PAPÁ BUSH, LA MUERTE DE KENNEDY Y LA MAFIA CUBANA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El tejano de la CIA simpatizó, rápidamente, con el cubano que le fue asignado para su nueva misión. El sistema de trabajo, aunque intenso, era sencillo. Félix Rodríguez Mendigutía, El Gato, le proponía un candidato, luego se le verificaba, tanto en la Agencia como entre los grupos de Miami, y finalmente, el tejano daba la aprobación.

fotoPor esa época, Félix Rodríguez (izq. con Bush) ya conocía a no pocos cubanos, como Jorge Mas Canosa (posterior dirigente de varias organizaciones contrarrevolucionarias y después presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana), y había comprobado su lealtad a «la causa» y a los estadounidenses. Es por eso que lo propuso entre sus primeros candidatos. Jorge Lincoln pasó el proceso satisfactoriamente y, en un encuentro celebrado en la ciudad de Miami al que el tejano le gustaba dar toda la formalidad posible, Jorge Mas Canosa se convirtió, oficialmente, en agente de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.

El agente que sería presidente

Jorge Mas no sabía cómo agradecerle a Félix lo que había hecho por él. A partir de ahí, nunca dejaría de estarle agradecido y, a la vez, de serle obediente ante cada pedido.

Pero muy lejos estaba Jorge Mas de sospechar la trascendencia que resultaría de este reclutamiento para el resto de su vida. La trascendencia radica en que aquel oficial tejano que lo efectuó, lo aprobó, y luego se lo notificó en aquel encuentro, no era otro que George Herbert Walker Bush, el mismo que, más tarde, entre 1989 y 1992, sería el 41º presidente de los Estados Unidos (der.).

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Diversas fuentes coinciden sobre lo anterior. El investigador privado de California, Paul Kangas, publicó en la revista The Realist, en 1990, un trabajo que recoge parte de sus investigaciones, y en el cual afirma: «Un nuevo documento descubierto del FBI, coloca a Bush trabajando con el ahora famoso agente de la CIA, Félix Rodríguez, en el reclutamiento de exiliados cubanos de extrema derecha para la invasión a Cuba».

Por su parte, el doctor Carl Jensen, del Sonoma State College, en su trabajo Reporte de Proyecto Censurado, dice: «…hay récord (anotaciones) en los expedientes de Rodríguez y de otros involucrados en la invasión de Bahía de Cochinos, que exponen el rol de Bush: la verdad es que Bush había sido un alto oficial de la CIA, antes de trabajar con Félix Rodríguez en la invasión de Cuba».

Pero el californiano Kangas es más preciso en su citado trabajo, cuando expresa: «Trasladándose de Houston a Miami, semanalmente, Bush, junto a Félix Rodríguez, pasó 1960 y 1961 reclutando cubanos en Miami, para la invasión».

Otros que se han referido al tema son la revista The Nation que, en su número del 13 de agosto de 1988, revela el hallazgo de «un memorándum al respecto, dirigido al jefe del FBI, J. Edward Hoover, y fechado en noviembre de 1963, donde se lee: «Mr. George Bush de la CIA»; o el magazine Common Cause que, el 4 de marzo de 1990, afirmaba: «La CIA puso al millonario y agente George Bush, a cargo de reclutar exiliados cubanos para el ejército invasor de la CIA, Bush estaba trabajando con otro petrolero de Texas, Jack Crichton, que lo ayudó con lo de la invasión».

La Operación 40. Un hombre de apellido Mas

Sin saberlo, Jorge Mas (abajo izq., en 1975) había pasado a formar parte de algo muchomás complejo que la proyectada invasión mercenaria. El reción estrenado agente de la CIA se convirtió en uno de los participantes de lo que, originariamente, se llamó La Operación 40.

La Operación 40 fue el primer plan de operaciones encubiertas generado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para destruir a la Revolución cubana, y fue concebido, en el propio 1959, por encargo de la Administración del presidente Eisenhower.

En su libro Cuba, la guerra secreta de la CIA, el general de división (r) Fabión Escalante Font, ex jefe de los servicios de Contrainteligencia cubanos, explica lo que ocurrió a principios de 1960:

«Allen Dulles, jefe de la CIA, presentó, en los días siguientes (finales de 1959), el memorándum de King (coronel, jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA) al Consejo de Seguridad Nacional, en el que se aprobó la sugerencia de formar un grupo de trabajo en la agencia que en un corto plazo diera «soluciones alternativas al problema cubano».

