Óptica. – CHILE, UNA ELECCIÓN DE MORONDANGA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace algún tiempo, y a propósito de la corrupción galopante que desmorona a las organizaciones políticas y a los gobiernos de la Concertación, decíamos en otro artículo a propósito del partido socialista chileno:

«No hay divisiones, salvo las peleas a dentelladas por las alcaldías, los cupos parlamentarios, los puestos en la administración pública, por los ministerios y las subsecretarías, escena repetida cada vez que se acerca una elección o un cambio de gobierno. Son los nuevos socialistas, los renovados, que mantienen la unidad monolítica del conglomerado porque dividirlo sería matar la gallina de los huevos de oro».

La razón principal de ese artículo era remarcar la envergadura del cambio ideológico habido en la dirigencia socialista que claudicara de manera inimaginable hace un par de décadas ante el capital financiero interno y global, y ante los cartabones impuestos por la derecha a la constitución como herencia de la dictadura militar. Hacíamos entonces un parangón entre la dinámica revolucionaria del socialismo de antes y los valores que son hoy la base ideológica de este partido derechizado de manera vergonzosa.

«Contra el presente vergonzante»

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El otrora verdadero espíritu revolucionario del socialismo chileno, subastado más tarde al mejor postor por esos dirigentes de morondanga que se postularon para alcanzar la gerencia del partido, fue el gran ausente en el evento eleccionario del domingo pasado.

Ninguna de las listas que aspiraban a manejar la torta, ni ninguno de sus dirigentes, aludían en sus programas a la cuestión de fondo del socialismo chileno y su inserción en el formidable cambio que está sacudiendo al continente, salvo la lista que encabezaban Carlos Moya y Carmen Lazo, llamada Mesa de izquierda: Socialistas como Allende. Es más: varios de los otros aspirantes al directorio gerencial habían hecho públicos, con todo desparpajo, sus ataques a la revolución socialista nueva que avanza por América Latina, sin importar que ella represente el renacimiento de las ideas enarboladas hace dos décadas por los partidos populares en Chile y en el mundo.

La lista de la «Negra» Lazo, a quien tuve el grandísimo honor de conocer en Chile y luego en el exilio de Venezuela, incluía en su plataforma programática el siguiente párrafo:

«Aspiramos a dotar al Partido de un Programa Democrático de Izquierda, como sustento de nuevas mayorías sociales y electorales, cuya condición popular y de izquierda, orienten y conduzcan las transformaciones sociales, económicas, culturales e institucionales que cierren, definitivamente, este periodo vergonzoso de continuismo y latencia de la herencia económica y constitucional impuesta al país por las armas; debemos dar por superada esta Concertación y por terminada nuestra alianza con la Democracia Cristiana. Se requiere unir a las más amplias fuerzas políticas y sociales para reimpulsar la construcción histórica de una República decente. Para ello necesitamos nueva constitución, generada de manera participativa desde una ASAMBLEA CONSTITUYENTE. En ese sentido, el PSCh debe privilegiar, de ahora en adelante, sus alianzas con la izquierda y los movimientos sociales, lo que ayudará a trasparentar la política chilena y construir espacios que convoquen a los millones de jóvenes y excluidos que sienten el Chile de la concertación como un Chile extraño y que no les pertenece».

La lista en cuestión resultó ampliamente derrotada, al menos entre los 35 mil votantes que son, sin duda, los que están participando activamente en las filas del PS. Han triunfado, tras la figura de Camilo Escalona, los mismos que han hecho transitar al partido de Allende por décadas de claudicación, han triunfado, en resumen y sin apelación, los tránsfugas del socialismo. ¿A qué se debe este nuevo traspié de quienes todavía sueñan con rescatar los valores de un conglomerado que representara una vez a la mayoría del pueblo chileno junto al partido comunista y las otras fuerzas de la Unidad Popular?

«Prometamos jamás desertar»

La primera explicación es técnica, porcentual, y se zanja con una sola pregunta: ¿cuántos integrantes del PS de la época revolucionaria continúan militando en el partido? En otras palabras, ¿dónde están hoy los militantes que lucharon sin descaso, como dice el himno, muchos de los cuales pagaron con cárcel, con torturas y con exilio su consecuencia revolucionaria? Cuestión de números, claro. Si en el partido socialista estuvieran los que siempre estuvieron, jamás la manga de oportunistas profitadores del neoliberalismo, habría alcanzado ni siquiera el grado de militante, ni menos la dirección que hoy manejan los Escalona y sus acólitos.

La segunda explicación es más compleja y se basa en la dialéctica histórica que nos hace suponer que estamos aún viviendo la época de la antítesis cuyas consecuencias, sin duda, arrastraron en su vorágine a aquellos cuyos principios ideológicos se afincaban en el barro.

