Néstor Francia / Setiembre en Venezuela

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Cuando el referéndum por la Reforma presumimos públicamente que esa elección podríamos perderla. Cuando la enmienda, predijimos la victoria. Por supuesto, ahora podremos equivocarnos. En muchos militantes revolucionarios hay dudas sobre el posible resultado de las elecciones parlamentarias de este año. Nosotros hemos aventurado el pronóstico de que el PSUV obtendrá mayoría calificada en el parlamento.

La más reciente encuesta de Datanalisis nos reafirma esa presunción. Según la misma, a la cual solo hay que darle credibilidad parcial, la popularidad del Presidente cayó entre diciembre y febrero cuatro puntos y se ubicó en un rango entre 40% y 50%. Como sabemos, las encuestadoras no suben cerro, así que siempre el presidente está mejor de lo que luce en tales sondeos, pero además recordemos que fue en esos dos meses cuando se desató la paranoia del “apagón”, se cometió el error del razonamiento improvisado en Caracas y los medios tomaron como bandera esa medida impopular, y además generaron la matriz de que la crisis eléctrica era insuperable y marchábamos hacia el colapso.

Esa percepción ha cedido un poco y el gobierno ha recuperado credibilidad en ese tema, en parte por la excelente designación de Alí Rodríguez Araque como ministro de energía eléctrica, uno de los funcionarios más respetados y con mejor imagen pública del gobierno de Chávez. En todo caso, dadas las circunstancias, la popularidad del presidente sigue siendo alta, realmente superior, según lo que inferimos de la encuesta, al 50%.

Pero además hay unas apreciaciones del director de la encuestadora en cuestión, Luis Vicente León, que tienen mucho de acierto. El personaje ha dicho: “El análisis histórico indica que Chávez arranca las campañas fuera de su zona de confort en lo que a popularidad se refiere, pero en la recta final suele subir… el presidente, ante eventos electorales, suele crecer; no al punto anterior, pero crece”.

Lo que pasa es que Chávez es un líder infinitamente superior que cuando entra de lleno en campaña, recoge a todos sus chivos y los lleva de nuevo al corral. Su verbo claro, su capacidad didáctica, su energía inagotable, su dinamismo, su trabajo infatigable, su apego a la verdad, hacen que el pueblo pobre, en su mayoría, abandone las dudas que lo puedan abordar y vuelva a votar por la Revolución. Por otra parte está la maquinaria, tema en el cual el PSUV simplemente no tiene competencia, está sobrado.

Y en este tipo de elecciones, en las cuales la abstención suele ser alta, pues no está en juego la presidencia en un país presidencialista, el aparato es decisivo.

Después del mediodía del 26 de septiembre, según como anden las cosas, el PSUV se desplegará para buscar a sus votantes y arrimarlos a las mesas, y allí probablemente se decidirá todo. Claro, no estamos hablando de que la cosa sea pan comido, y Chávez solo no podrá garantizar la victoria. Se necesitará que el partido se comporte como en el referéndum de la Enmienda Constitucional, cuando se volcó a las calles, copó los barrios, se convirtió en el partido ideal para estas circunstancias: agitador, movilizado, callejero.

Si ese río se activa como debe ser, se asegurará una gran victoria. Es decir, hace falta mucho trabajo para que sea garantizado ese triunfo, todo dependerá de nosotros mismos.

Álvarez Paz

El caso Alvarez Paz ha tomado vuelo internacional. Ya hay varios pronunciamientos de la derecha en ese sentido, como los casos del embajador de Panamá en la OEA y de voceros del Departamento de Estado. El camarada Carlos Escarrá, por su parte, ha mostrado sus dudas sobre la eficacia política de la medida, porque “no se la cae a patadas a un perro muerto”. Aquí diferimos de él, porque no se trata de quién lo dijo sino de qué fue lo que dijo. Venezuela está sometida a una feroz campaña internacional que trata de vincularnos orgánicamente, no solo ideológicamente, al terrorismo y al narcotráfico, los fantasmones que enarbola la reacción para justificar la represión contra los movimientos populares.

Es inaceptable, entonces, que un nacional acuse directamente al presidente de apoyar al crimen organizado, como hizo Alvarez Paz. Es un asunto de seguridad nacional, de soberanía, de dignidad. Son temas que básicamente escapan a los cálculos acomodaticios y a las circunstancias electorales. La revolución, como dijo alguna vez Mao, no es una cena elegante. Va más allá de los hechos electorales y del mismo Gobierno. Es una cuestión nacional y de Estado, que tendrá altibajos, pero que debe mantenerse como una lucha de la verdad contra la mentira, de lo nuevo contra lo viejo, de la justicia contra la injusticia.

Y en ese sentido, debemos confiar en el pueblo, que tácticamente podrá equivocarse pero que estratégicamente no lo hará.Y al final se decantará por los verdaderos revolucionarios, y superara todas las manipulaciones y todos los engaños. En lo internacional debemos seguir el ejemplo de Cuba, que siempre ha mostrado una firmeza inamovible de principios y a la vez una hábil gestión diplomática. Nuestra opinión es que en ese aspecto lo estamos haciendo bastante bien, y afrontando con notable éxito los ataques de la jauría.

Periodista, Analista de asuntos políticos.

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