Paulo Slachevsky: – LA CONCENTRACIÓN EN LOS MEDIOS, ATENTADO CULTURAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En 1998 Editorial Lom, de Santiago de Chile, firmó convenios para editar simultáneamente en otros tres países con otras tantas casas editoras: Era (México), Trilce (Uruguay) y Txalaparta (España). Lom (palabra de la lengua yámana cuyo significado es Sol) es una editorial independiente en ascendencia trepidante, con un catálogo de 900 títulos publicados desde 1990 y más de 500 escritores, entre los que destacan:

– de México: Elena Poniatowska, Margo Glantz, Coral Bracho, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Rafael Ramírez Heredia;
– de Chile: Diamela Eltit, Faride Zerán, Volodia Teitelboim, Gonzalo Rojas, Óscar Hahn, José Miguel Varas, Armando Uribe, Poli Délano, Ariel Dorfman, Pedro Lemebel, Tomás Moulian, Jaime Valdivieso, Naín Nómez, Luis Alberto Mansilla, Bernardo Subercaseaux, Juan Casassus ente otros
– y los imprescindibles autores extranjeros: Juan Gelman, Eduardo Galeano, Mempo Giardinelli, Ernesto Che Guevara, Noam Chomsky, James Petras, Armand Mattelart y Friedrich Katz.

Paulo Slachevsky (foto de apertura= es director y cofundador de Lom; fotógrafo, editor y periodista, ha recibido la distinción de Oficial de la Orden de las Artes y las letras de Francia (2005, en conjunto con el poeta Armando Uribe Arce). Es coautor de Industrias culturales: un aporte al desarrollo (2004) y La diversidad cultural: un debate internacional, un debate en Chile (2004) y de los libros fotográficos: Tierra de Humo (coeditado con Silvia Aguilera, 1996) y El pan nuestro de cada día (junto a Claudio Pérez, Oscar Navarro y Carlos Tobar, 1986).

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Integró el Consejo Editorial de la revista Rocinante –que debió cerrar sus piertas durante el gobioerno de Ricardo Lagos– y actualmente colabora en Le Monde Diplomatique (Chile). La revista Letras Libres (México & España) en su número 14 (febrero de 2000) publicó dentro de un portafolio de fotógrafos chilenos, como una de las imágenes paradigmáticas del plebiscito contra el dictador Pinochet, una instantánea tomada por Slachevsky en 1988 que le ha dado la vuelta a la tierra y el mar.

La entrevista es un eco de lo que dijera mi queridísimo amigo Paulo en la FIL Guadalajara 2007; ante la censura de la Cámara chilena del libro, insisto, no es posible «Tapar a Lom con un dedo».

–¿Cuándo decides abandonar la fotografía por la edición?

–Dejo la fotografía como actividad profesional a la vuelta de la democracia en Chile, cuando empezamos con Lom; era bastante claro que si quería seguir desarrollando un trabajo tenía que dedicarme en exclusiva a algo. Estaba muy entusiasmado con la idea de empezar a construir la editorial y las dos cosas no se podían hacer al mismo tiempo, ambas requerían mucha energía y allí dejé la fotografía como desarrollo profesional; nunca he parado de tomar fotografías, pero ya no diariamente.

–Previo a dictadura existió la editorial Quimantú, su etimología viene del mapuche sol de sabiduría; Lom en lengua yámana también significa sol; más allá del nombre, ¿qué te inspiró Quimantú?

–Sin duda la experiencia de Quimantú fue el esfuerzo más grande que se ha hecho en Chile para facilitar el acceso de la ciudadanía al libro, de estrechar este vínculo, que durante todos los años de la república siempre estaba en el imaginario, pero no hubo políticas concretas.

«Cuando llega la primera imprenta a Chile, en la Independencia, la llaman la «maquina de la felicidad», da cuenta de eso Bernardo Subercaseaux en Historia del libro en Chile (Lom; 2000) porque traía luz en tiempos de tinieblas y siempre queda ese imaginario.