El marxismo, que define a la realidad objetiva como la caldera que forja el temple de los revolucionarios, no niega por razones científicas que cuando esta realidad se mistifica enajenándola de sus verdaderas contradicciones, puede surtir el efecto contrario, es decir provocar que el partido de la revolución, o los partidos de la coalición popular, o una parte de ellos, en vez de foguearse en la adversidad, deriven a posiciones oportunistas permitiendo el florecimiento de dirigentes espurios y fácilmente corruptibles, que también de manera fácil se encaraman en la dirección arrastrando a sectores importantes de la base a creer en sus intereses bastardos, claudicantes y acomodaticios.

La realidad chilena post dictadura, se inició coincidiendo el mismo año 1989 con el derrumbe del sistema socialista de naciones. Ello permitió el debilitamiento de los partidos populares y el paso de la conducción del proceso democratizador a manos de una parte de la burguesía representada por una Democracia Cristiana que conservó en su cúpula directiva a dirigentes que en 1973 fueron cómplices deleznables del asalto al poder por parte del fascismo militarista. Es más: incluso un sector importante de la plutocracia que se nutrió de las prebendas dictatoriales, apoyó de manera solapada –y en otros casos no tan solapada, como ocurrió con el multimillonario Sebastián Piñera, que se jactó de haber votado por el No en el plebiscito– apoyó, decimos, la solución concertacionista como la mejor vía para garantizar sus intereses económicos barnizados ahora de un democratismo presentable ante el capital internacional que se «globalizaba» a ritmo acelerado.

En esta realidad nacional e internacional favorable al neoliberalismo, que prometía llenar la faltriquera capitalista expoliando a los pueblos que quedaron indefensos ideológica y políticamente hablando, se inserta el renovado Partido Socialista, con su apéndice el PPD, al que llegan como dijéramos una vez, desde tránsfugas comunistas de antiguo puño en alto, a capitalistas enriquecidos a la sombra del exilio, fácilmente permeables a la traición que los ha llevado incluso a cerrar filas con la derecha pinochetista.

La historia va a recoger en el futuro la genial maniobra de la derecha económica mundial cuya táctica cambia una vez desaparecido el fantasma del comunismo. Vivimos un periodo muy sui generis donde la derecha económica no sólo puede prescindir de la derecha política, sino que en muchos casos esta propia derecha económica incentiva en ciertas naciones la presencia de gobiernos de apariencia progresista, o al menos centristas, que le son muy útiles como adormecedores de la lucha social, y a los que se les impone sólo la condición que los intereses fundamentales, nacionales e internacionales del neoliberalismo, no sea tocados.
Chile es, fuera de toda discusión, el laboratorio más exitoso de esta táctica del capitalismo y en donde se manifestó como en ninguna otro lugar del continente, el derrumbe moral e ideológico de muchos ex revolucionarios.

«Contra el pulpo del imperialismo»

Es por eso que resulta de verdad risible, por no decir vomitivo, que el señor Camilo Escalona en la campaña por su reelección al directorio gerencial socialista enarbole el hacha simbólica no para desbrozar los tentáculos del «pulpo imperialista», como reza la estrofa que los derechistas ensoberbecidos dentro del partido quieren eliminar, sino para descabezar la principal crítica que se extiende cada vez con mayor fuerza en la militancia: «Nos hemos convertido simplemente en administradores del neoliberalismo».
Si usted quiere profundizar en el tema, visite el sitio del partido socialista: www.pschile.cl/noticias_elecciones.php donde encontrará una excelente respuesta del concejal socialista por Cerro Navia, Roberto Ávila, a los febles argumentos del timonel actual del PS.

A propósito del peso que tienen las declaraciones y entrevistas que Camilo Escalona acostumbra a dar para defender a Bachelet, al margen de la persistente liviandad de sus razonamientos, que devienen en argumentos simplones y hasta candorosos, uno de ellos retrata de cuerpo entero el pensamiento del otrora aguerrido dirigente estudiantil que se batía en las calles en defensa del proyecto revolucionario, plenamente bolivariano, de Salvador Allende entre 1971 y 1973. Dice elírenovado bacheletista Escalona:

«Yo escuchaba ayer una radio en la que se transmitía una entrevista a la hermana del nuevo Presidente de Paraguay (Fernando Lugo), le preguntaron si su hermano se sentía más cerca del Presidente Chávez o de la Presidenta Bachelet. Ella respondió que su hermano se siente y admira mucho más a la Presidenta Bachelet. Es decir, nosotros vivimos una experiencia que tal vez no valoramos en toda su dimensión y significación, para nosotros los chilenos, para la comunidad latinoamericana y, más allá de ello, en la experiencia internacional».

