Salvatore Quasimodo. – NOTICIA BREVE DE UN AUTOR ENORME

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Salvatore Quasimodo nació en Módica, Sicilia, el 20 de agosto de 1901. Es así como se comienza una biografía: lugar de nacimiento, fecha y quizás color de los ojos, como si se tratase de una reseña para la oficina de Registro Civil. Sin embargo este poeta siciliano, como todos los poetas, no tiene biografía; su vida es simple, con algunas fechas destacables: un viaje, un encuentro importante.

La biografía de un poeta es su obra, dejó dicho, con verdad, Octavio Paz. Es pues allí donde debemos ir -a los poemas, prosa y traducciones- en procura de páginas donde informar. No obstante, algunas cosas es necesario decir, para entenderlo. De su pobreza, por ejemplo. El padre era Jefe de Estación de los Ferrocarriles y así el niño Salvatore va de estación en estación, viviendo algún tiempo en un viejo vagón abandonado. A los 18 años deja Sicilia, físicamente se entiende, pues él será siempre el poeta de aquella isla maravillosa donde se juntaron tantas civilizaciones, especialmente la griega, de la cual reivindicará un origen en verdad vago y sólo adquirido con el estudio y las traducciones de los poetas.

Quasimodo estudia en el Politécnico de Roma y, por su cuenta, latín y griego. Para procurarse el sustento hizo un poco de todo: dibujante técnico, empleado en una ferretería, geómetra en Reggio Calabria, Liguria, Sondrio y Milán. En esta última ciudad establece bases definitivas; allí le conceden, “per chiara fama”, la Cátedra de Literatura Italiana en el Conservatorio de Música Giuseppe Verdi, donde ejercerá como profesor hasta cuatro meses antes de su muerte ocurrida en 1968.

Quasimodo altera sus datos biográficos y nada le importan las demostraciones que los adversarios hacen de la falsedad de aquellas indicaciones. Son inocentes mentiras necesarias a la máscara que pretende de “griego siciliano”. Por esta razón se proclama nacido en Siracusa y a su abuela como “una verdadera griega”, buscando así un parentesco, o una relación de origen, con las fuentes clásicas, mientras los adversarios comprueban que la vieja “nonna” era sólo una humilde descendiente de prófugos.

Sicilia como paraíso perdido

Tal vez Quasimodo era, propiamente, un producto de las “dos Sicilias”, con todo lo que ello implica. En todo caso, sus traducciones del griego son verdaderas recreaciones en medida tal que Edoardo Sanguineti lo representa exclusivamente con ellas en su antología de la poesía italiana del 900. Quasimodo es un poeta de isla que llega a convertir aquella tierra en el “paraíso perdido” del hombre; como todo poeta que se precie, universaliza la “pequeña casa”, con todas las cosas que sus ojos vieron, desde las viviendas destruidas y los cadáveres y los soldados que fusilan saqueadores ante su sorpresa de niño refugiado en un vagón en una vía muerta, hasta las lecturas y recreación de la poesía griega y de los clásicos latinos.

Hay una amistad importante, la de Giorgio La Pira, compañero de escuela que se convertirá en el famoso alcalde de Florencia. En 1917 funda con él, y otros, una revista literaria. Un importante período, entre 1929 y 1930, lo pasa en Florencia, donde se introduce en el ambiente de Solaria, revista de notable importancia en la historia de la literatura italiana; allí comienza a conocer personalmente figuras relevantes de la literatura, lo que le servirá de mucho en su ubicación definitiva en Milán.

Traducciones e influencias

fotoTraduce a los clásicos. Se inscribe en el Partido Comunista del cual se alejará casi inmediatamente, aunque siempre se proclamará como un hombre de izquierda. En 1959 gana el Premio Nobel en medio de una dura polémica sobre la calidad de su poesía y de algún artículo mordaz que lo llena de tristeza.

Su obra poética se puede catalogar en ocho libros, aunque algunas de sus partes fueron editadas separadamente y otros corregidos y aumentados con poemas nuevos, lo que hace un poco engorrosa la enumeración total, prefiriendo, repito, remitirme a esos ocho libros tal como los presentó Mondadori. Hay que destacar que de esta época “solariana” sale con alguna influencia d’annunziana y pascoliana, fácilmente detectable en sus primeros poemas, pero también con un lenguaje elíptico que será suyo por largo tiempo, y con los signos primeros del hermetismo.

