Perú: – EL REGRESO DEL SUJETO SOCIAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Dejando de lado los matices, las tendencias dominantes son tres.

– La derecha oligárquica y neoliberal, representada por Lourdes Flores, arrinconada en Lima y claramente a la defensiva;

– el gobierno de Toledo, que sale con un rendimiento tan exitoso para los grandes negocios como despreciable para las mayorías;
– el fujimontesinismo, disminuido y golpeado, pero considerado también, aunque como socio menor, en esta alianza amplia y urgente contra Ollanta –al igual que el centrismo de Panigua–.

Dos polos y un matrimonio por conveniencia

Para esta derecha, su alianza de hecho con el APRA a favor de Alan García en la segunda vuelta ha sido una necesidad odiosa, amarga imposición de su fracaso en las amplias mayorías del país, más allá de Lima, la capital; así lo muestra el hecho de que el eje de la campaña para segunda vuelta en los medios de comunicación masivos, los que controla por completo, estuvo más en señalar que no podía ni debía ganar Ollanta, que en las bondades del ahora presidente electo.

En el polo opuesto, está Ollanta Humala y su proyecto nacionalista, con socios menores en la UPP, el cual empuja un programa esencialmente antineoliberal, redistributivo del crecimiento, de nacionalización de los recursos estratégicos, por la democratización institucional y la integración latinoamericanista frente a la dependencia de los poderes fácticos, encabezados por el gobierno Bush en EE.UU. A éste, le pesa su crecimiento aluvional, que implica la contaminación con una serie de advenedizos, algunos de ellos con declaraciones públicas contraproducentes por impresentables (al punto de parecer más bien infiltrados, como señaló un joven analista).

Particularmente, le ha sido perjudicial la carga de su familia –padres y hermanos– y su desprestigiado proyecto “etnocacerista”, cuyo racismo, chauvinismo y homofobia, le valió a su candidatura un porcentaje cercano al 0% en primera vuelta, y que los medios oligárquicos no cesan de atribuir mañosamente a Ollanta, usándolos como la principal arma para confundir a la población y restarle apoyos, aun cuando la separación y diferencia de proyectos es clara, explícita e incontestable.

Entre los dos polos, al menos en el discurso aparente, está el APRA, Alianza Popular Revolucionaria Antiimperialista, partido revolucionario, combativo y antiimperialista en sus orígenes, fundado por el mítico Raúl Haya de la Torre a inicios de la década de 1930, devenido hoy en un paradójico “matrimonio por conveniencia”, para vencer a Ollanta en segunda vuelta electoral, justamente con la oligarquía y el imperialismo.

Matrimonio en cualquier caso difícil de sustentar; ya la voltereta programática, que llevó a García de pasar de un discurso idéntico al de Ollanta en primera vuelta a uno cada vez más similar al de Toledo y Lourdes Flores en segunda vuelta, no le fue fácil, y la constante campaña de Ollanta hacia la base aprista, que llegó a granjearle buena y hasta sorprendente cantidad de votos en territorios tradicionalmente apristas, ponen sombras a su margen de maniobra para abandonar el programa aprista sin tener costos en sus propias filas.

El propio choque virulento con Hugo Chávez, presidente venezolano e indiscutible líder –aunque innegablemente folclórico– del antiimperialismo en la región, por más que se disfrace de “soberanía”, resulta cuando menos incomodo para un partido que Haya de la Torre amamantó en el más radical antiimperialismo y latinoamericanismo, al punto de fundarlo en México y ser inicialmente un partido regional.

Una nueva batalla de Ayacucho

Dos frentes estrechamente relacionados, pero distinguibles, se abren y serán decisivos; uno, nacional; el otro regional.

El primero resulta más dinámico e incierto; ya se habla incluso de fragmentaciones, tránsfugas y reagrupamientos diversos. Dos elementos alimentan esta incertidumbre; el primero, la dualidad aprista (la llamada “escopeta de dos cañones” del APRA) entre su cultura revolucionaria o al menos su carácter social popular –que le valió pasar de primera a segunda vuelta electoral– y su versatilidad para asumir posturas derechistas y ahora pro imperialistas.

