sábados. La prueba específica era un domingo de mañana temprano. Pero como yo era fiestero, quedó marcado en mi destino y no pude comparecer a dicha prueba.

Rodolfo quedó y yo más tarde salí para la Argentina. Nuestras familias, como todas las familias de Chile fueron de una cierta manera, afectadas entre sus parientes por los abusos más absurdos de la dictadura Pinochet.

Todos nos quedamos con esa grata y excepcional experiencia que era nuestra escuela sumergida en esa época que nos tocó vivir, nuestra pequeña república del Arte. Fuimos tocados por ella de varias formas, un tatuaje en nuestras pieles, una película aun no revelada en nuestros corazones. Mucho de esto contribuyó para nuestras convicciones de antes y posteriores. Fuimos marcados a fierro candente en nuestros espíritus.

Imágenes
Apertura, Mural del profesor Fernando Marcos;
Xilografía de Luis Ahumada;
Fotografía del profesor Ortiz;
Pintura del profesor Osvaldo Reyes.
Todos de la EEEA.

Aquí el texto anterior, de Cecilia Fellner —donde se encontrarán los respectivos enlaces a los demás.

Addenda
No es melancolía lo que debe producir la lectura de estos textos de ex alumnos de la Escuela de Educación Experimental Artística —de los cuales éste corresponde a la quinta memora— sino desazón. O desconcierto.

Desazón porque la enorme cantidad de muchachas y muchachos que han resuelto, otra vez, la toma de sus colegios en demanda de poder cumplir con su primera obligación como estudiantes, que es estudiar, se ve truncada por la desidia —o así les parece, y razones no les falta— de la autoridades del Estado.

O desconcierto, quizá, al pensar qué ha sucedido en en país para que el tiempo de la educación pública haya terminado —o esté por acabar entre subsidios, patrocinadores, sostenedores y otros elementos incrustados por la dictadura y alimentados y mimados por la democracia a costa del futuro —no de una o dos generaciones, sino del país.

Una pregunta, casi entre el sueño y la pesadilla, ¿qué pasaría de encontrarse la piel de estos recuerdos con la de los muchachos y muchachas que hoy reinventan —con justicia— la palabra rebeldía?

La historia, al fin y al cabo, no es sino los puentes que tienden y cruzan las generaciones.
Surysur.

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