Rodolfo J. Novakovic / La criónica de los aldebaranes

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En efecto, el envejecimiento no sólo se produce porque las células dejan de dividirse, sino por una serie de otros factores, como desechos o residuos tóxicos en los tejidos, alteraciones en el ADN, mala alimentación, sedentarismo, etc. Dado que los mecanismos de envejecimiento son idénticos, los primeros estudios se realizaron en gusanos del tipo nematodos, los que viven por sólo nueve días, quienes luego de ser transferidos con telomerasa, lograron vivir más de 50 días, lo que a escala humana significa una vida de cerca de 400 años.

Las células humanas no se dividen mientras sus funciones, para mantener un organismo complejo, se preserven. Así, por ejemplo, si extraemos las células desde el tejido de un feto, al no tener que mantener con vida a dicho organismo, comienzan a dividirse, puesto que ya no son utilizadas para otras funciones. Así, primero se duplican en número, luego duplican el doble del número anterior, y así sucesivamente hacia dividirse unas cien veces. Luego, se “gatilla una orden” dentro de éllas y células dejan de dividirse.

Posteriormente, las mismas dejan de alimentarse en el cultivo, sus membranas se deterioran, deteniéndose por completo la reproducción celular; proceso que se denomina senescencia celular. Ahora bien, si en lugar de utilizar células de un feto, se utilizan las células de un humano de 70 años, éstas se duplican hasta 20 veces dentro de un cultivo, después del cual cesa la reproducción celular. En resumen, el reloj corporal de los humanos se pone en marca desde el mismo momento en que nace, siendo las células de un humano viejo también mas viejas.

La razón de lo anterior se debe al telómero, que corresponde a una pequeña zona en el extremo de los cromosomas, parecida al tubo de plástico que usan los cordones de los zapatos para que no se deshilachen. Cada vez que las células humanas se dividen, también el telómero se vuelve más pequeño, de modo tal que una vez que las células alcanzan las 100 reproducciones, el telómero es apenas una “puntita” con la cual no puede iniciarse el proceso de reproducción.

El resultado es que los genes, antes cubiertos por el telómero, ahora quedan totalmente expuestos iniciándose la producción de proteínas que potencian su deterioro. En otras palabras, el reloj celular corresponde al telómero.

Los aldebaranes hallaron entre los humanos dos tipos de células cuyos telómeros no disminuían al duplicarse: el esperma y las células del cáncer; pudiendo éstas dividirse no cien, sino miles de veces. Así se descubrió que la enzima denominada telomerasa participaba en la protección de los telómeros, de modo que éste mantuviese su longitud. Por ello, Diego y sus científicos lograron evitar que las células cancerígenas continuasen dividiéndose por medio de –entre otros procesos— eliminar la telomerasa desde las mismas, acortando aún más el telómero y deteniendo el avance del cáncer de modo definitivo. Pero al mismo tiempo, al agregar dicha enzima a las células sanas —junto a otros mecanismos— se lograba prolongar la vida de ellas.

Así, en el caso de Ferdinand se aisló y clonó de la parte activa de la telomerasa y se manipuló transfiriéndolo al resto de sus células que no lo producen normalmente. Las células del austríaco, por tanto, se habían vuelto inmortales y podían dividirse en forma indefinida, miles de veces, porque el telómero en todas ellas tiene la longitud de un niño recién nacido.

De este modo, consumiendo alimentos ricos en antioxidantes (verduras crudas, frutas y aceites vegetales sin cocer) se evita que las sustancias de desecho metabolizadas por las células produzcan radicales libres, lo cual provoca un desequilibrio eléctrico dentro de las células.

Un segundo producto de desecho que generan las células de Ferdinand —y las células humanas, en general— es el que reNegritasultan del exceso de azúcares y de proteínas, las que se unen atrayendo a otras proteínas formando una red pegajosa y parda que bloquean las arterias y “caramelizan” el saco de colágeno del cerebro, otorgándole un color pardo que es característico de quienes padecen diabetes.

