Óptica: Chile podría ser víctima de su propio juego diplomático

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Juan Paredes Castro*

Es comprensible que la diplomacia chilena no viva su mejor tiempo político, desde que tiene que manejar el diferendo con el Perú de cara a tres frentes de compleja presión. Pero está obligada a hacerlo antes de preferir apostar por el aislamiento y la confrontación innecesarios.

Uno es el frente jurídico, donde la solidez de la demanda peruana ante La Haya coloca a la cancillería chilena en un abanico de dilemas: si declara la incompetencia de la corte para ocuparse del contencioso o si mejor opta por el refugio de la inadmisibilidad o si renuncia a estas opciones y pasa a contestar la demanda propiamente dicha o si finalmente se repliega en rebeldía a un statu quo regresivo, como el que mantenía cómodamente hasta hoy sobre una zona marítima no delimitada.

Chile tiene que pensar que no están en juego únicamente sus argumentos y la jurisprudencia que supuestamente los acompaña. Tiene que valorar desde ahora mismo lo que La Haya vaya a determinar a lo largo del proceso, incluyendo su fallo final.

Pretender, por ejemplo, empujar a Ecuador y Bolivia al terreno de los intervinientes en el diferendo con el Perú, debe recordarle a Chile cuán perjudicados podrían resultar sus presumibles aliados una vez que la Corte Internacional de Justicia resuelva y las partes de acá o de allá acaben afectadas.

Otro es el frente político interno, donde la diplomacia chilena está dando bandazos peligrosos para su propia toma de posición. De un lado debe contentar al sector conservador más radical que le exige patear el tablero del diferendo, como si este recurso fuese tan sencillo. De otro debe conciliar con un sector militar que es una combinación del conservadurismo pinochetista con la línea realista y pragmática en materia de política exterior que le aconsejan las circunstancias.

Sin embargo, siendo el frente bilateral con el Perú el más importante y el más delicado, Chile no parece desear hacer nada para evitar fricciones verbales inútiles en una relación de vecindad que, por el contrario, debía administrarse muy bien en la primera cuerda (la jurídico-diplomática), también en la segunda (del comercio y las inversiones) y por qué no en la tercera (de ablandamiento de los recelos y las pasiones radicales, como alguna vez lo hicieron Alemania y Francia).

Chile tiene que ser consciente de que no va a poder sortear la demanda peruana. Más temprano que tarde terminará respondiendo a ella en La Haya. Por consiguiente pierde demasiado tiempo tratando de desgastar una relación bilateral que no debe significar para el Perú caer en el mismo juego ni abandonar la vía jurídica internacional que ha elegido.

* Periodista.
Artículo original en
www.elcomercio.com.pe

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