Reporteros sin Fronteras y el caso del doble agente

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El protagonista es Néstor Baguer Sánchez-Galarraga, un periodista que escribió su primer artículo a los 14 años. «Por supuesto -dice- me encargué de la sección de espectáculos». Eso fue por 1936. Hoy lo llaman «el Decano» y escribe un libro. Es probablemente, además, el más veterano de los agentes activos de la Seguridad del Estado de la isla caribeña (www.ain.cubasi.cu/libro/nestor/baguer.htm)

 

fotoEl necesario antagonista es M. Robert Mènard, mucho más joven, y con cuartel general en París:el alma máter de Reporteros sin Fronteras, una organización no gubernamental (ONG) dedicada a la defensa y protección de los periodistas.

 

A Mènard se lo vincula estrechamente con la Freedom House, entidad montada por la CIA para encubrir, o hacer más discretas, muchas de sus operaciones de espionaje. «El señor Shuchman, presidente de Freedom House, es un señor respetable, muy consagrado a los derechos humanos», asegura: «Freedom House son gente que luchan desde hace años por la libertad en el mundo entero». Suele afirmar también que no es agente de la Compañía, se lee en la página-web de la Asamblea Permanente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (www.asambleasociales.org/modules.php?name=News&file=article&sid=577).

«El espectáculo que nos ofrecen los periódicos», decía hace poco más de un siglo la revista satírica austríaca Die Fackel, «parece ser el de millones de escobas en manos sucias siempre dispuestas a activarse ante la puerta de los demás», recordaba el periodista Serge Halimi en un artículo publicado por Le Monde Diplomatique de México y reproducido por la revista mexicana Etcétera en diciembre de 2002 (dicho artículo puede leerse en: www.etcetera.com.mx/pag81ne26.asp). Si se reemplaza la palabra periódicos por defensa de la libertad (neoliberal.conservadora) de prensa, bien podría decirse que en ciento y pico de años nada ha cambiado. O todo ha empeorado.

 

El goce de la notoriedad

 

fotoEste verano europeo en el Hotel Intercontinental de París hubo un encuentro de 93 personalidades «-de las más famosas del Tout-Paris», cuenta Jean-Guy Allard- para participar en una subasta de c.amaras foptográficas desechables, convocada «por la ONG más ruidosa de Francia, Reporteros Sin Fronteras, y su Secretario General, aparentemente vitalicio, Robert Ménard».

 

«Ahí estaban las actrices Juliette Binoche, Sophie Marceau, Laetitia Casta; los cantantes Renaud, Maxime LeForestier, Patrick Bruel y Francis Cabrel; los cineastas Claude Chabrol y Claude Zidi; el costurero Karl Lagerfeld y muchos otros nombres indiscutiblemente célebres de la capital francesa. El objetivo de tal reunión era, por supuesto, recolectar dinero para la «obra» declarada de Reporteros Sin Fronteras: la defensa de la libertad de prensa».

 

Leemos en el artículo de Allard (www.rebelion.org/noticia.php?id=1435) que «hay otros fondos de padrinos mucho más interesantes».

 

Por ejemplo, los que suministra «la corporación publicitaria mundial, Publicis, (que) controla una amplia proporción del mercado global de la publicidad. A través de Saatchi & Saatchi de Nueva York, Publicis regala a RSF servicios de promoción del nivel de otros de sus grandes clientes (como) U.S. Army, el Ejército Norteamericano y la ronería mafiosa Bacardí».

 

También los fondos que le otorga «Vivendi donde reinaba hace poco Jean-Marie Messier, del cual se supo más tarde que por poco puso la multinacional en quiebra a fuerza de invertir ilegalmente en Estados Unidos miles de millones de euros desviados de una reserva destinada a renovar las redes de acueductos de decenas de municipios de Francia. Es la Vivendi Universal Publishing Services que garantiza a Ménard, sus necesidades en términos de material promocional.

 

Y los fondos de su amigo Jean-Guy Lagardère, el vendedor de misiles, recientemente fallecido, y de Serge Dassault, otro negociante de armamentos de fama mundial».

