Néstor Francia / Venezuela, Bicentenario

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Realmente la celebración del inicio del año bicentenario ha sido un rotundo éxito del Gobierno Bolivariano. Arropando por completo las pocas y patéticas actividades que desarrollaron las autoridades escuálidas, la programación revolucionaria fue muy vistosa, demostrativa de organización y fuerza, y capaz de desmentir la falsa matriz de que Venezuela está aislada internacionalmente.

Todo estuvo a la altura: desde el sorpresivo espectáculo de fuegos artificiales que iluminó los cielos exactamente a la medianoche que dio la bienvenida al día del bicentenario del 19 de abril, pasando por el impresionante desfile cívico-militar y por la emocionante sesión especial de la Asamblea Nacional, hasta llegar a la importante instalación de la Cumbre del Alba. Pero lo más relevante de todo, tal como afirmó en su discurso Cristina Fernández, Presidenta de la República Argentina, fue la impronta ideológica que marcó la celebración.

Los pueblos no mueren, al contrario de los individuos (de los que solo quedan sus obras). El pueblo humano (la humanidad), por ejemplo, ha existido desde su principio y existirá hasta que pueda poblar el planeta, que ojalá sea para siempre. Nunca ha dejado de ser desde que es, siempre la humanidad. Los pueblos específicos también permanecen en el tiempo. Algunos han sido exterminados, pero casi siempre han mezclado su sangre con otros pueblos y perduran en fenómenos como el mestizaje.

En el caso concreto de Venezuela y de América, somos el mismo pueblo de 1810,  simplemente estamos luchando en otras condiciones. Pero somos la misma familia, ellos son nuestros tátara-tátara-tátara-abuelos, por así decirlo. Las derrotas de esa gente que nos precedió son nuestras, sus victorias nos pertenecen. Y esa sensación de continuidad, ese planteamiento político-ideológico, ha sido tal vez el más grande logro de esta celebración, al menos hasta ahora.

A través de los discursos, de piezas audiovisuales como el muy digno trabajo de la Villa del Cine que fue transmitido en cadena nacional el domingo 18, de piezas impresas como el excelente encartado de PDVSA El Alba del Bicentenario,  por medio de los vistosos grafitis que han inundado a Caracas, se ha dado un verdadero sacudón de la memoria colectiva, a la vez que se ha establecido un paralelismo político con las luchas independentistas de hoy.

Muchos venezolanos se acercaron en estos días que acaban de pasar, acaso por primera vez, a la verdadera esencia de los acontecimientos históricos de 1810, a su profundo contenido rebelde, soberano, antiimperialista. Y esto es muy importante, porque si basamos el respaldo popular a la Revolución fundamentalmente en los logros materiales, dentro de una situación mundial de crisis económica, tal respaldo será endeble. Pero si el armamento del pueblo es ideológico, este último será realmente invencible.

Ahora comienza un nuevo ciclo hacia el bicentenario del 5 de julio de 1811, otro hito en nuestra historia. Esta vez seguramente muchos venezolanos se ocuparán por anticipado de acercarse a los contenidos de ese otro momento, del 5 de julio. Si seguimos actuando con tino, de aquí a allá habremos alcanzado logros, en lo ideológico, tal vez más significativos que los logrados en los últimos diez años, que son ya muchos. Sobre todo en la solidificación de la conciencia antiimperialista, que sigue estando referida a la contradicción principal del mundo contemporáneo, que es la lucha de los pueblos contra el Imperio.

Que así sea.

Por otro lado, los escuálidos no pudieron empañar la celebración, a pesar de todo lo que trataron, desde la ridiculez de Julio Borges, pidiendo la independencia de Venezuela… ¡de Cuba! (como si Cuba fuese un imperio), hasta los pálidos actos que organizaron en los municipios que ellos dominan.

Uno de los argumentos principales que han manejado es históricamente falaz, aunque eso seguramente lo saben historiadores reaccionarios como Elías Pino Iturrieta, que propaga el desaguisado con conocimiento de causa, no creemos que pueda ser de otra manera, aunque nunca debemos dejar de sorprendernos de la estupidez humana. Se trata de la falacia de que el 19 de abril de 1810 fue una gesta exclusivamente civil.

No es difícil echar por tierra esta tergiversación. Bastaría quizá con señalar al precursor Francisco Miranda, sin cuyas luchas e ideas no hubiese sido posible el 19 de abril. Hombre muy culto, sin duda, todo el mundo sabe que Miranda tuvo una notable formación en lo militar, y de hecho participó en combates armados en las revoluciones francesa y norteamericana. El mismo Simón Bolívar, en 1810, era un joven coronel del ejército español.

Pero sobre todo es patente el hecho de que el 19 de abril marcó el inicio de una gesta americana que se prolongó durante casi dos décadas y que tuvo un notable componente militar, en lo que de hecho se conoce como Guerra de Independencia. Lo que ocurre es que la oligarquía siempre ha tratado de enfrentar al pueblo civil con el pueblo militar, el pueblo armado.

En realidad, desde la Guerra de Independencia, es con la Revolución Bolivariana cuando por primera vez esa dicotomía aparentemente fatal, se ha superado. Ahora los civiles y los militares revolucionarios comparten los mismos ideales. 

La historia, por supuesto, no es una sucesión de saltos, sino una línea continua que tiene, claro está, picos y eventos más notorios que otros. Pero todo lo que ocurre hoy es la continuación de los caminos que se recorrieron ayer. Es por eso que siempre es necesario ver hacia atrás, porque ahí están los hitos que impiden que perdamos el norte, la perspectiva. No otra cosa es la que ocurre con el 19 de abril de 1810 y otros momentos cumbres de nuestra historia.

Quizá una sola cosa empañó tan gloriosa celebración, y fue el doloroso caso del Inca Valero. El pueblo admira y ama demasiado a sus héroes deportivos, y el Inca ya lo era. De hecho, las ediciones de los diarios deportivos del día 19 se agotaron muy temprano, cuando ya se conocía la tragedia que envolvió al campeón merideño. Por supuesto, el Inca y su esposa fueron víctimas de la sociedad criminal que estamos combatiendo.

Néstor Francia es periodista, analista de asuntos políticos.

 

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