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El grupo, narra Escalante Font, quedó compuesto por Tracy Barnes como jefe, y los oficiales Howard Hunt, Frank Bender, Jack Engler y David Attle Phillips, entre otros. Los presentes reunían una característica común: todos habían participado en la caóda del Gobierno de Jacobo Arbenz, en Guatemala.

El general Escalante cuenta en su libro que, en la primera reunión, Barnes habló durante largo rato de los objetivos por alcanzar. Explicó que el vicepresidente Richard Nixon era el «oficial del caso» cubano y había reunido a un importante grupo de hombres de negocios, encabezado por George Bush y Jack Crichton, ambos petroleros de Texas, para la recaudación de los fondos necesarios de la operación.

En un número de la revista Freedom Magazine, de 1986, el periodista norteamericano L. F. Proury explica que Richard Nixon tenía viejos y profundos vínculos con la familia Bush, que se remontaban a 1946, cuando Nixon, respondiendo a una petición de Preston Bush (padre de George), se presentó, financiado por él, como candidato al Congreso de los Estados Unidos.

El grupo constituido en la CIA –indica Escalante en su libro– creó varios equipos que se encargarían de organizar operaciones clandestinas, acciones de guerra psicológica, y ejercer presiones económicas y diplomáticas, que darían al traste con el gobierno de la isla. A esto se sumaba la preparación de un grupo elite de agentes cubanos que, previo entrenamiento especializado, se infiltraría en Cuba, y asestaría desde la retaguardia, un golpe mortal a la Revolución, que incluía el asesinato de sus principales dirigentes.

Jorge Mas Canosa causó muy buena impresión a sus reclutadores, e inmediatamente fue asignado a una misión especial. «Ahora sí las cosas irán en grande», se dijo entusiasmado. Narra Mabel Dieppa, en la revista Éxito, que: «fue enviado a un campamento de la Marina de los Estados Unidos, cerca del río Mississippi, donde se entrenó para participar en la invasión de Bahía de Cochinos».

Pero Jorge Mas, como se dijo, había sido enviado a un grupo muy especial, aún dentro de los preparativos de la invasión mercenaria. El grupo se componía de 160 hombres de la mayor confianza, y estaba dirigido por el traidor y tambión agente de la CIA, Higinio Díaz Ane (Nino).

El general Escalante, en su citado libro, explica: «Estos hombres tenían la misión de atacar el poblado de Baracoa, en el extremo oriental del país, para distraer a las fuerzas revolucionarias cuando la brigada desembarcara por Bahía de Cochinos». Una vez tomada Baracoa, debían marchar hacia la base naval de Guantánamo, y simulando tropas cubanas, organizar una provocación atacando la instalación, y de esta forma, posibilitar una respuesta militar norteamericana que le diera la motivación formal para intervenir en el conflicto creado por la invasión mercenaria. Ese plan era el mecanismo secreto que la CIA y el Pentógono tenían en la manga, y nadie –ni siquiera el presidente Kennedy– conocía.

La invasión que fracasó

fotoEl día de la invasión los 160 «hombres elite» de la Agencia partieron en un buque hacia su destino; pero, al llegar frente a Baracoa, el miedo ante el movimiento de tropas cubanas en la zona pudo más que la esmerada preparación a que habían sido sometidos, y se limitaron a seguir navegando por el sur de la isla, hasta llegar al extremo occidental de Cuba, entonces pusieron proa hacia Puerto Rico, adonde arribaron el mismo día. En Miami, como burla, esta acción fue bautizada con el nombre de «el Bojeo a Cuba».

Después del fracaso de Girón, en abril de 1961, la CIA recuperó a sus hombres. Les reiteró su confianza, y les asignó nuevas misiones, manteniendo los objetivos que dieron origen a La Operación 40. En el semanario Política, Natacha Herrera explica:

«Mas se incorporó, junto a otros 207 oficiales, a los entrenamientos básicos del ejército norteamericano, comenzados en Fort Bening, Georgia, y fue seleccionado para pasar un curso especial de inteligencia, comunicación clandestina y propaganda».

Gaeton Fonzi asegura, en su extenso trabajo publicado por la revista Esquire, en enero de 1993, que «en Fort Bening, los más cercanos e íntimos amigos de Mas Canosa, y con quienes tuvo estrechas relaciones en complejas operaciones encubiertas, fueron Félix Rodríguez y Luis Posada Carriles», este último cobraría fama por ser uno de los responsables del estallido de un avión de la línea éórea cubana, en pleno vuelo, sobre Barbados en 1976.

«Después de Fort Bening –dice el investigador estadounidense–, en cada paso o acción en la carrera de Jorge Mas ha habido alguna conexión con la CIA.»