En primer lugar, contraponer como alternativa a la revolución bolivariana a los verdaderos socialistas, los de Allende, es decir los que lucharon y murieron por abrir «las grandes alamedas» no sólo en Chile sino en todo el continente, es una de las peores ofensas que el señor gerente del PS puede hacerle a su militancia. El Partido Socialista, desde su nacimiento hasta que cayera en manos de estos oportunistas, se planteó como objetivo estratégico establecer en Chile un régimen socialista en donde el pueblo llegara efectivamente a ejercer el poder democrático, progresista, anticapitalista y antiimperialista. Eso lo sabe el honorable senador porque él mismo formó parte, 40 años atrás, del sueño de los sueños que llevara a la presidencia a Salvador Allende con un programa socialista tanto o más profundo que el que se extiende hoy por América Latina.

Veinte años después, en la década de los noventas, este mismo senador y la cohorte que lo acompaña, decidieron dar por muerto y sepultado este sueño y optaron por la claudicación disfrazada de renovación, es decir asumieron su condición actual de lacayos del neoliberalismo y que muy bien estigmatiza el artículo de Roberto Ávila ya citado.

El socialismo surge ya

Pero he aquí que para desgracia de estos vanguardistas aggiornados, el muerto no sólo gozaba de buena salud, sino que se comenzó a levantar vigoroso empezando con la experiencia bolivariana del pueblo venezolano, a la que se han ido sumando nuevas naciones, entre ellas justamente Paraguay cuyo flamante presidente ya ha declarado su inserción junto a Venezuela y el resto de los países, en la marcha hacia la liberación continental.

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Resolvamos entonces. El señor Escalona acepta la estrategia del Departamento de Estado de Estados Unidos de contraponer a la señora Bachelet y su «socialismo light», como se le califica en la opinión pública internacional, al proceso revolucionario del presidente Chávez que levanta hoy las banderas del socialismo verdadero, las de Allende, las de Cuba, las de los socialistas chilenos y latinoamericanos. Por extrapolación, para don Camilo su presidenta no es la antítesis de Bush, del neocapitalismo, de la oligarquía y la reacción imperialista local e internacional, como lo fue el pensamiento del militante socialista Salvador Allende, sino la antítesis del socialismo bolivariano. En estricto rigor, el señor Escalona tiene razón, aunque lo use para engatusar incautos con el socialismo de su presidenta. Ella es, en efecto, el otro polo, el de la componenda con la oligarquía y el neoliberalismo, un camino por el cual podrían optar los gobiernos, evitando que esta América que estuviera doblegada casi 20 años, vuelva a ser la América insurrecta liderada otrora por partidos de vanguardia como lo fue el Partido Socialista chileno.

Pero a la señora Bachelet no le alcanza ni siquiera para adalid de la reacción opuesta al proyecto bolivariano. Su gobierno mediocre, híbrido, que pasará a la historia como uno de los más fraudulentos de la Concertación en cuanto a la frustración de las esperanzas populares puesta en su elección, sólo alcanza para una anécdota en el movimiento socialista latinoamericano Quienes vivimos intensamente este nuevo amanecer continental, estamos obligados a depender de la información del cable, que permite conocer la verdadera realidad que sacude el continente a través de las estaciones televisivas del mundo. Hay que hacerlo así porque en el Chile de la estadista Bachelet, la que es «inspiración mundial» según el reelecto presidente del PS, la avalancha noticiosa de la delincuencia, de la farándula y del consumismo promovido por los socios neoliberales del señor Escalona, mantienen al pueblo chileno ahogado y anestesiado en la burbuja del supuesto paraíso que nos trajo la Concertación.

Si el honorable senador Escalona se diera el trabajo de recorrer la información internacional, se vería en duros aprietos para escuchar alguna vez el nombre de Chile y de su inspirada presidenta en medio de la convulsión revolucionaria en donde los nombres de Venezuela, Argentina, Nicaragua, Ecuador, Cuba, Bolivia y ahora Paraguay, con sus respectivos líderes, acaparan, ahora sí, la inspiración y la admiración latinoamericana y mundial. El apelativo más generoso dirigido a Bachelet cuando se la llega a nombrar muy de tarde en tarde en los medios informativos internacionales, es hablar del socialismo light de la presidenta chilena, el socialismo «diet» que comparan por su mediocridad con el de Tabaré Vázquez en Uruguay.

Reafirmemos la fe socialista

El triunfo de Escalona es legítimo en cuanto a que representa a la mayoría de los socialistas que votan. Son los que sostienen el gran fraude ilusionados en que el chorreo permitido por los dueños del gran capital y que baña generoso a la dirigencia, pueda alguna vez alcanzarles también porque el aparato estatal es amplio y permisivo. En cambio en sus casas, muchos de ellos convertidos en victimas de un sistema perverso que enmascara el dolor y la miseria y que adormece a las bases con el espejismo de un gobierno supuestamente democrático, estarán miles de militantes que son la verdadera mayoría y que no votan, pero que esperan con fe revolucionaria el momento en que irremediablemente el pueblo chileno retome la senda que abandonaran los tránsfugas del pensamiento socialista y que hoy festejan el triunfo espurio de una traición de la cual algún día tendrán cuenta ante la historia.

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* Escritor.
cristianjoelsanchez@gmail.com

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