Opinión y «matriz de opinión»

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José Steinsleger*
Militares, políticos y sacerdotes se identifican con la vocación de servir. Una definición que, hoy por hoy, causaría no pocas dudas. Médicos, abogados, maestros y periodistas también responden a vocación similar. Aunque éstas son profesiones que a más de servir, se ven obligadas a interpretar.

El médico interpreta la enfermedad, el abogado a la ley, el maestro a la didáctica, el periodista a la información. Pero en épocas de adversidad generalizada, todo se trastoca: el militar atropella, el político engaña, el sacerdote manipula, el médico lucra, el abogado arregla, el maestro confunde, el periodista tergiversa.

Ocupémonos del lenguaje oblicuo y sesgado del periodista con ideas cargadas de intención ideológica. Naturalmente, lo grave no sería la ideología equis o zeta, pues todos conllevamos la propia, sino cuestionar sin demostrar nada, esquivar el fondo de los problemas, hacer afirmaciones contundentes y poner moños a comentarios maquillados de "sabiduría".

Por definición, la tarea del periodista consiste en ordenar, a modo de orientación, las complejas facetas del transcurrir cotidiano. Sin embargo, nuestra realidad se halla sometida al bombardeo sostenido de las noticias que configuran la "opinión pública". Seamos indulgentes, por tanto, con los ciudadanos de a pie que afirman lo que "todos piensan" y "todos hablan". No son culpables.

En el periodismo hay varios géneros (crónica, entrevista, noticia), pero creo que el de "opinión" presenta mayores dificultades. Un opinante no necesariamente miente (cosa fácil de desenmascarar), pero sí puede ocultar y diluir su "opinión" con lenguajes que la teoría de la comunicación llama "matriz de opinión" (intención). La opinión seria exige fundamentos. La "matriz de opinión" no los necesita.

Ejemplo. Cuando un redactor escribe “el presidente Barack Obama manifestó tal cosa, y el presidente ‘socialista’ Hugo Chávez tal otra…” Matriz de opinión: Chávez, "socialista". ¿Por qué Obama no es calificado de presidente "capitalista"? Ejemplo dos: un opinante nos habla de la situación política en Colombia, y de súbito desliza que los vínculos del narcotráfico con las FARC son de "dominio público".

El lector atento, pero desinformado, da un paso al costado: ¿qué mierda es el "dominio público"? Da igual: al opinante no le interesan las pruebas, sino que la "matriz de opinión" quede instalada. Ejemplo tres: otro opinante (rutinariamente angustiado) denuncia la tragedia de Sakineh Mohammadi Ashtiani, sentenciada por un tribunal iraní a morir lapidada a causa de una "relación ilícita" con el presunto asesino de su marido.

Frente a los desgarradores pormenores del caso, el lector es presa de la indignación y la impotencia. Porque, piadosamente, el opinante nos invita a "imaginar" la escena, “…a compartir los gritos, el dolor, la sangre que corre, el rostro destrozado, la boca macerada, las órbitas vacías, las súplicas, la muerte lenta…”

El opinante se limpia los mocos y, sibilinamente, sugiere que "los amigos del régimen iraní" (o sea Hugo Chávez, Lula da Silva, Recep Tayyip Erdogan) "hagan algo" por Sakineh. Y la "matriz de opinión" (que casualmente coincide con las usinas de la CIA y las embajadas de Israel) queda instalada en momentos que 70 millones de iraníes están a punto de ser cocinados en un holocausto más devastador que el de Auschwitz.

Añade: "Bien harían (los nombrados) en hablar con las autoridades de ese país; de no ser factible, cualquier manifiesto de los amigos del líder iraní contra el apedreamiento sería esencial". Clarito. Si Chávez, Lula y el turco Erdogan son "amigos" de un régimen que lapida a las mujeres, pueden "hacer algo".

Concluye: "Ser la apedreada rebasa los límites del lenguaje y del mal". ¿Y el régimen que incineró con fósforo blanco a los niños y las mujeres de Gaza usó métodos más o menos bárbaros que la lapidación?

Sin dudas, el caso de Sakineh es más doloroso que el de Sabbar Kashur, palestino de 30 años que en septiembre de 2008 se acostó con una mujer judía. Mas por ahí van. Ella consintió el encuentro y… ¡Cristo Jesús!… ¡no sabía que el joven era árabe! ¡La engañó! Ella lo denunció, y la corte del distrito de Tzvi Segal condenó al joven a 18 meses de prisión por "violación y secuestro".

La "matriz de opinión" asegura que Israel es "el país más democrático y avanzado de Medio Oriente". Y por esto las mujeres judías pueden correr la suerte de Anat Joffman, perteneciente al grupo Mujeres del Muro. Anat fue violentamente arrestada en Jerusalén por la policía el pasado 12 de julio. Su crimen: tratar de rezar con un rollo de Torá, frente al Muro de los Lamentos, un lugar exclusivo para hombres.

Como personaje ilustrado que es, nuestro rutinariamente angustiado opinante asegura "aborrecer más el silencio que la ignorancia". Y recurre a una cita de Dostoievski: "todos somos culpables de todo, y de todo ante todos y yo más que todos".

El lector asiente con dolor, y el opinante recibe palmaditas espistolares por su "sensibilidad y humanismo". ¿Usted se las negaría?

*Periodista argentino-mexicano, columnkista de La Jornada

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