«Durante la Unidad Popular, presidida por Salvador Allende, del imaginario se pasó a la acción y se desarrolló este proyecto de miles de libros, por ejemplo la colección Nosotros los chilenos fue emblemática. Cuando partimos con Lom, al principio se llamó Arlequín, pero hubo un problema de marca y buscamos otro nombre, una palabra de los pueblos originarios del extremo sur, de la cual se recoge el logotipo de nuestra editorial que vimos en nuestro primer libro, precisamente de fotografía, Tierra de humo, pero no existió una vinculación directa con Quimantú.

«Empezábamos muy de a poco, jamás nos sentimos sus seguidores. Con el desarrollo de Lom varias iniciativas han proyectado lo hecho por Quimantú, el año pasado lanzamos la colección Nosotros los chilenos, o los Libros del ciudadano, que son muy baratos y recogen el ejemplo de los Minilibros, pero eso ya fue bastantes años después de iniciado Lom y evidentemente en un contexto totalmente diferente, Lom es un proyecto independiente, no parte de una iniciativa de políticas públicas del Estado».

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–Lom cuenta con un catálogo de 900 títulos ¿Cuál ha sido el libro que más has deseado ver salir de la imprenta? ¿Existe alguno prohibido que sólo Lom se atrevió a publicar o que causó una excesiva polémica?

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–Hay varios libros que en su momento marcaron, pero en diferente manera. Un momento fundamental de Lom fue en 1994, cuando publicamos Los gemidos de Pablo de Rokha, una obra emblemática de la poesía chilena que cuando la editó De Rokha –según se cuenta– logró vender sólo unos pocos ejemplares y terminó como papel para envolver mercancía en el mercado, y 100 años después al festejar el nacimiento de Pablo de Rokha, reeditar Los gemidos sin duda marcó y abrió el desarrollo de colecciones en nuestra editorial.

«Un «bet seller» fue para sorpresa de todos Chile actual: anatomía de un mito, de Tomás Moulian (Lom; 1997), que se convirtió en el libro más vendido durante todo un año y dio cuenta de que había un profundo malestar en la sociedad chilena y que no todos estaban viviendo La alegría ya viene, el eslogan de la Concertación. Fue muy interesante el debate y se vivió un fortalecimiento de las publicaciones de las ciencias sociales.

«Sobre atreverse a publicar un libro, el que causó mucho interés público fue El gran rescate de Ricardo Palma Salamanca (coeditado por Lom & Punto Final; 1998); él fue un preso político del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) que se fugó en helicóptero de una cárcel de alta seguridad y escribió en la clandestinidad el manuscrito que llegó a nuestras manos, obviamente generó mucha expectación y una venta muy fuerte en un breve lapso, a diferencia de la mayoría de nuestros libros que son de movimiento más lento.

«También la Carta abierta a Agustín Edwards (Lom; 2002) –el dueño de El Mercurio que es el diario más conservador de Chile–; Edwards tuvo una participación activa en el golpe de Estado de 1973 y la Carta abierta, escrita por Armando Uribe. causó un gran revuelo entre los medios de comunicación».

–Lom es la editorial que publica más poesía en todo Chile ¿Por qué la apuesta a la poesía?

–Primero queremos, como editorial, decir qué se edita no en función a las posibilidades comerciales de los libros. Nosotros tenemos un Comité editorial donde decidimos las publicaciones y tratamos de no considerar ningún criterio comercial, porque no es posible que el mercado sea juez de la existencia de una obra literaria o ensayo.

«Después hay que hacer un esfuerzo para que circulen y se vendan, pero al momento de tomar la decisión el factor comercial no puede ser central. Y la poesía en Chile es uno de los géneros de mayor riqueza, ha creado un imaginario en torno al país, dos Premio Nobel: Gabriela Mistral y Pablo Neruda. No es posible que no haya espacio para la creación y publicación de los nuevos autores, de los autores consagrados y de aquellos que ya no nos acompañan pero su obra no es desechable. Entonces la poesía es una línea que más publicamos en la colección Entre mares; creemos que es un deber de una editorial ir construyendo un catálogo para mantener vivo el espacio de la creación poética».

