París, ciudad latinoamericana

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Roberto Hernández Montoya*
Hay razones ineludibles para que la América Latina celebre tanto la Revolución Francesa como la Independencia de los Estados Unidos.
En primer lugar esos dos eventos, lo mejor de la humanidad en su tiempo en tanto experiencia emancipatoria en general, así como la Independencia latinoamericana, tienen las tres un héroe en común: Francisco de Miranda, hombre que como latinoamericano encontró natural ser universal, puesto que la América Latina es la “raza cósmica”, según José Vasconcelos.

Así, la Independencia de los Estados Unidos ejerció una fuerte influencia en la Revolución Francesa y a su vez ambas inspiraron en gran medida la Independencia de la América Latina. Fue de hecho una ola libertaria que recorrió a Europa y América. El Acta de la Independencia de Venezuela se firmó el 5 de julio de 1811 por enfermedad de uno de los diputados al Congreso, porque la intención era hacerlo el día anterior, 4 de julio, en homenaje a la Independencia de los Estados Unidos, que aún no había degenerado en imperialismo, algo que Simón Bolívar advirtió desde su primera hora.

El rechazo al Imperialismo hoy no debe ocultarnos el valor ayer de aquel hecho. Y tampoco debemos olvidar a los estadounidenses que acompañaron a Miranda: fueron capturados por el Imperio Español y finalmente ejecutados. Hay pues varios mártires de nuestra Independencia provenientes de Nueva York.

Dicen que todos los caminos conducen a Roma, pero en América Latina muchos caminos troncales conducen a París, mucho más tal vez que en algunas colonias y ex colonias francesas.

También ocurre con los Estados Unidos: no olvidemos que muchos escritores y artistas fundamentales de ese país hicieron vida en París, muchos jazzistas, entre ellos el gran Miles Davies, los escritores de la llamada Generación Perdida, etc. También ha habido una rica conexión entre París, Rusia y varios países asiáticos. No por casualidad Ho-Chi Minh fue fundador del Partido Comunista Francés y Pol Pot egresado de la Sorbona. Y así, París llegó a ser una ciudad universal, con valor para al menos cuatro continentes: África, América, Europa y Asia.

Pero el caso de la América Latina es bien particular. París ha sido clave para muchas de sus figuras históricas, militares, políticas, artísticas e intelectuales. La lista es larga: Miranda (cuyo nombre no en vano figura en el Arco de Triunfo de París); Simón Bolívar y su maestro Simón Rodríguez vivieron allí momentos decisivos para la carrera futura de Bolívar. En esa ciudad Bolívar se decepcionó de Napoleón, a raíz de su coronación como Emperador, que ocurrió mientras vivía el entonces petimetre Simón Bolívar en París, jugando en el Palais Royal y coqueteando con influyentes damas en los salones de la época. Bolívar muy amado por las mujeres.

Muchos pintores y demás artistas visuales se formaron en París, el cinetismo nació en esa ciudad. Tres jóvenes escritores latinoamericanos crearon el realismo mágico en el París de los años 20: el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el cubano Alejo Carpentier y el venezolano Arturo Úslar Pietri, quien dio nombre a esa tendencia literaria, clave para entender, entre otros, el llamado Boom Literario latinoamericano, muchos de cuyos exponentes a su vez hicieron parte de su carrera inicial en París: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar.

Asistimos así no solo a la desaparición natural de las grandes figuras francesas y de otras naciones europeas, sino a la aparición de nuevas figuras en muchos casos sometidas al mercadeo de las grandes corporaciones del totalitarismo mediático. De allí que veamos cómo el Grupo Prisa de España (dueño de varias editoriales) ataca brutalmente a través de su diario El País toda manifestación latinoamericana que reafirme su soberanía y lo hace especialmente contra Venezuela y Cuba. Igualmente lo hace el totalitarismo mediático del Imperio en su totalidad: una campaña ruidosa, mentirosa, imbécil y maniática que minuto a minuto se propone, y a veces consigue, horadar los muros que los latinoamericanos hemos erigido para defender nuestra soberanía.

Hoy nos encontramos con que París, uno de los bastiones primordiales de lo mejor de la América Latina, se halla en grave peligro, asediada por el totalitarismo mediático empobrecedor de la experiencia humana y por cientos de restaurantes McDonald’s, que si nos descuidamos ponen en peligro de extinción la rica culinaria francesa, en una sola generación.

La influencia internacional de la lengua francesa se ha debilitado vertiginosamente durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Es hora tal vez de que los países latinoamericanos, hoy en proceso de concluir la Independencia que iniciamos hace 200 años, consideremos lo estratégico que es respaldar ese fermento emancipador que bulle en lo mejor de la cultura francesa, desde Voltaire hasta Sartre, entre tantos otros que felizmente pueblan lo más valioso de nuestros espíritus.

*Intelctual venezolano, presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Conferencia dictada en Pau (Francia), el 25 de marzo de 2010
 

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