Otra mirada. – EL JUDÍO, EL MUSULMÁN Y EL IMPERIALISTA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace un poco mas de sesenta años el líder del movimiento nacionalista árabe palestino Haj Amin al-Husseini, que vivió la mayor parte de la segunda guerra mundial en Berlín, acostumbraba a iniciar sus discursos con citas anti-judías sacadas del Quran. En Mayo de 1944, hablando desde la radio Berlín, llamo a los árabes a “matar a los judíos donde quiera que se encuentren. Esto agradara a Dios, la historia y la religión” ( R. Wistrich, The old new anti-semitism).

Frente a los acontecimientos de los últimos años uno podría preguntarse si estos sentimientos han cambiado. Si leemos las declaraciones de las brigadas Fata Al-Aqsa, Hamas, la Jihad islámica o Jezzbolá fundamentalmente todos coinciden con las de Haj Amin en su deseo de erradicar al Estado de Israel y reemplazarlo por una Palestina libre.

La mera idea de la existencia del Estado judío es teológica y ontológicamente intolerable y una afrenta al derecho divino de los musulmanes a disfrutar dominio político exclusivo en Dar al-Islam (la casa del Islam). A pesar de las diferencias que puedan tener, y diferencias las hay, millones de musulmanes Suni  y Chiítas, Wahhabi, Sauditas, Ayatollalis, Raman, Al Qaeda, Jezbolá, Hamas, la Hermandad  Musulmana, Jihad Islámica y árabes seculares nacionalistas comparten esta visión. Son las posiciones ideológicas mas extremas del islamismo las que insisten en la guerra permanente en contra de los infieles hasta el día del Juicio.

No es posible un compromiso estratégico con los americanos o los israelíes, ni mucho menos  con los musulmanes heréticos. La normalización con el Estado de Israel no es posible ya que su mera existencia es síntoma de la enfermedad, decadencia y corrupción del Islam en la forma en que hoy se practica. El presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinenejad hablándole a un grupo de estudiantes en Teherán (Octubre 27, 2005) describe a Israel como “una desgracia que debe ser barrida de la faz de la tierra y una nueva ola de ataques palestinos seria suficiente para terminarlo”.

Las imágenes de los judíos y de Israel que llenan libros, revistas, periódicos, sermones, video casetes, la internet, la televisión y la radio en el cercano oriente árabe combinan los libelos difamatorios de la Europa cristiana medieval con las teorías conspiratorias nazis acerca de la ambición judía de dominación mundial y citas islámicas que llaman a los judíos “hijos de monos y burros”.

Estos motivos coránicos empiezan a adquirir mayor importancia a partir de la revolución iraní de 1979 junto con el creciente sentimiento anti-estadounidense. Hoy día  la demonologia islámica une a Israel y Estados Unidos como constituyentes de las fuerzas satánicas que amenazan la existencia misma del islamismo (es un hecho bien establecido que los judíos derraman sangre humana en la masa de los pasteles para celebrar sus festividades religiosas –al-Riyadh, March 10,2002–. Israel , the plague of our time and a terrorist state –Al-Ahram, Junio 23, 2001–).

La inteligentsia islámica después de la segunda Guerra Mundial y durante el periodo pos-colonial de la segunda mitad del siglo XX se caracterizo por su orientación estatal. Se proponía establecer, a través de éste, el desarrollo moral y material y aumentar la seguridad nacional en contra de los desafíos del comunismo ateo y del amoralismo capitalista.

Modoodi en Pakistán y Syed  Qutab en Egipto representaron el nacionalismo islámico dentro de una perspectiva pan islamista. Ambos concentraron sus esfuerzos en configurar el islamismo como la fuente más poderosa de legitimidad gubernamental. El legalismo islámico y la estrategia de captura del poder estatal marca la agenda islámica que contribuye a la emergencia de una perspectiva del mundo islámico que posibilita la articulación de los diferentes sectores de la sociedad islámica.

La proyección de esta perspectiva en un mini-mundo dentro de un mundo mayor se empaqueta en una visión mundial dicotómica, inspirada principalmente por causas islámicas y cubre desde el Oriente Medio al sureste asiático. El problema palestino, visto como la primera causa islámica, se usa como elemento aglutinante de la sociedad musulmana que les permite mantenerse unidos por más de media centuria. Otras causas, tales como Kashmir, Afganistán, Bosnia, Chechnya, Kosovo e Iraq han operado, también, como elementos formativos de la perspectiva musulmana.

Las ideologías islámicas han sido, frecuentemente, un instrumento político de las elites modernas a nivel tanto nacional como internacional. Así, por ejemplo, en Pakistán  el islamismo ha variado desde un conjunto de políticas domesticas e internacionales que favorecían un desarrollo modernista (Ayub) a otro con simpatías por el socialismo (Bhutto) para luego rechazar la influencia occidental e iniciar la islamisacion (Zia) y moverse hoy día hacia un tímido liberalismo (Musharraf).