–Hablemos de cosas terrenales ¿Cómo realiza sus exportaciones Lom?

–El tema de la circulación del libro en Latinoamérica y hacia España es extremadamente complejo y lo hemos puesto sobre la mesa con la Asociación de Editores de Chile, que reúne a editores independientes, universitarios y autónomos; recién el 22 de octubre organizamos un seminario en Santiago de Chile con la presencia de Andrés Schifrin; de un editor uruguayo, Pablo Harari, y uno de Bolivia, José Antonio Quiroga, por la integración política del libro latinoamericano, es decir, volver a hacer circular el libro en nuestros países y mantener un mínimo equilibrio en el intercambio entre Latinoamérica y España, que en algunos lugares es de uno a100 la diferencia, realmente no hay intercambio sino camino de una sola vía.

«Muchas veces para llegar a un autor entre Chile y Argentina o entre Guatemala y El Salvador tiene que pasar antes por España, lo que hay que revertir; pero reconstruir caminos de circulación entre nuestros países, evidentemente no es fácil. Lo hemos tratado de enfrentar como proyecto cultural –que es Lom– y en conjunto con otros editores; buscar propuestas que combinadas con políticas públicas permitan ver otra realidad. La única forma de construir un sentido de comunidad entre nuestros países es con el conocimiento y la cercanía cultural».

–En España y México las editoriales están obligadas a gastar en la promoción de sus autores, por ejemplo Ediciones Era (México) se anuncia en La Jornada ¿Qué sucede en Chile?

–Nosotros como Lom no hacemos publicidad, solamente auspicio y en algunos medios independientes. Hay una preocupación de enviar los libros a los medios de comunicación para que haya espacio y crítica sobre nuestro trabajo, pero es un problema mundial, me refiero al espacio para los libros; por lo menos en Chile existía la Revista de libros de El Mercurio que ahora es un pedazo dentro de suplemento del periódico. Los medios independientes en Chile son muy limitados, en la revista Rocinante teníamos la sección de crítica: Al pie de la letra y Libros de última generación, pero tú sabes que Rocinante cerró.

«La concentración que hay en los medios de comunicación va absolutamente en contra de la posibilidad de dar cuenta de la bibliodiversidad de lo que se publica y cierra los espacios de la cultura. Es la lógica de la industria del libro: cada ejemplar es un negocio para las multinacionales ya no un catálogo editorial, en las secciones de los periódicos sólo se busca generar recursos y todo se va achicando.

–La piratería es un factor negativo que inhibe al mercado editorial, pero tú sostienes que no es el factor decisivo, sino que, dices, «la Cámara chilena del libro ha estado muy marcada por lo que han sido los intereses de las multinacionales» ¿Cómo llegas a esa conclusión?

–No sólo Lom considera que la piratería no es el principal problema del libro en Chile. Una encuesta que se hizo en Latinoamérica sobre los problemas del libro pone a la piratería en el tercer o cuarto lugar –según el país consultado–. El conflicto radica en la falta de políticas públicas. La piratería es el tema que más aparece en la prensa porque es el discurso fundamental de la Cámara chilena del libro, pero sólo afecta a 50 títulos de un tipo de libros.

«Sin duda hay que enfrentar a la piratería, pero no podemos enfrascarnos en esta temática; lo importante sería cómo recuperar la valoración social del libro, su valoración simbólica en la ciudadanía, cómo facilitar su acceso, cómo fortalecer una industria nacional que permita al libro ser asequible y que los autores puedan publicar. El tema de la fotocopia es mucho más grave que el de la piratería, tiene peores consecuencias culturales y económicas, la fotocopia ha hecho perder la relación de los universitarios con el libro, por lo demás ha limitado el tema de los derechos de autor a un ámbito punitivo»-

–¿Qué ha pasado desde la censura de la Cámara chilena del libro en la Feria de Ñuñoa a Guadalajara?