El segundo, refiere a que además de cómo exactamente se moverá el gobierno García entre esta dualidad, está por ver también la reacción de los demás actores, principalmente Ollanta y el nacionalismo.

Una cosa, sin embargo, es clara: ya no parece posible seguir gobernando como en los últimos 15 años, es decir, con una mezcla de represión, demagogia, manipulación mediática y corrupción.

El profundo repliegue ideológico, el trauma represivo y de memoria terrorista, el sentido común neoliberal y la aceptación de la política a base de tránsfugas, sólo fue posible por la ausencia profunda de un “sujeto social”, esto es, de mayorías movilizadas en torno a un programa; es decir, no manipulables por las puras campañas de imagen de los medios.

Y es eso lo que a todas luces, tras 15 largos años, ha regresado en la forma de expresión política de Ollanta y su programa de cambio y refundación. Ciertamente, aún despunta, nada más, y aún prevalece buena parte del pasado, pero lo suficiente como para imponer la política programática en el escenario, como para que el puro control totalitario de los medios, la compra de congresistas y dirigentes tránsfugas, y la agitación de los miedos y traumas, ya no basten para contener o mitigar las demandas de las mayorías.

Justamente, tensando al máximo todas estas viejas formas de hacer política, aunando en un “matrimonio por conveniencia” a la totalidad de fuerzas centro derechistas, a duras penas, a la defensiva, la oligarquía, los poderes fácticos internacionales y la cúpula aprista han logrado la victoria electoral.

Victoria llena de malos presagios, donde los votos que le permitieron ganar al presidente electo son prestados por una derecha oligárquica recalcitrante, y más aún concentrados en Lima (que se sumaron a los propios, concentrados en una zona del norte del país), donde los del principal líder opositor, por el contrario, son claramente “suyos”, de su propuesta, y representan tres cuartas partes del territorio nacional, la mayoría relativa en el congreso, los movimientos sociales y cuyo programa amenaza constantemente con atraer a las bases apristas desencantadas del rumbo derechista y pro imperial de su partido.

Pero es la actitud ante el poder fáctico internacional, sin duda, lo más definido, a pocos días de la elección. Mientras en lo interno, García ha deslizado la posibilidad de “dejar atrás” las virulencias propias de una campaña electoral para buscar acuerdos, en lo internacional ha reafirmado explícitamente su oposición regional a Chávez, en clara alineación con el poder fáctico del gobierno Bush en EE.UU. Por ello…

La realidad regional

Y qué duda cabe, más allá de las políticas y protocolos de Estado, y de las demasías personales o equívocos de uno u otro actor en este escenario, nuestra región es atravesada hoy por una definición respecto de su integración y su inserción en el mundo global que no por compleja y dinámica, deja de ser inevitable y finalmente virulenta.

O la integración real y completa de la región, en términos que habrán de decidirse en forma compleja, pero propia, por nuestros países, o la subordinación de hecho, más allá de declaraciones cada vez más insostenibles de “soberanía”, a la (pre)potencia de los poderes fácticos internacionales, encabezados por el actual gobierno norteamericano.

En ese sentido, resulta útil la metáfora de que tras el resultado electoral, y más allá de su estrecha articulación con la lucha interna por realizar el programa de redistribución social y refundación democrática que crece y se impone, en el Perú empieza recién una nueva “Batalla de Ayacucho”, en alusión a aquella en que, en la sierra peruana, el ejército latinoamericano de Bolívar expulsó al dominio español del continente en 1824. Como entonces, ahora se juega también el destino y autonomía, no sólo del Perú, sino de todos los latinoamericanos.

En esta nueva “Batalla de Ayacucho” recién comienzan a desplegarse las fuerzas en choque y es seguro que en su previsiblemente largo desarrollo no será menos encarnizada que aquella otra. Cobran vigencia entonces las palabras del inmortal mariscal Sucre a sus soldados latinoamericanos en las vísperas de la batalla: “De vuestros esfuerzos de hoy dependen los destinos de Suramérica”. Y resultan útiles las palabras del oficial colombiano Córdoba que resultaron cruciales en el fragor de la lucha: “Armas a discreción, ¡Paso de Vencedores!”

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* En Por la Libre.

www.porlalibre.org.

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