El grupo de Nueva Orléans

Precisamente, por los resultados sobresalientes que obtuvo en Fort Bening, la Agencia le asignó a Mas Canosa, más tarde, otra delicada misión. En esta oportunidad, tendría que trasladarse a una «ultrasecreta base» situada un pocomás al sur de Fort Bening para integrarse a lo que se conoció como «el grupo de Nueva Orléans».

Ese grupo, que tomó el nombre de la ubicación de dicha base, en las afueras de la sureña ciudad norteamericana, estaba compuesto, en su mayoría, por veteranos de Bahía de Cochinos y Fort Bening, aunque se le incorporaron algunos agentes de confianza, recién llegados de la Isla, como Antonio Veciana, quien cuentan que estuvo muy cercano a Jorge Mas, en ese periodo. La preparación que se realizaba era sui góneris. El grupo pasaba un curso sobre el uso de los medios y métodos de combate del ejército cubano.

El contenido de la misión es revelado por el general Escalante: «El plan, nuevamente, consistía en una autoprovocación contra la base yanki (Guantánamo), mediante la infiltración de un comando de 150 hombres que se adiestraban en una ultrasecreta base de la CIA, en las inmediaciones de la sureía ciudad norteamericana de Nueva Orléans».

La misión fue cancelada cuando los acontecimientos que dieron lugar a la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, convencieron a los organizadores de la inevitabilidad de la intervención militar directa del ejército norteamericano, sin la necesidad de un pretexto.

Odiar a Kennedy

Tras este nuevo fracaso, Mas Canosa estaba lleno de ira e impotencia, y le reconoció al escritor norteamericano Pat Jordan en una entrevista que «los dos hombres quemás odiaba eran Fidel Castro y John F. Kennedy». En Estados Unidos, diversos medios han retomado la relación de emigrados cubanos que trabajaban para la CIA, con el asesinato del presidente Kennedy, en Dallas, en 1963.

Durante una larga conversación, en La Habana, con el investigador Gaeton Fonzi, conocimos una historia que, por su contenido, vale la pena reproducir. Fonzi no es un investigador cualquiera. Ha dedicado buena parte de su vida al trabajo para varios comitós congresionales, incluidos los encargados de las investigaciones sobre las actividades encubiertas de la CIA, y el asesinato del presidente John F. Kennedy.

Hace unos años, y tras muchos esfuerzos, Fonzi logró una entrevista privada con Antonio Veciana, el mismo viejo compañero de Jorge Mas en el «grupo de Nueva Orléans», donde ambos intimaron mientras cumplían las misiones de la CIA. Veciana había sido interrogado por el Gran Jurado encargado de la investigación sobre el asesinato del presidente Kennedy, y años después, había tenido algunas complicaciones vinculadas a la droga; pero –le afirmó a Fonzi vehemente– que estas dificultades no eran más que una «trampa» preparada por alguien.

«Yo tengo información muy gorda, pero esa la guardo porque es mi seguro de vida», le aseguró Veciana a Fonzi.

Antonio Veciana Blanch era un contador público que había trabajado para el magnate azucarero cubano, Julio Lobo. rápidamente, se opuso a la Revolución cubana y en 1960, en La Habana, es reclutado por la CIA. Recibió sus primeros entrenamientos en una academia de Lengua Inglesa que asesoraba la Embajada de Estados Unidos en la capital cubana. En octubre de 1961, después del fracaso de un plan que preparaba para asesinar con un bazucazo al primer ministro Fidel Castro durante un acto en el antiguo Palacio Presidencial, Veciana salió huyendo de Cuba.

Un bishop (obispo) en negocios con la muerte

En la entrevista que le concedió a Fonzi contó que, una vez que llegó a Miami, comenzó a ser atendido por un oficial de la CIA que utilizaba el seudónimo de Maurice Bishop. Este «Bishop» (obispo en castellano), entre otras tareas, le ordenó a Veciana promover la creación de la organización Alpha 66.

Bishop sostuvo frecuentes contactos con Veciana durante los aóos 1962 y 1963 en la ciudad de Dallas. Veciana recuerda que, en uno de esos encuentros, efectuado en un edificio póblico, vio a Lee Harvey Oswald.

Señalaba Fonzi que, como parte de la operación que le costó la vida al presidente Kennedy, se organizaron varias acciones de desinformación: una en Dallas, otra en Miami, y una tercera en Ciudad México. La desinformación perseguía el objetivo de fabricar la imagen de un Oswald «revolucionario» y «defensor de la Revolución cubana».