Con la edad y al no haber recambio celular, esta red pegajosa y parda alcanza a las personas también aparentemente sanas, provocando un natural bloqueo de las arterias, rigidez de las articulaciones y un opacamiento del cristalino. Así, mediante técnicas que revierten el proceso de “caramelización” e introduciendo en las células de la piel el gen del tipo de los liposomas, usando cremas que contienen vehículos de transporte de genes, es posible mantener una piel lozana y rejuvenecida por el tiempo que se desee.

Si bien inicialmente los humanos y los híbridos requieren de tratamiento una vez cada 12 años para mantenerse física y mentalmente fuertes, cuando la vida se prolonga más allá de los 150 años, el proceso de depuración debe efectuarse en intervalos más cortos, debido a los efectos colaterales que produce una indefinida duplicación celular, además de altas concentraciones de telomerasa en todo el organismo. Como todo sistema está enlazado con otro, simples mutaciones en ciertas zonas, que antes no tenían la capacidad de expresarse, ahora se prolongan en el tiempo junto con sus efectos, los cuales deben ser eliminados o disminuidos en cada intervención, volviéndose dichos seres cada vez más dependientes de las drogas y sustancias químicas que les devuelvan la vitalidad perdida.

Por circunstancias de la vida que no es preciso aquí narrar, Ferdinand estuvo a cargo de una misión en Europa, en extremo compleja, que le significó ausentarse de la isla por más de diez años, lo cual le significó no someterse a sus terapias periódicas, siendo encontrado por la “Congregación en un precario estado de salud. Para evitar que las células alteradas se reproduzcan y sus metabolitos alteren y dañen de modo irreparable zonas cerebrales delicadas, los aldebaranes bajaron la temperatura corporal desde los normales 37°C a -120°C. Ello, porque las bajas temperaturas otorgan las condiciones que permiten preservar los tejidos durante siglos, incluyendo la base neurológica de la mente del humano. Sin peligro de la formación de hielo el tejido cerebral, posteriormente se enfría hasta -196°C (unos 77°K), donde los procesos metabólicos prácticamente se detienen, sin afectar al organismo.

En efecto, la descompensación que experimentaría un cuerpo a 37°C por seis minutos, un organismo criónico lo haría en un 10 E(23) años a una temperatura de 77°K. De este modo, tanto el daño asociado al proceso criónico como el rejuvenecimiento de todas las células del organismo humano son reversibles.

Cuando se detiene el flujo sanguíneo en el cerebro, el daño es el resultado de una serie de procesos complejos que duran mucho más de los seis minutos de límite para la resucitación. Lo que sucede, dentro del actual conocimiento que los humanos tienen sobre el tema, es que la perfusión por encima de este límite de seis minutos daña más bien a los vasos sanguíneos y no tanto al tejido cerebral. Así, por ejemplo, la apoptosis o muerte programada de las neuronas precisa varias horas, y no minutos.

La Congregación es capaz hoy de revertir, en humanos y en seres hibridados, los cambios complejos debidos al envejecimiento, de la misma manera que establecen son reversibles la complejidad de los cambios debidos a la detención del flujo sanguíneo. De esta manera, en el caso de Ferdinand, él sufrió una descompensación severa en Europa dos días atrás, por lo cual en menos de dos minutos fue enfriado a -120°C para detener los procesos biológicos y bioquímicos que tendrían lugar en sólo seis minutos a 37°C, de manera que a esta nueva temperatura los mismos procesos sucederían después de 34 mil años.

En el enfriamiento del paciente se ocupa la técnica por convección, combinación de conducción y circulación de fluidos. En la convección, el cuerpo se enfría mediante un gas o fluido que circula rápidamente de modo que pueda transportar el calor alrededor de la cepa de conducción térmica. Para la convección se utiliza lo que los humanos conocen como Ley de Enfriamiento de Newton, que iguala la velocidad de transferencia del calor a hA(Ts-Tf), donde Ts es la temperatura inicial, de la cabeza y del cuerpo, Tf es la temperatura final, A es el área superficial y h es una variable que depende de la velocidad del movimiento del fluido así como de la conductividad térmica y de la capacidad calorífica del medio refrigerante.