 

Jean-Guy Allard entrevistó a fondo al agente Octavio. Baguer cuenta cómo y cuándo Mènard lo «recluta» para integrar su red anticubana. He aquí la entrevista, que puede leerse en Granma Internacional (http://granmai.cubasi.cu/espanol/2004/septiembre/mar7/37baguer.html) bajo el título «Agente Cubano burla a Periodistas Sin Frontera.

El reportaje

 

fotoNestor Baguer Sánchez-Galarraga en una entrevista exclusiva concedida a
los autores de Le Dossier Robert Ménard – Pourquoi Reporters sans frontières
s’acharne sur Cuba
, explica cómo Ménard lo reclutó y después le entregó
un ordenador portátil (laptop), según el procedimiento idéntico a los que
utilizan universalmente todos los honorables corresponsales de
la CIA implicados en operaciones de reclutamiento y suministro de informaciones.

Baguer era entonces presidente de la Asociación de Periodistas Independientes…
para las necesidades de la causa, puesto que era el agente Octavio de los
órganos cubanos de contraespionaje.

-¿Cómo usted se puso en contacto con Ménard?

-Ellos oyeron de la Asociación de Periodistas Independientes de Cuba, y
que yo era el principal periodista disidente. Hicieron primero contacto
a través de la familia de una persona que estuvo en prisión y que me conocía.
Yo dije que estaba dispuesto a trabajar pero pregunté cuáles eran las condiciones.
Luego vinieron a Cuba. Por sorpresa.

 

-Cuando Ménard aparece en La Habana, el 20 de septiembre de 1998, ¿lo visitó
a usted en su casa?

-No. El nunca estuvo en mi casa sino que nos reunimos en esa tercera casa,
ubicada en calle 21 y G, con la gente que había establecido contacto con
nosotros. Ménard se encontraba ahí con su asistente (Régis Borgeat).

 

-¿Cómo se desarrolló esa conversación?

-Me dijeron que les hacía falta hablar en privado conmigo y que íbamos a
dar una vuelta. Tenían un carro abajo, y salimos a dar una vuelta por todo
el barrio del Vedado.

 

-¿El no quería conversar en esa casa?

-No. El quería salir para hablar con tranquilidad. Quería estar en su vehículo
para hacerlo. Insistía que no hubiera testigos de lo que hablaría conmigo.

 

-¿Por qué?

-El no tiene confianza, parece, con nadie.

 

-¿Quién manejaba el auto?

-Su asistente. Un muchacho más joven que él. Ménard y yo estábamos sentados
detrás.

 

-¿Hablaban en castellano?

-Si. El habla bastante castellano.

 

-¿Quién hablaba con usted?

-Más bien Ménard, aunque el otro participaba también.

 

-¿Grabaron la conversación?

-Que yo viera, no.

 

-¿Cómo estaba vestido?

-Se vestía bien. Elegante.

 

-¿Cómo presentó sus objetivos?

-El me presentó eso como una cuestión para la defensa de la libertad de
prensa. Todo era para la libertad de prensa «en el mundo entero». Que ellos
eran una organización internacional para proteger a los periodistas en el
mundo entero. Dijo que lo patrocinaban muchas grandes firmas
de Francia, que le daban dinero para realizar esta labor.Que había
gente en Francia interesada en eso.

Se dice que Ménard es un tipo autoritario que no le interesa compartir.
El venía a dar instrucciones. No escuchaba. Venía a decir lo que había que
hacer.

 

-¿Ya RSF iba atacando a Cuba desde Francia?

-Claro. Lo que quería era que fuera de aquí directo. Parece que
antes se nutría de Miami. Pero quería tener su fuente de Cuba para que fuese
más creíble.

 

-¿Parecía persona adinerada?

-Para alojarse en el Hotel Nacional y alquilar un carro grande, de lujo.
Eso cuesta algunos dólares diarios.

 

-¿Cuánto tiempo duró este paseo?

-Como una hora. La computadora no me la entrega él sino que me cita en un
parque y entonces manda a su asistente a que me la entregue.

 

-¿Dónde fue eso?

-En el parque de 21 entre J y K. El parque grande que hay allí.

