Poesía: – SOSTENER LA PALABRA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

LA PALABRA INSOSTENIBLE

Notas a propósito de la más reciente antología de poesía costarricense

Gustavo Solórzano Alfaro

Preludio

En días recientes, la editorial Arboleda, en colaboración con el ITCR, publicó Sostener la palabra, antología de poesía costarricense contemporánea, el compilador: Adriano Corrales Arias. El día mismo en que el texto se presentaba, fui a la librería de la UCR para adquirir el libro. Aún no había llegado a los estantes, pero esta semana salió a la venta y ya pude conseguirlo.

De primera entrada, señalemos que la labor como promotor cultural que en los últimos años viene realizando el escritor Corrales Arias es productiva desde varios puntos de vista: recitales, ensayos, editoriales, revistas, compilaciones, artículos y demás, son maneras de promover el quehacer cultural de un determinado lugar. Así, son notorios los esfuerzos del señor Adriano por dar a conocer la poesía que se hace y se ha hecho en este país.

En Costa Rica hay producción artística, diversa y de calidad, pero no buscamos los medios para que esto alcance resonancia mundial, al menos hispanoamericana. Adriano Corrales muestra una incansable labor en su esfuerzo por dar a conocer ese quehacer artístico.

Luego, diremos que es necesario que este tipo de esfuerzos sean continuados, sostenidos, aumentados y diversificados. La producción editorial costarricense, la proliferación de escritores que logran al menos un espacio, por pequeño que sea, crece, y esto a la larga puede ser sumamente positivo.

El hecho de que ya alguien esté hablando y escribiendo sobre esta antología, es algo que debe alegrar y halagar a su antologador y a quienes fueron incluidos en ella. Siguiendo las enseñanzas de Quijote, lo bueno es que alguien hable del libro, bien o mal, porque si no, significa que no tiene ningún valor. Así, si al menos puede provocar una reacción, positiva o negativa, ya empezó a cumplir su cometido. Y lo menos que podemos esperar es que esto genere diálogo y discusión, porque así demostraríamos respeto por nuestro quehacer, y no una actitud mezquina y egoísta, actitudes que tanto critica don Adriano.

Es decir, en la medida que se hable del asunto, y no que se calle, contribuimos a que la poesía crezca, y no a que sea invisibilizada. Dejo la propuesta y la inquietud.

Tema

Una vez hechas las salvedades del caso, debemos enfatizar que las buenas intenciones no son suficientes. Los esfuerzos deben tener orientaciones más claras. Entonces, analicemos el asunto más detenidamente.

1. La edición es aceptable, sin ser lujosa ni excesiva. Presenta detalles que pudieron haber sido corregidos con un ojo algo atento a los avatares gramaticales y ortográficos; así como a aspectos propios de la edición de textos, pues se observan errores tipográficos, por ejemplo. Asimismo, es evidente que no se uniformó el estilo y el tipo de datos de los autores que se iban a incluir. Así, hay escritores con hojas de vida muy extensas, donde la mayoría de menciones sobran o son de poca relevancia; mientras que en otros solamente se puso lo elemental. Se dirá que esto se debe a la edad o experiencia de cada cual, pero esto se evita precisamente si se establece un criterio editorial.

2. Como lector, prefiero las antologías críticas; habría sido provechoso que el antologador dedicara más páginas a un estudio o crítica mínima. Ahora, él mismo indica que no lo va a hacer, pero consideramos que es una omisión que le resta méritos al trabajo. Sobretodo porque el comentario inicial ya ha aparecido, con leves variantes, en otros medios y publicaciones.

En este texto, el señor Corrales opta por una breve nota introductoria; así, vemos como no hubo un interés por profundizar, seleccionar o establecer criterios mínimos: hay de todo porque sí. De esta manera, las reseñas de los poetas pasan a segundo plano, pierden importancia; no solamente porque son meros datos, sino principalmente porque no hay reflexión sobre los textos. Aceptemos que eso es una inclinación personal, y que es perfectamente válido recopilar y nada más.

Pero es justamente ahí donde debió quedar claro el asunto. Una antología, por definición, es una selección de lo mejor. Entonces, pasan dos cosas: o el señor Corrales no sabe qué es una antología (lo cual dudo mucho), o en este país hay 66 poetas de calidad y apenas unos 14 (para cerrar en 80, me gustan los número cerrados) que no lo son. Eso se puede desprender del optimismo que emana Corrales en su introducción, y que peligrosamente se asemeja al mito de la perfección tica: somos lo mejor de Centroamérica, afirmación que hace el antologador en la nota inicial del libro.