La dirección que el islamismo tome y su instrumentalizacion política depende del contexto y no del texto. El uso del texto, que a través de las edades y culturas se ha usado para explicar la realidad esencial de la sociedad musulmana (o judía) es problemático y confuso.

La comprensión textual del Islam al estilo de los teólogos musulmanes y académicos occidentales lleva a la conceptualizacion del Islam como una entidad monolítica que está lejos de la realidad. Lo que se ha venido promoviendo, en cambio, es que en el contexto, formado por valores y prácticas tradicionales y modernas, es el tipo correcto de material para delinear el papel del Islam en el mundo actual. Muchos son, aquí en Occidente los que despliegan un gran esfuerzo para enfatizar que el Islam es una gran religión y que el fascismo-islamo es solo una monstruosa degeneración de esta religión.

Entre todas las religiones contemporáneas el Islam es el que ha puesto la resistencia más fuerte  al proceso de globalización capitalista. El hinduismo, el budismo y el catolicismo, por ejemplo, se han adaptado al nuevo orden. Pero no el Islam.  ¿Significa esto que está condenado a elegir entre un fascismo-islamo (a la Taliban) o una reforma para tomar parte en el sistema capitalista mundial?

La resistencia del islamismo a la globalización capitalista puede adquirir un carácter fascista o tener un viraje socialista.  Si hoy día  la resistencia islámica enfrenta el peligro de levantar el emblema fascista, también existe la posibilidad de que se pueda abrir a otras perspectivas radicales más atrayentes. Sólo que, por el momento, esto último no ha ocurrido. Su definición dependerá, últimamente, de quien logre hegemonizar la lucha política.

Las razones para la guerra en Iraq, se podría decir, son tres:

– La creencia ideológica de que Estados Unidos podría crear un régimen democrático y prospero en otra nación.

– La tendencia brutal a imponerse y demostrar hegemonía  incondicional.

– Y la tercera, obviamente, es el control de las reservas de petróleo en Iraq.

Cada uno de estos niveles tiene una cierta autonomía propia.  El primero recuerda  la imagen del “quiet american”, del yanqui ingenuo que sinceramente cree que promueve la democracia y la libertad en otras tierras.

W. Kristol y L. Kaplan definen la misión. Ésta comienza en Bagdad, pero no termina allí. Nos ubicamos, dicen, en la cúspide de una nueva era histórica. Este es un momento decisivo. Esta claro que es algo más que Iraq. Es acerca del futuro del Oriente Medio y la guerra en contra del terrorismo. Es acerca del papel que Estados Unidos intenta jugar en el siglo XXI (The war over Iraq). Lo que aquí esta en juego, ciertamente, es el futuro de la comunidad internacional, el tipo de normas que se aplicaran y el carácter del Nuevo Orden.

En lo que concierne al petróleo, Paul Wolfowitz, en Junio del 2003, descartó las armas  de destrucción masiva como una excusa burocrática para ir a la guerra y abiertamente admitió que el petróleo era el motivo real. “La diferencia mas importante entre Corea del Norte e Iraq es que económicamente no tenemos elección en Iraq. El país nada en un mar de petróleo” (G. Wright, Wolfowitz: Iraq war was about oil, en el diario británico The Guardian, 4 de junio de 2003).

De las tres razones la segunda es, en realidad, clave para entender la política internacional de la administración de Bush. Iraq ha sido el pretexto para subrayar las coordenadas del Nuevo Orden Mundial, para afirmar el derecho de Estados Unidos a declarar guerras preventivas y para que a nadie le quepa duda de que sea la única policía global. El mensaje esta dirigido, no al pueblo iraquí, sino a los que presenciamos la guerra.

La expansión universal de la democracia liberal ha dado paso a la fortificación estadounidense y su transformación en un súper-poder solitario al descartar a otras naciones como socios confiables.

Para que el Estado de Israel pueda sobrevivir necesita, en gran medida, el apoyo de Estados Unidos. Para que los palestinos puedan mantener su lucha por la creación de un Estado Palestino necesita, en gran medida, el apoyo musulmán. El precio a pagar, para ambos, es que sus intereses nacionales pasan a ser determinados por agendas políticas que transcienden las aspiraciones de ambos pueblos. Para Irán, Estados Unidos se presenta como facilitador y obstaculizador.

La invasión a Iraq termina con el régimen de Hussein y abre, involuntariamente, el espacio para la expansión chiíta. Pero, al mismo tiempo, su presencia impide las aspiraciones hegemónicas de Irán. En una reciente entrevista de televisión (Agosto 4, 2006) Kissinger expreso que no era posible tolerar el desarrollo iraní de armas atómicas y que si no había algún otro tipo de resolución la confrontación armada era inevitable.

Por ahora, al igual que en la guerra fría, se prefiere que ésta se de en la periferia. Un ciudadano líbano-canadiense, en viaje a la zona del conflicto en busca de su familia, le responde a una reportera  de CBC que “esta no es una guerra entre su vieja patria e Israel. La verdadera guerra es entre Estados Unidos e Irán, que eligieron el Líbano como campo de batalla”.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

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