Una mayor velocidad del flujo y una mayor conductividad térmica incrementarán el valor de h. La Ley de Enfriamiento de Newton indica que la velocidad de enfriamiento es mayor al inicio del proceso, cuando la temperatura inicial Ts es mucho más alta que la temperatura final Tf. Con el paso del tiempo, la velocidad de enfriamiento se reduce de manera exponencial. La reducción de la temperatura amplía considerablemente el tiempo sin flujo sanguíneo antes de que se produzca un daño irreversible.

Por ejemplo, si a un ser humano se le disminuye la temperatura de 37°C a 31°C, la duración del tiempo isquémico necesario para causar un 50% del daño neuronal de los gerbos se incrementa exponencialmente al bajar la temperatura. En animales, como por ejemplo perros, disminuyendo la temperatura del tímpano a 10°C, pueden permanecer entre 90 y 120 minutos con paro cardíaco y ser luego recuperados sin daño neurológico alguno.

Algunos japoneses en 2007 ya habían logrado que en casos de cirugía aórtica, se haya detenido el corazón de seres humanos sometidos a profunda hipotermia durante más de una hora, sin el mayor daño o déficit neurológico. Los sujetos alcanzaron “silencio electrocerebral” completo, entre temperaturas de 16° y 24°C, para ser recuperados a temperatura normal sin déficit neurológico, lo que confirmó que la actividad dinámica cerebral puede detenerse y reiniciarse sin pérdida de la identidad personal.

Otro ejemplo reconocido entre los humanos es el de la Rana Sylvatica de los bosques del Norte de EEUU, en donde se observa el aumento de la protección hipotérmica a raíz de una lesión isquémica a temperaturas bajo cero, pudiendo ella sobrevivir en un estado de semicongelación sin latido alguno, por espacio de varios meses a temperaturas de entre -3°C y -6°C, con una recuperación total tras la vuelta a la temperatura normal. Décadas antes, un investigador de Japón reemplazó la sangre de cerebros de gato por glicerol para reducir la formación de hielo a -20°C. Tras 45 días sin circulación sanguínea de ningún tipo, el cerebro del gato revivió demostrando un aspecto normal de su electroencefalograma (EEG).

Finalmente, se ha establecido la famosa ecuación de Arrhenius, en la que se relaciona la velocidad de reacción (k) de la reacción química (que incluye el metabolismo y el proceso de lesión isquémica) y la temperatura T como K = A exp (-Ea/RT).  Donde T está en grados kelvin, Ea es la energía de activación, R es la constante universal de los gases (8.314 Julios/mol-kelvin) y A es el factor de frecuencia (relativo a la frecuencia de las colisiones moleculares y la probabilidad de que esas colisiones estén orientadas favorablemente para una reacción). Así, la velocidad de reacción de las enzimas a diversas temperaturas ofrece una buena aproximación de la relación entre la temperatura y el índice metabólico

En los humanos el límite de los seis minutos no es un fenómeno neurológico, sino que corresponde principalmente a un problema de resistencia vascular que puede suplirse en parte incrementando la presión de la perfusión. Las lesiones por perfusión se refieren al daño infligido al tejido, a 37°C, cuando el flujo sanguíneo se restablece tras un período isquémico de más de 20 minutos. El reabastecimiento de sangre tras un período excesivo de isquemia inicia procesos inflamatorios que provocan que el oxigeno forme radicales libres tóxicos (del tipo oxigeno reactivo) tal como el superóxido. El superóxido producido por la xantinaoxidasa daña el endotelio mucho más que la parénquima.

En condiciones de inflamación, como sucede en la reperfusión, el óxido nítrico sintetasa inducible puede incrementar la concentración de óxido nítrico miles de veces por sobre el nivel normal. Durante la reperfusión, cantidades anormalmente altas de superóxido convierten casi todo el óxido nítrico disponible en peroxonitrito, que es considerado como el agente causante de la mayor parte del daño a las células endoteliales capilares del cerebro. De todos modos, a pesar de los efectos dañinos de la excitotoxicidad, la estructura cerebral normalmente se mantiene post-mortem mucho más tiempo del que se estima vulgarmente.

