Piñera, «el Jose», y el paso del gato cuando es pardo

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Lagos Nilsson.

La palabra estadista sufre desde hace un tiempo una capitis diminutio feroz, una verdadera castración, la voladura de todos sus labios y vaya a saber uno si alguna vez aquellos políticos que sobrevivan a la tele y el periodismo de farándula —quizá al de política también— querrán reivindicar el término. Lo que no preocupa a José Piñera, cómplice de asesinatos devenido en historiador.

A las imbecilidades que, como duendes malevos, tomaron por asalto el ánima del ex embajador de Chile en la Argentina, y luego, con velocidad envidiable, manejaron la suelta lengua de quienes opinaron sobre sus (tristes) dichos, se sumó casi sin solución de continuidad la inteligencia de un tal José Piñera.

Este Piñera que fue delgado —ojalá nos perdone Krechtmer—como un leptosómico hoy devenido pícnico y no un atlético alterado por el descanso, es el hermano mayor de.

Dijo al periodico argentino Perfil —a los chilenos les encanta decir cosas para los diarios argentinos y negarlas después (porque sus dichos fueron "sacados de contexto", porque los argentinos "son así" y ellos, en cambio rinden culto a la seriedad, etc…)—, en suma, que la dictadura del "Tata" es históricamente comprensible como un ejercicio de democracia. Veamos lo que se lee en Perfil:

"’Quien desde el poder viola la Constitución es quien le da un golpe al sistema democrático y deviene en tirano’, aseveró José Piñera, acusando al ex presidente Salvador Allende de ser el culpable del quiebre constitucional en 1973. En declaraciones exclusivas a PERFIL, el hermano del actual mandatario chileno reavivió la polémica que vive ese país acerca de los años de plomo, acrecentada tras la renuncia en Buenos Aires del embajador que justificó la dictadura.

"El ex ministro de Trabajo y Previsión Social y de Minería de Augusto Pinochet es un hombre habituado a las nuevas tecnologías y a las redes sociales. Lo que comenzó con un pedido de entrevista a través de su cuenta de Twitter, derivó en un inusual reto desde el otro lado de la cordillera: ‘Acepto tantas preguntas como goles argentinos a Nigeria’, propuso el artífice en su país del sistema privado de jubilaciones.

"Consultado sobre si consideraba legítimo el golpe de Estado de Pinochet, José Piñera responsabilizó a Allende y puso un controvertido ejemplo: ‘El caso más famoso de la historia fue el de Adolf Hitler en 1933: fue elegido democráticamente y devino en tirano’.

"’Lamentablemente, la Constitución vigente en 1973 en Chile hacía casi imposible remover a un violador de la Constitución y la ley’, completó a este diario el hermano presidencial. Entre los argumentos esgrimidos, Piñera aseguró que el dirigente de la Unidad Popular había firmado en 1967, junto al Partido Socialista, “una verdadera declaración de guerra a la democracia”, en la que se aseguraba que ‘la violencia revolucionaria es legítima y es la única vía para tomar el poder’.

"No son nuevas las justificaciones del pinochetismo de José Piñera. Este economista de 61 años había asegurado en su libro Una casa dividida, editado en 2005, que ‘las Fuerzas Armadas, al remover al gobierno de la Unidad Popular, no realizaron un típico golpe de Estado latinoamericano, sino que obedecieron un mandato moral y político de la Cámara de Diputados’. En esa publicación también sostuvo que ‘la intervención militar fue el resultado de una rebelión civil ante una tiranía’, al tiempo que agregó que la irrupción de los uniformados comandados por Pinochet fue ‘legítima e inevitable’”.

(El texto completo —con una hermosa fotografía de ‘On Jose y el "Tata"— puede encontrarse aquí).

Lamentablemente ni la defensa ni la acusación pueden hacer lo que los abogados de las series estadounidenses: descansar. No pueden descansar porque esto recién comienza.

Don José, apelativo adecuado para cuentos infantiles (de terror), no hizo más que profundizar el surco abierto por el ex embajador —¿Otero es su apellido?— en Buenos Aires, y cuyo objeto no es más que el largamente esperado por buena parte del espectro político chileno afín al gobierno que inicia Sebastián Piñera en orden a reivindicar al asesino que tantas fortunas produjo, en parte porque de ese modo se reivindicarán a sí mismos.

Muchos concertacionistas y otros que toman, tomaron o quisieran tomar te con la derecha, como cuando hace días saltaron los dichos de Otero, corren a buscar ceniza para frotarla en sus frentes. Mal hacen. Pudieron enterrarlos, pero los mimaron y cuidaron en mesas de negocios y mesas políticas; ya nadie les cree.

En la podrida iglesia de la política chilena no parece incubarse ningún Lutero; al contrario, para seguir con el símil hay muchos ganosos de llenar el tintero… Se prepararon durante 20 años con la del Merlot, un tinto que estuvo de moda en los buenos momentos de la Concertación.

Por ahora la primera víctima doméstica es el ministro del Interior, que como una hermanita de las del Convento de Santa Clara de Las Velas, está dispuesto a cualquier sacrificio: él sabe que Allende no es Hitler, pero el país no sabe qué más sabe el ministro. Su jefe no será víctima: sacrificará lo que haya que sacrificar, tiene experiencia empresaria en ello. Y lo demás no sería democrático. Democracia: palabra de moda que ha esperado 20 años una definición.

En realidad no parece probable que a lo que resta de la ciudadanía chilena le interese lo que piensen los que siempre están a punto de pensar (o piensan en la soledad del trono llamado inodoro), al fin de cuentas va quedando claro que son más semejanzas que diferencias las que aparecen entre pro hombres y pro mujeres de uno y otro bando.

La política de repente es farsa. Don José añora al Tata y la única pregunta válida inmediata es: ¿cuántos con él? El resto es un vasto interrogante, pero hay tiempo.

Y ese torpe color que no se olvida.

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