Onda porno: más allá del sexo para no pensar la vida

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No tienen el encanto cínico -y hasta un poco candoroso- de Candy o el humor dramático y áspero de Myra Breckendridge; tampoco son escritores de la talla de Terry Southern y Mason Hoffenberg o de Gore Vidal. Pero se abren paso con velocidad, desocupan las estanterías y, de algún modo, ponen en jaque al «stablishment» estadounidense.

No porque sea esta lluvia de sexo literario un modo de combatir las lacras del neoliberalismo ultraconservador, sino porque -al contrario- alimenta el conformismo y el aislamiento de las personas.

Hace 45 años las novelas de Southern y Hoffenberg y Gore Vidal pudieron entenderse como un signo deapertura de la mano de la «revolución de las flores». Las contemporáneas aventuras genitales de algunas pornoestrellas -seguidas de cerca por la conversión en arrugas de sus «líneas de expresión»- son otra cosa. Se instalan en la delgada franja que separa la pornografía del mero absurdo.

Si en alguna medida el punto de partida son libros impresos, este dudoso erotismo se propaga vía internet, impulsado -como corresponde en la actualidad- por el afán de hacer negocios.

La pornografía desplegada en la internet generó ganancias por unos US$ 230 millones en 2001, pero -según el análisis de Jupiter Media Metrix- alcanzarán cerca de 400 millones para 2006 sólo en EEUU. (www.tendenciasdigitales.com/td/mundo2.htm). Se estima que la «industria» pornográfica mueve algo más de US$ 9.000 millones al año.

Se leyó en el diario Clarín de Buenos Aires el 21 de setiembre de 2004- que «la nueva ola de audaces best-sellers hace temblar los pilares conservadores del mundo político dominante» (citado por www.periodistadigital.com/boletin/object.php?o=31260). Poco probable, pero lo cierto es que el número de sitios web dedicados a la pornografía creciño en los últimos años no menos de un 1.700 por ciento (www.conocimientosweb.net/dt/article1880.html).

El ombligo de los ángeles porno

fotoPocos recuerdan que pornografía etimológicamente significa algo así como «escritos sobre putas» (donde porne, en griego, es prostituta y grafos escritura). En un portal religioso (www.vidahumana.org/vidafam/porno/intro.html) puede leerse: «La pornografía y la violencia sádica degradan la sexualidad, corroen las relaciones humanas, explotan a las personas, especialmente a las mujeres y a los jóvenes, socavan el matrimonio y la vida familiar, fomentan la conducta anti-social y debilitan la fibra social de la sociedad misma». La mayor parte de los habitués al material porno en la internet son jóvenes menores de 30 años.

En agosto de 2003 una de cada cuatro personas con acceso a la red -siempre en Estados Unidos, aunque el porcentaje no variará mucho en otros países- hicieron el clic de rigor en algún sitio dedicado al porno.

Una de los libros de mayor venta -con probable traslación a la TV- es Vivid Girls una especie de obra colectiva en la que algunas supuestas actrices y starlets entregan, sin esconder nada, como corresponde, una serie de consejos prácticos para tener una «vida sexual triple X».

Nuevas aventuras de estas vívidas muchachas serán publicadas a partir del otoño boreal de 2005: cuatro novelas de 200 páginas cada una. Estamos lejos de Playboy, fundada en 1955, y de Penthouse que sale a la calle desde 1964. Larry Flint es un niño de pecho.

Y mientras el «perseguido» Salman Rushdie y el prestigioso John Malkovich analizan lo pornográfico para un libro de fotografías de actrices porno, copa las ventas Jenna Jammeson (www.clubjenna.com, www.jenna.com, y otros sitios dedicados a su culto), que tras contar la violación inaugural de rigor responde una peliaguda pregunta ¿Cómo hacer el amor como una estrella porno?