 

-¿Cómo fue?

-Me llamaron y me dijeron que debía estar en ese lugar en tal hora.

 

-¿Había alguien allí cuando llegó?

-No había nadie.

 

-¿Y qué hizo usted?

-Me senté en un banco y en eso llegó su ayudante, me entregó la computadora.
Era chiquita, una «laptop». Y se fue. Sin más.

 

-¿Eso corresponde, según su opinión, a una forma de actuar de servicios
de inteligencia?

-Lógico. No tiene nada que ver con el periodismo.

 

-¿Las citas en los parques son algo común en el periodismo cubano?

-En absoluto. Aquí nunca se necesita ir a un parque para esta labor.

 

-¿Tampoco encerrarse en un auto para que no haya testigos?

-Tampoco.

 

-¿Lo normal hubiera sido que pasara por su casa?

-Claro. El tenía mi teléfono.

 

-¿Y actuaban como si fueran gente acostumbrada de trabajar así?

-Sí.

 

-¿Como si fueran agentes de algún servicio de Inteligencia?

-Exactamente.

 

-¿Nunca había viajado a Cuba?

-Nunca.

 

-¿Y qué conocimiento tenía de Cuba?

-Ninguno. El llevaba dos días aquí. ¿Qué iba a conocer de Cuba? Hablaba
por ejemplo de un problema racial. Que haya en Cuba personas que
sean racistas, eso sí, pero eso existe en todos los países del mundo. Pero
en Cuba no hay política racista, ya que existen oportunidades iguales para
todas las razas. Al contrario de Estados Unidos.

 

-¿Cuánto tiempo se quedó en La Habana?

-Creo que se quedó una semana. No vio a ninguna persona más, que yo sepa.

 

-¿De qué forma se mantuvo en contacto con Ménard?

-Por teléfono. Me llamaba su ayudante desde Francia. Yo hablaba entonces
más con Régis, que con Ménard.

 

-¿Era él quien dirigía su actividad?

-Sí.

 

-¿Pedía temas particulares?

-Precisaba lo que quería que se hablara. Ellos indicaban los temas.

 

-¿Régis se comunicaba con usted cada semana?

-Casi todas las semana. Largas llamadas porque yo tenía que transmitir mis
textos. Yo leía las noticias y él las grababa. Y luego daba consejos.

 

-¿Consejos?

-Régis me reprochaba que yo era muy suave. Le decía que yo no estaba acostumbrado a decir ciertas palabras. Tengo un nivel cultural y no estoy acostumbrado a decir, ni a un enemigo, ciertas cosas. Me preguntaban
por qué no llamaba a Fidel Castro asesino. Le decía que tenía que respetar
a la autoridad para que me dejaran seguir. Pero él insistía para que yo
dijera que Fidel Castro era un asesino, que era esto, que era el otro. Esto
nunca lo consiguió de mí y eso llevó a una relación muy tensa.

 

-¿Se puso enojó en algún momento?

-Al final, sí. Era molesto. Y rompió y nombraron a otra persona
como representante porque él decía que yo no era suficientemente agresivo.
Y me daba ejemplo de otros que enviaban noticias que todas eran falsedades.
Que había tantas personas en huelga de hambre y era falso. No había nadie
en huelga de hambre. Una vez que se pretendía hacer una huelga,
yo fui personalmente al lugar, en el reparto (barrio) Santo Suárez. Entré de repente
a una hora que no me esperaban. Y me encontré con esa gente cocinando sopa
de pollo. Todo era una mentira.

 

-¿Dónde se publicaban sus noticias?

-Nunca supe, pues él nunca mandó recortes, nada. Sólo una vez me mandaron
una revistita, hecha por ellos.

 

-¿Solicitó informaciones sobre la defensa del país?

-Si. El quería saber si conocía de desafectos en el ejército, en la policía. Le interesaba saber eso.

 

-¿RSF actuaba como si fuera una agencia de prensa?