Fue así que el ex marine apareció retratado en actos de solidaridad con Cuba, manifestóndose de manera muy agresiva. Pero la acción de desinformación más arriesgada se efectuó en Ciudad de México. Allí, Lee Harvey Oswald se presentó en la Embajada cubana para solicitar visa de entrada a la isla caribeña. Todo esto fue filmado desde un punto de vigilancia que tenía la CIA, frente a la misión cubana, con el fin de que quedara documentado.

Lo curioso es que, según cuenta Veciana a Fonzi, en uno de sus contactos con Bishop, a principios de 1963, este le dijo que sabía que él (Veciana) tenía un primo en la inteligencia cubana, el cual estaba radicado en la Embajada de Cuba en México. Bishop le expresó que si convencía a su primo de trabajar para ellos, en una acción muy específica, le pagarían lo que quisiera. Veciana comentó a Fonzi que nunca había hablado de este primo con Bishop, pero también que, en esa ópoca, Bishop se encontraba asignado a la Embajada de Estados Unidos en Ciudad de México, e incluso fue directamente desde la capital azteca a algunos contactos en Dallas.

La realidad es que Veciana era primo de la esposa del entonces cónsul cubano en Ciudad de México, Guillermo Ruiz, y esa señora, en los días posteriores al asesinato de Kennedy, fue víctima de un intento de reclutamiento, en dicha ciudad con el claro propósito de que, una vez en Estados Unidos, testificara de la «complicidad» de Oswald con los servicios secretos cubanos.

Interrogado por Fonzi sobre la existencia de nuevos contactos con Bishop después del magnicidio de Dallas, Veciana respondió que sí, particularmente en 1971, cuando recibió la orden de partir hacia Bolivia y trabajar en la Embajada estadounidense en ese país, donde aparecería como funcionario de la Agencia Internacional de Desarrollo (USAID), y debería esperar la visita de un conocido. Fonzi chequeó en los archivos de la USAID en Washington, y encontró una solicitud para entrar a la USAID, a nombre de Antonio Veciana, escrita a mano, con una letra distinta a la de Veciana, y sin firmar.

El «conocido» que le contactó en Bolivia fue el propio Bishop, que estaba ubicado, en ese momento, en la Embajada de Estados Unidos en Chile. Bishop lo incorporó, de inmediato, a un «team» que preparaba un atentado contra el Presidente Fidel Castro, quien realizaría una visita al país sudamericano.

Un rostro conocido y otros más

Fonzi nos relata que regresó de nuevo a entrevistarse con Antonio Veciana, pero esta vez acompaíado por un especialista, con el objetivo de realizar un retrato hablado de Maurice Bishop y, así, poder determinar su verdadera identidad. Veciana ofreció una descripción detallada y el retrato se realizó. Durante semanas, Fonzi intentó identificar al personaje, y de pronto, un domingo recibió una llamada en su casa, de un senador republicano por Pennsylvania, para quien trabajaba en ese momento, y al que había consultado sobre la identidad del hombre retratado.

El senador le aseguró que no había la menor duda: el hombre que usaba el seudónimo de Maurice Bishop no era otro que David Attle Phillips. Éste fue el veterano oficial de la CIA que estuvo en La Habana en visita de trabajo en 1958, como especialista en guerra psicológica, que participó en la creación de La Operación 40, y posteriormente, como parte de la misma, organizó la emisora Radio Swam. Phillips, con el tiempo, llegaría a ser jefe de la División del Hemisferio Occidental de la Agencia.

No obstante, a finales de 1993, en el documental Caso Cerrado, el ex jefe de la Seguridad cubana, general de división (r) Fabión Escalante, reveló un informe secreto de uno de sus agentes, que narraba una reunión sostenida entre Antonio Veciana y David Phillips, en un hotel de San Juan, Puerto Rico, a principios de los setentas.

«Veciana me expresó –dijo el agente cubano, en su informe– que él era un agente de la CIA, y que la CIA fue quien asesinó a Kennedy y que detrás de esto estaban altos oficiales de la CIA, entre ellos, David Phillips, que es el oficial que lo atiende. Veciana nunca me quiso dar detalles sobre esa afirmación, pero he podido comprobarlo en los últimos tiempos porque, encontrándome en una ocasión en un hotel, junto con Veciana, escuché una conversación que él sostenía con su oficial David Phillips, y en la cual Veciana le juraba que jamás hablaría de lo que había pasado en Dallas en 1963».