Lo hace en casi 600 páginas. La edición de tapa dura está adecuadamente ilustrada. El libro es un «best seller». Jameson no es poca cosa. La sacrosanta CNN dejó por unos minutos su rol de luchadora contra el terrorismo y puso entrevistador y cámaras para un reportaje «prime time» -realizado por Anderson Cooper- a fines de agosto, disponible para ser apreciado por internet. La pornostar sostuvo en él: «I chose the right profession» (elegí la profesión adecuada).

El porno que se estimula

Señala el diario Clarín en el artículo citado: «Una editorial neoyorquina dio comienzo a esta mini-revolución sexual con la edición en 2002 de La vida sexual de Catherine M, traducción de un libro francés en el cual la crítica de arte Catherine Millet, que detalla sus acoplamientos en cadena, en privado o en clubes de intercambio de parejas parisinos». La novela se publicó en 2001 en París; en 2006 Flammarion publicará su segundo libro, también «autobiográfico»; esta vez la dama escribe sobre los celos.

fotoDe Francia la había precedido por dos décadas la saga de Emmanuelle, la Historia de O y si retrocedemos más, alguns películas interpretadas por Marina Vlady, Brigitte Bardot o Jane Fonda. Para no abundar.
Lo cierto es que la circulacion de materiales pornográficos es muy antigua. El disfrute de obras de este jaez es viejo como la cultura humana. Si ahora luce desembozado se debe a que resulta un mejor negocio que antaño. Después de la guerra, el petróleo, la industria química y el entretenimiento (música, cine, TV), los mayores rendimientos corren por cuenta del tráfico de armas, de drogas, de pronografía y de seres humanos.

Aníbal Ford escribió en el diario argentino Página 12 un artículo algo más que interesante: El lado nocturno: fotos, guerra y pornografía (www.pagina12web.com.ar/diario/contratapa/13-40039.html). Dice Ford, refiriéndose a la invasión de Iraq, «si algo es especialmente duro en esta guerra es la fusión, la sinergia, el hermanaje que se dio entre las torturas y la industria de la pornografía. Que en todas las guerras hubo violencias, violaciones, torturas no es algo que se desconozca. Ya en la Dialéctica del Iluminismo Adorno y Horkheimer habían realizado un duro diagnóstico de las degradaciones humanas que se producen en las guerras. Incluso las relaciones entre guerra y pornografía no son nuevas(…) aquello que testimonió Pasolini al indagar el fascismo en su película maldita: Saló.

foto«Pero en este caso estamos ante un cambio brutal y además industrializado. Porque no solo se trata de la presencia de las retóricas de la pornografía en las fotos de los soldados, como lo señaló Susan Sontag, o de su transformación en souvenirs, sino de la utilización de la situación de dominio para producir para la industria pornográfica o de la imitación gratuita y disfrazada de la guerra en las cuevas de los porno-snuff o del cine gore«.

Y más adelante: «aunque uno esté acostumbrado a las diversas formas de cinismo de la cultura contemporánea no deja de asombrar (…) que, mientras pasa todo esto, la secretaria de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Condoleezza Rice, una de las responsables de las torturas, escandalice haciendo topless -con un busto digitalmente prestado- en la película Stepford Wives o que, cerca de Boise, capital de Idaho, se esté reproduciendo Abu Ghraib como parque temático, pero con entradas -como víctimas o victimarios- que rondan los 1.500 dólares.

«Hay en el mundo más de 500 millones de personas conectadas a la red y dos millones de «weblogs», de los cuales 1.200 000 están en inglés. La masa de información se multiplica casi tres veces cada dos años. Entonces uno no deja de preguntarse, sin ser demasiado orwelliano, qué significa todo esto».

Al revés del erotismo, que se perfecciona en compañía, en términos generales la pornografía -en especial consumida por internet- conforma un disfrute solitario. Nada más funcional al sistema que la masturbación de los consumidores: no protestarán ante el banqete de «los líderes», buscarán otro portal donde sentirse libres … y complacerse.

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