-Exactamente. Como una agencia de prensa y no como la asociación que pretenden
ser. Recogían su material y decían que lo repartían en distintos periódicos,
en Estados Unidos como en Europa. O sea actuaba como agencia de prensa.
No como defensor del periodista, en absoluto. Además, se creaban muchas
agencias en aquel momento -yo conocí «agencias» que eran el padre la madre
y el hijo- y ellos querían abarcarlo todo.

 

-¿Desde el principio le hablo de dinero?

-Claro. Hablaba de «ayudar». Que ellos «ayudaban» a los periodistas
que les ayudaban en esas campañas «por el bien de la prensa libre del mundo».
No hablaba de cantidades.

 

-¿Y cómo aparecía este dinero?

-Por una agencia bancaria gracias a la tarjeta Transcard. Me avisaban
que habían hecho una transferencia e iba a recoger el dinero con la mía.
Todos los meses mandaban algo. Me mandaban lo mio y lo que había que entregar
a los auxiliares. Ellos enviaban dinero por mi intermedio a los que les
ofrecían trabajos. Los que les convenían a ellos. Porque si no era así,
no los aceptaban, simplemente. Y mientras más mintiera, más te aceptaban
el trabajo. Mientras más exagerada era la mentira, más te la aceptaban.

 

-¿De qué cantidades mensuales estamos hablando?

-Ciento cincuenta, doscientos dólares. A mí me mandaban 100 dólares todos
los meses. A otros no. ¡Algunos recibían sólo 5 dólares al mes!

 

-Parece muy poco.

-Por supuesto, hacían un gran negocio. Un negocio fantástico que
seguro le daba miles de dólares. El decía que iba a ayudar. Pero no ayudaba
a nadie. Exigía un trabajo y lo pagaba. Eso no es ayuda. Eso es un negocio.
Con Ménard, todo es a cambio de algo. Llegó un momento que yo estaba
asqueado de tanta falsedad y cómo se robaban los unos a los otros. Llegaba
el dinero para un grupo y el Jefe de grupo tomaba el dinero y se desaparecía.

 

-¿Hasta qué punto la SINA (representación diplomática estadounidense
en Cuba) valoraba, en aquel momento, que usted era una persona de confianza?

-Yo tenía un pase para entrar a la SINA, cualquier día a cualquier hora,
con otras dos personas más. Como era graduado de una Universidad norteamericana,
consideraban que era más fácil entenderse conmigo que con cualquier otro
cubano. Había vivido en Nueva York, y conocía muy bien los Estados Unidos
y tenía muchos amigos allá.

 

-¿Usted se expresa en inglés con mucha facilidad?

-Lo hablo igual que el español. Cuando yo me reunía con ellos y había además
de cubanos, algún congresista norteamericano, pedían un traductor para los
cubanos. Me decían: «No Baguer, usted hable en inglés, nosotros traducimos
al español».

 

-¿Cuando empezó esa relación con la SINA?

-En 1998, estuve en contacto con el responsable de cultura, Gene Bigler.
Yo había ido a la SINA para buscar informaciones. El sabía ya que había
vivido en Estados Unidos y que yo era periodista. Me presentó a su jefe,
Joseph Sullivan.

 

-¿Después de que se supo de su papel, qué pasó? ¿Hubo algunas reacciones
imprevistas?

-He recibido por lo menos una docena de amenazas de muerte.

 

-¿De qué forma?

-Anónimas. Por teléfono.

 

-¿De aquí?

-No, de afuera. De cubano-estadounidenses.

 

-¿Cómo puso fin a su relación con la gente de la SINA?

-Al día siguiente que se reveló mi trabajo como agente, llamé por teléfono
al señor Cason, el jefe de la SINA, para saludarlo. Pero cuando me identifiqué,
gritó: ¡No quiero saber nada!» Y colgó. No apreció la llamada.

 

-¿Que valoración conserva usted de Ménard?

-Para mí es un delincuente. Sinceramente. Porque engaña
a todo el mundo diciendo que quiere libertad de prensa. ¿De qué libertad
de prensa se trata si él te dice lo que quiere que tú le digas? Pero
eso era lo que reclamaba Reporteros Sin Fronteras. Mentiras. Escribir lo
que sea, aunque no lo pudiera probar.

 

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