Una de las razones por la que más de seis minutos de paro cardíaco conduce a daño cerebral se debe a que con la isquemia comienza un proceso de autodestrucción de las neuronas (apoptosis) que necesita varias horas en completarse. Tras la isquemia, las neuronas del sector CA1 del hipocampo son mucho más vulnerables a convertirse en necróticas que las neuronas de cualquier otra parte del cerebro. Pero la muerte celular en el hipocampo que sigue a la isquemia puede reducirse significativamente con el uso de “inhibidores de caspasa” que detienen el proceso apoptótico.

Los “inhibidores de caspasa” también se han usado para bloquear la apoptosis en células hematopoyéticas criopreservadas y recuperadas térmicamente desde temperaturas criogénicas. La proteína Bag-1 que aglutina los miembros pro-apoptóticos de la familia de la proteína Bcl-2 ha demostrado unos poderosos efectos anti-apoptóticos en hígados de animales sometidos a daño isquémico o daño por reperfusión.

Actualmente, la mayor parte de los neurocientíficos humanos coinciden en que la base anatómica de la mente está codificada en estructuras físicas del cerebro, particularmente en la conectividad del Neuropilo y la fuerza sináptica, y posiblemente en la estructura epigenética neuronal. El hecho de que la ausencia completa de actividad eléctrica en el cerebro no impida una recuperación neurológica completa sustenta la hipótesis de que el fundamento último de la consciencia es más bien estructural antes que dinámico y puede, por tanto, preservarse a temperaturas criogénicas.

El hecho de que una recuperación significativa de la función del córtex cerebral sea posible después de un infarto se asocia a una redundancia de la información almacenada en el cerebro. Las terapias basadas en el trasplante de células madre tienen el potencial de aumentar aún más la recuperación del cerebro del daño causado por isquemia, toxinas y por la criopreservación.

Estas consideraciones aumentan el daño que puede ser tolerable para la recuperación de un humano preservado criónicamente en condiciones no óptimas. La conservación de la estructura cerebral y el restablecimiento de la función cerebral son esenciales en criónica. Otros órganos y tejidos no son tan importantes porque la Congregación ya está obteniendo, fácilmente, órganos artificiales y han logrado regenerar tejidos gracias a las células madre. La base de esta técnica está en la forma en que se regeneran las extremidades en las salamandras, la que se usó como línea maestra de investigación en la ciencia regenerativa de mamíferos.

Dos días después, y como si nada jamás le hubiese sucedido, Ferdinand se unía a nosotros en las caminatas por entre los ríos y bosques de la Isla Melchor, sin que nadie pudiese sospechar ni de su edad ni de lo precaria que había sido su condición de salud, tan sólo unas horas antes.

* Físico, escritor.
En http://articuloschilenos.blogspot.com

Addenda

La estrella Aldebarán es la más brillante de la constelación de Taurus y representa el ojo del toro celeste. Su nombre proviene del árabe Al Dabaran (El Perseguidor) o quizás de Na’ir al Dabaran (La más brillante del Perseguidor), nombre que se deriva de que Aldebarán sigue a las Pléyades —a las que defiende de Orión— en el movimiento diurno celeste.

Ha sido considerada una estrella importante desde tiempos remotos. Para los babilonios era I-ku-u (La Estrella que conduce a las estrellas). Para los persas ya era Paha (El Perseguidor). Los romanos la llamaban Palilicium, para conmemorar las Palililia, fiestas en honor del dios de los pastores y de la fundación de Roma. Es posible que Aldebarán sea también citada en la Biblia con el nombre de Kimah.

Desde el punto de vista físico, Aldebarán es la 13ª estrella por orden de brillo y se le atribuye una magnitud de 0,86. (superior a la magnitud 1). Su color anaranjado se debe a que se trata de un astro en el proceso final de su vida.

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