3. La selección de poemas parece también arbitraria: en algunos casos solamente un poema y en otros casos dos, o tres o más. Más aprovechable y justo habría sido también unificar espacios y extensión. También aquí se me dirá que eso es reduccionista, pero entonces, ¿es mejor incluir lo que sea, sin orden ni concierto? El antologador trata, en su nota introductoria, de salvar todos los posibles baches que este tipo de trabajos presenta: señalar que no es tan objetiva como se querría, que es un trabajo en progreso, que trata de ser una muestra lo más amplia posible y demás etcéteras; pero ninguno de esos lugares comunes logra justificar, finalmente, los desaciertos evidentes.

4. Continuando con este sentido contextual, el corte cronológico que hace el antologador es de lo más extraño y también parece a todas luces arbitrario y sin sentido. Ahora bien, todo corte de este tipo puede serlo, el problema es que el antologador no lo diga o lo reconozca. ¿Por qué empezar por el año 1939? ¿Qué tiene de especial? ¿Qué separa a Mayra Jiménez de Jorge Debravo? ¿Un año?

El autor comenta que parte de sus motivos, es que algunos poetas que nacieron en los años cuarenta, por ejemplo, han quedado invisibilizados. ¡Y cuánta razón lleva Adriano! Por eso incluye a Guillermo Sáenz Patterson, por ejemplo. Muy bien, pero, entonces, ¿qué hacen ahí Osvaldo Sauma y Alfonso Chase? Ambos son parte del canon oficial de este país, ambos están en antologías, han publicado y tienen legiones de seguidores, entre otros méritos.

Como vemos, el autor empieza a privilegiar poetas, sin decirlo, eso sí. Y tiene todo el derecho, lo único que pedimos es que lo asuma con valentía: prefiero a este que este, me gusta este y este no, así que voy a incluir a fulano, pero no a sutano; y asunto resuelto y que nadie se queje. Intuyo que Corrales dejó por fuera al mismo Debravo, a quien idolatra (como lo hace la mayoría de poetas ticos), para poder dejar por fuera también a Laureano y que nadie le reclamara, pues la otra pasión de Corrales es denostar a Albán.

5. Luego, la muestra recoge autores que se han formado en diversos talleres: como en selección de fútbol: Francisco Zúñiga aporta buena cuota, las lunadas poéticas del TEC aportan bastantes jugadores; Eunice Odio anda por ahí; hay otros más nuevos, como Libertad bajo palabra y La merula del mango; y también se ve gente que estuvo en colectivos destacados en los noventa, como Octubre Alfil 4. También, hay gente que estuvo ligada al “Círculo”, pero esto, evidentemente, no se anotó en las reseñas y se invisibilizó por completo. O sea, da la impresión de que es necesario estar adscrito a alguno de estos grupos para poder ser tomado en cuenta.

A Adriano no le gusta que los demás invisibilicen (para seguir usando uno de sus verbos preferidos), pero él sí puede hacerlo.

6. Dice Corrales que en este país ya casi no hay padres simbólicos contra los cuales cometer parricido, y que por ello la poesía tica se ha diversificado tanto: perdón, pero no sé dónde está la diversidad. La mayoría de escritores entran a jugar dentro de las mismas estéticas ya superadas, lo cual ha sido uno de nuestro males por más de cien años. Aquí ni siquiera llegaron las transvanguardias.

También se afirma que ahora buscamos influencia en culturas orientales, por ejemplo; pero señores, basta con que veamos algunos de los hai-kai que se escriben por estos lares para que nos demos cuenta de que ni siquiera se manejan las reglas básicas (17 sílabas en tres versos: primero y tercero pentasílabos y segundo heptasílabo). Sí, no quedan ya muchos padres simbólicos: solamente quedan Debravo en el mito; y los otros son… suramericanos: tenemos a los referentes en esos países, y todos escriben como Gelman y Benedetti; y recitan como Gelman y Benedetti; y parecen una mala copia de Darío Grandinetti en El lado oscuro del corazón (hermosa película, pero cuánto daño ha causado a la poesía).

7. Siguiendo, la antología lleva en su título el término “contemporáneo” ¿1939 a 2006? ¿67 años de poesía? Más provechoso hubiera sido si el señor Corrales apuntara sus esfuerzos a esa producción de los últimos 25 años que él tanto alaba. Los poetas de los 40, 50, 60 y 70 ya han aparecido en antologías y han sido suficientemente publicados. ¿Por qué no hacer un estudio más conciso, y a la larga enjundioso, de los últimos años, que sí son realmente contemporáneos, y que el mismo Corrales considera como la producción más innovadora? ¿Por qué no haber concentrado esfuerzos en unos veinte autores, realmente los más relevantes? La pregunta queda abierta.