–En relación a la Feria del libro de Ñuñoa, evidentemente por declaraciones que hemos tenido a lo que ha sido el quehacer de la Cámara el año pasado se nos censuró e impidió participar en una Feria del Libro, lo que denunciamos con el apoyo de autores y de muchos otros editores.

«No se ha reproducido esta censura, pero sí se mantiene una situación bastante tensa entre la Asociación de Editores de Chile –que agrupa 42 editoriales– y la Cámara chilena del libro que esencialmente representa los intereses de los grandes grupos trasnacionales. En ese sentido la Cámara quiere hacer de cada Feria del Libro un negocio cobrando extremadamente caro por exhibir en un stand.

«Se pierde el origen de la Feria que era permitir el acceso de la gente al libro, porque son pocos en Chile los que entran a una librería y cuando se cobra exageradamente la entrada a la Feria del libro se limita la posibilidad de los lectores de menos recursos e impide la participación de editoriales que no venden mucho, porque un stand es tan caro que requiere grandes ventas. Eso mismo, me refiero al alto nivel que cobra la Cámara chilena –pese que en este caso de la FIL Guadalajara cuenta con subvención del Estado–, fue la causa de que la Asociación de Editores preferimos no participar en el stand de la Cámara chilena en Guadalajara.

–Finalmente ¿Cuál es la postura política de Lom sobre los derechos de autor?

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–En los últimos años el derecho de autor ha perdido el equilibrio por el cual surgió, donde hay que considerar el derecho del creador y hoy día muchas veces del titular y a un mismo nivel el derecho a acceso del conocimiento, el derecho a la libertad de expresión y el derecho a seguir creando.

«La creación es un tipo de propiedad intelectual muy particular, no es como cualquier otro objeto; en un libro la propiedad intelectual se puede reproducir al infinito y no se agota y requiere justamente ser considerada en ese equilibrio, porque desde que Estados Unidos desarrolló su industria de derechos de autor y se transformó en factor de riqueza, se pasó de un país que no respetaba los derechos de autor –que no había firmado los grandes acuerdos internacionales– a llevar el tema a la Organización Mundial del Comercio, y hacer perder el sentido de acceso del conocimiento del derecho humano dejando solamente el sentido de propiedad. Eso es grave para la cultura en los derechos de autor.

«En el sector de los Editores Independientes es necesario, para enfrentar este problema, salir desde el cascarón punitivo, legislar recuperando el equilibrio y pensando también en las nuevas tecnologías que requieren otras formas de abordar el tema.

Hoy día los contratos que hacen muchas editoriales o agentes literarios están pensados para los libros de grandes ventas, por ejemplo un libro que no vende 200 ejemplares se considera agotado, cuando los libros de filosofía, ciencias sociales o poesía nunca venden esa cantidad; es decir no podemos limitar una arquitectura legal y un quehacer en el ámbito editorial –y sus contratos– a la lógica de la rápida rotación de un «bet seller».

«El mundo del libro es mucho más que eso. Hemos llegado a una situación muy delicada en esto de la lógica punitiva, se está castigando y considerando delincuente a gran parte de la ciudadanía, es decir, habría que separar en la legislación a las redes que comercializan con la piratería, sea el libro, la música y el «software», con los consumidores.

«Por ejemplo en Chile se está haciendo una nueva ley que busca rescatar cierto equilibrio, pero en la parte de las penas jurídicas a los consumidores: quien tiene un disco pirata, un libro fotocopiado, entra a ser tratado como un delincuente, todos los jóvenes en nuestros países serán considerados delincuentes, eso no le hace bien a la justicia, no le hace bien a la cultura, ni bien a la democracia. Peor todavía. Piratear un «software» equivale a 100 libros de Roberto Bolaño ¿Por qué un programa de Microsoft va a tener una valoración de 100 libros? Reproducir un «software» te llevará a penas legales muy altas de cárcel y económicas. Al final se está firmando un monopolio en el ámbito del conocimiento extremadamente grave para los países del sur».

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* Periodista.

Artículo publicado originalmente en el diario digital www.elclarin.cl. Se reproduce aquí por gentileza de su autor.

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