El general Escalante asegura que la fuente era de acceso directo a Veciana, y de total confianza. «Yo creo –afirmó Escalante– que esa es una información muy importante porque debo decirte que, en 1973, Antonio Veciana, cuando fue liquidado por la CIA, es decir, cuando la CIA lo sacó de su nómina, recibió como pago, en compensación, 300.000 dólares».

Pero hay algo más. Según investigaciones de la Seguridad cubana, reveladas por el general Escalante en el documental antes mencionado, varios testigos citados por el informe de la Comisión Warren, describen a dos cubanos, uno de ellos negro, saliendo del Depósito de Libros de la Plaza Daley, en Dallas, instantes después de consumado el asesinato. Paralelamente, por informaciones secretas y testimonios públicos –declaración de Marita Lorentz, ex agente de la CIA, ante un comité del congreso–, la Seguridad cubana sabía que dos días antes del magnicidio se encontraban en Dallas varios cubanos con armas y mirillas telescópicas; entre ellos, Eladio del Valle y Herminio Díaz, dos asesinos a sueldo y expertos tiradores, vinculados a la mafia y a la política de Batista. A su vez, las características fósicas de Del Valle y Díaz coinciden con las descripciones que varios testigos hicieron a la Comisión Warren, de los dos cubanos vistos salir del edificio, momentos después de ser asesinado el presidente.

Lo realmente curioso es el destino final de ambos: Eladio del Valle fue brutalmente asesinado en Miami en cuanto el fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, inició su investigación sobre el asesinato de Kennedy: Del Valle fue descuartizado y picado en pedazos con un machete; y aún más interesante es el final de Herminio Díaz, que murió en las costas de La Habana, en 1965, al chocar con una patrulla fronteriza, mientras trataba de infiltrarse en la Isla con la misión de asesinar al entonces presidente Osvaldo Dorticós, y ametrallar, a su regreso a Miami, el hotel Riviera.

Para cumplimentar la misión a la que fue enviado, Díaz debía infiltrarse en la capital cubana por el Monte Barreto en Miramar –donde hoy se levantan varios hoteles–, en un momento en que, producto de un incidente en la base naval de Guantánamo, el ejórcito cubano se encontraba en alarma de combate, y se había reforzado al máximo la vigilancia aérea y costera. A los ojos de los expertos, incluyendo a la Seguridad cubana, la operación era un verdadero suicidio.

El organizador financiero y planificador de tan «peculiar misión», no fue otro que Jorge Mas Canosa…

Pero la historia de los vínculos de la CIA con sus agentes cubanos, y del asesinato de Kennedy, no solo ha sido explorada por Fonzi. Muchos otros autores e investigadores, e incluso los estudios que dieron origen a los filmes norteamericanos Acción Ejecutiva y JFK, abordan el asunto.

El investigador Paul Kangas, en un trabajo publicado en la revista The Realist, afirma: «Entre otros miembros de la CIA que George Bush reclutó para la invasión (de Bahía de Cochinos), estaban Frank Sturgis, Howard Hunt, Bernard Baker y Rafael Quintero…

«El día que JFK fue asesinado, Hunt y algunos del posterior equipo de Watergate fueron fotografiados en Dallas, así como un grupo de cubanos, uno de ellos con una sombrilla en alto, como señal, al lado de la limousine del presidente, justo donde Kennedy fue baleado (…) Hunt y Sturgis le dispararon a JFK desde el montecito de hierba. Ellos fueron, fotografiados, y vistos por 15 testigos».

El 7 de mayo de 1990, en una entrevista con el diario San Francisco Chronicle, Frank Sturgis reconocía: «la razón por la que nosotros robamos en Watergate fue porque (Richard) Nixon estaba interesado en parar las filtraciones de noticias relacionadas con las fotos de nuestro rol en el asesinato del Presidente John F. Kennedy».

Otro de los reclutados por Bush para la invasión de Bahía de Cochinos, Rafael Quintero, quien también formó parte de este submundo de organizaciones y planes contra Cuba, declaró: «Si yo alguna vez digo lo que sé sobre Dallas y Bahía de Cochinos, eso sería el mayor escándalo que jamós haya sacudido a la nación».

Hasta aquí algunas partes de una de las teorías que existen sobre dicho suceso pero, ¿se conocerá algún día toda la verdad? ¿Se decidiró el ex miembro del «grupo de Nueva Orléans», Antonio Veciana, a revelar su «seguro de vida», o Rafael Quintero, a decir lo que sabe y, así, «sacudir a la nación»?

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* Lázaro Barredo es periodista del semanario cubano Trabajadores.
Reinaldo Taladrid es periodista de la televisión cubana.

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