Posludio

Seamos claros de una vez por todas: quien desee puede antologar a quien desee, pero entonces que no haga discursos para encubrir la realidad de toda antología: hacer canon. Adriano Corrales critica la “oficialidad” de este país, y me pregunto: ¿cuál es la oficialidad? ¿Existe solamente una? Yo afirmo que en este momento la oficialidad de este país la constituyen Adriano Corrales, Osvaldo Sauma y la editorial Perro Azul y sus escritores.

De hecho, cuando venía creciendo, allá por los noventa, la oficialidad no era el Círculo de poetas costarricenses ni Laureano Albán, como pretende Corrales, mucho menos eso llamado “trascendentalismo”, que a la postre nadie entiende ni defiende. En ese momento la oficialidad era Alfonso Chase y otros. Pero, ¿qué digo? Lo que podemos notar con esto es que para oficialidades tenemos de dónde escoger, y el señor Corrales tiene la suya, forma parte de una, y tiene todo el derecho. ¿No es el Instituto Tecnológico una entidad del Estado? ¿No publica Adriano con editoriales del Estado?

¿Dónde queda entonces el discurso “maldito” que profesa don Adriano? ¿Por qué pretenderse fuera de las oficialidades cuando en realidad formamos parte de, al menos, una de ellas? Yo me pregunto qué habría pasado si Jorge Debravo siguiera vivo. Lastimosamente, lo que aquí vemos es el síndrome de John Lennon y Paul McCartney: el héroe y el villano. Y ya veo donde todos saltan, afirmando que Debravo sería tal o cual cosa, porque siempre es fácil querer a los muertos y poner en ellos palabras vacías. Lo difícil es entablar diálogo con los vivos (sobretodo cuando ni siquiera leemos sus libros).

La poesía costarricense está “acorralada” en diversas “arias”, los poetas están en “corrales” perfectamente dispuestos por el perpetrador: nadie escapa a ello (solamente nos salvamos los excluidos).

Dos formas hay de convertirse en maestro, de generar adeptos: el látigo y la alcahuetería. Adriano Corrales ha escogido la segunda. Para él, todos los poetas ticos que conoce o son sus amigos, son buenos, son genios, publican maravillas, se salen de los límites, de los cánones. Así, es muy fácil que todos los poetas lo quieran, y ya veremos a más de uno refiriéndose a él como “maestro”, título que solamente he escuchado, curiosamente, en recitales de “poetas malditos”. En ningún otro lugar escucho a los poetas llamando “maestro” a alguien, por más que lo sea; pero bueno, esa una de las formas de construir “oficialidad”.

Ahora bien, a lo mejor Adriano no se había percatado de esto, demos el beneficio de la duda, y si llega a leer esta nota, a lo mejor su discurso pase, de ser falsamente libertario, a asumirse como lo que realmente es: un discurso más entre otros.

La poesía costarricense todavía debe pasar por un proceso de reflexión, de rigurosidad casi ascética con la palabra. No debe “sostenerla”, debe hacerla “chillar”, como pedía Octavio Paz. Aún vivimos en un estado provinciano, donde no compramos los libros de nuestros amigos porque ellos los regalan. Luego, los dos que dejamos en la librería dormirán el sueño de los justos.

Los recitales y las antologías son beneficiosas, pero la discusión, la crítica y la polémica son insustituibles. Yo me pregunto ¿qué pasaría si alguno de los poetas antologados empezara de repente a hablar de tiempo y sombras, en lugar de hacer poemas de la masturbación, el vómito, San José, las cantinas y el poeta pobre (que en sí no tiene nada de malo)? ¿Qué pasaría si cada uno de ellos se asume como poeta, deseoso de ganar premios y reconocimiento, y además vivir de ello? Probablemente sería expulsado de la cofradía, del “corral” (no todos escriben así, o al menos no lo hacían, debo reconocer. Algunos lo empezaron a hacer para poder encajar). Y esa es una de las peores actitudes burguesas del arte occidental.

Poetas jóvenes de Costa Rica, ya es hora de darse cuenta de que no están haciendo nada nuevo: los verdaderos malditos eran del XIX; el arte pop y los beatnik de los años 50 y 60; y la poesía de lo cotidiano y la antipoesía de América del Sur de los 70. ¿Dónde están las propuestas contemporáneas? No sostengamos las palabras falsas del oráculo: traicionemos la palabra, hagamos que ella se despliegue en toda su fuerza renovadora, devolvamos la palabra a su origen, ahí donde era canto de comunión universal: el poeta en soledad unido con el Comienzo.

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* Escritor.

Addenda

Informa Natalia Rodríguez que el libro tiene un costo de cinco mil colones y se puede conseguir en las principales librerías del país. Si desea comprarlo por internet, puede hacerlo en el catálogo de la Librería Universitaria: www.libreriaucr.com.

Se agradece a la periodista la información y a Adriano Corrales Arias, el antologador, el envío de la reseña crítica.

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