¿Puede hablar de derechos humanos un torturador?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoNo hay guerra buena ni limpia, es imposible que la haya. Las normas internacionales que regulan el hecho bélico son una pieza digna de admiración. ¿Como pueden pretender normativizar el uso de la fuerza bruta? ¿Podría haber guerra sana? Hasta ahora la experiencia nos muestra que siempre, sistemáticamente, la legislación sobre la guerra termina siendo violada.

Lo cual remite a la pregunta de fondo. ¿quien y de que manera puede controlar civilizadamente un hecho que es la negación misma del hecho civilizatorio como es el conflicto bélico? ¿Es posible hacer menos violenta la violencia? ¿Se puede humanizar la guerra?

Pero fuera de eso, lo que ahora se ratifica una vez más que los poderes imperiales son tales justamente por su eterno recurso a la violencia, por la impunidad con que se mueven. Si no, no serían imperios. El gobierno de los Estados Unidos, que es ante todo que el gobierno de las grandes empresas multinacionales que fijan el ritmo de la economía mundial, invadió Iraq amparándose en una mentira.

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Obligó a todo el mundo a creer la patraña inventada (las famosas armas de destrucción masiva y la defensa de la democracia contra un dictador), y luego ha forzado el involucramiento de otros países en una aventura bélica que le permitiera no quedar solo.

El beneficio de la invasión –el petróleo, el dominio militar regional, el mensaje urbi et orbe del proyecto imperial en juego–, demás está decirlo, es solo para Wáshington; los países acompañantes solo reciben migajas.

En su actual diseño de dominación planetaria, comenzó después de la segunda guerra mundial, y llevado a su punto extremo luego de la desintegración de la Unión Soviética, la guerra sucia es parte de la estrategia militar estadounidense. En ella cobra una importancia vital la tortura.

Por supuesto que su uso está totalmente prohibido por marcos regulatorios internacionales; por supuesto que constituye un delito de lesa humanidad. Pero más allá de sus declaraciones maratónicas en su contra, con toda la petulancia que le confiere su impunidad por ser el más grande aparato militar de la historia, Estados Unidos pasa por encima de todo eso…..y tortura. Tortura mucho; enseña a hacerlo. Sus tropas son especialistas en la materia.

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Jamás un torturador realiza su trabajo sin el aval de su superioridad; jamás puede darse la tortura sin un marco de aceptación por parte de los poderes políticos. La tortura es más que el exceso de un guardia carcelario sádico; hace parte de un proyecto, de una cosmovisión. Nunca es gratuita. Y el gobierno de Estados Unidos tortura.

Lo mínimo que podemos pedir a un gobierno violador de los derechos más elementales del ser humano como es el de Washington, es que jamás, nunca jamás en la historia vuelva a hablar de defensa de la libertad y la democracia.

Un torturador no tiene derecho a hablar de esto.

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* Psicólogo. Artículo publicado en Argenpress, agencia argentina de noticias (www.argenpress.info).

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