Hace traducciones muy importantes de Catulo, Virgilio, Esquilo, Shakespeare, Cummings, Neruda, Ovidio y Molière, entre otros. También discurre, mereciendo mención su trabajo sobre El poeta y el político y sus Discursos sobre la poesía. El inicio del siglo XX de la poesía italiana está marcado por el futurismo, de Marinetti sí, pero también de los compañeros de movimiento, entre los cuales Gian Pietro Lucini, considerado por algunos como el mejor poeta del grupo.

Como es obvio, esta centuria no se puede separar drásticamente de la anterior, en cuyos albores existieron poetas de notable influencia sobre la poesía inicial de ésta, como Novaro, Maestri, Negri, Gaeta y el propio D’Annunzio. Si una nota dominante se puede mencionar en la poesía italiana del siglo XX es el intimismo, sin olvidar el aluvión realista ocasionado por la II Guerra Mundial, en el cual cabe destacar a Pasolini y Sanguineti. Los poetas trascendentes de esta centuria son muchos y diversos, como Campana- corrosivo-, Ungaretti –ejemplar por muchas razones, en especial por su trabajo sobre la palabra–, Montale –de gran complejidad–, Pavese –autor de la apertura de un ciclo que cierra con Pasolini y Sanguineti–; el primero caracterizado por una poesía llana y coloquial, y el segundo por la corrosión y lo grotesco, anunciador del ocaso de la vanguardia. Entre ellos, Quasimodo, un poeta importante por muchas razones, como veremos, donde se entremezcla la herencia clásica, la guerra, una profunda religiosidad y el bagaje poético de todo lo que ha sido la isla siciliana en la historia del Mediterráneo.

Los poemarios

Quasimodo comienza la aventura en su época de geómetra en Reggio Calabria. Louis Aragon advierte, en 1959, en Les lettres françaises, que el realismo de este poeta “es distinto del neo-realismo, como de cualquier forma de naturalismo, aún de aquellos enmascarados bajo la etiqueta socialista”. Los poemas escritos entre 1917 y 1929 están recogidos en Acque e terre, libro que sería sometido posteriormente a una profunda revisión por el autor.

Allí están las líneas maestras de la poesía de Quasimodo. 1930, año de la edición, bien puede considerarse una fecha clave para el hermetismo. La polémica se inicia apenas el volumen aparece y se acentuará dos años después con la edición de Oboe sommerso; se dice que nuestro poeta está influenciado por modelos estilísticos típicamente ungarettianos y por la “negación” de Montale. Hay que recordar que Quasimodo se encuentra con el hermetismo en Florencia, aunque las tendencias herméticas no sean exclusivamente florentinas, sólo que en aquellos momentos es la maravillosa ciudad toscana la que impone tono y medida a esta tendencia; además, allí se registran las propuestas tardo-decadentistas y neosimbolistas y giran las inclinaciones europeizantes, especialmente de origen francés (Apollinaire, Valéry, Eluard).

Es en Florencia donde se pone en evidencia el nacimiento de una nueva crítica y se desarrolla lo que Oreste Macrí llama, en prólogo a Quasimodo, “la poética de la palabra”. En ambos libros pueden encontrarse naturales errores de sintaxis, pero también la esencialidad y la pureza que serán características a este poeta. Sicilia es ya un “país inocente”, en la concepción que de tal tenía Ungaretti.

Quasimodo convierte la infancia en una edad mítica y a la isla en una prospectiva encantada. También está la religiosidad, alcanzando alguno de estos poemas tono de oración.

Quasimodo escribe inmerso en los mitos sicilianos, especialmente aquellos de proveniencia griega y llora por una naturaleza que tal vez sólo sirve para colorear un poco las ilusiones. Es permanente la identificación que hace Quasimodo entre naturaleza y búsqueda interior. Algunos críticos encuentran, en estos dos primeros libros, la presencia de D’Annunzio y del decadentismo. Algunos poemas de Acque e terre, especialmente aquellos de la época más juvenil, habían sido publicados en revistas y periódicos, moviendo a la crítica a señalar la presencia, además de D’Annunzio, de Pascoli.

Es normal que en todo libro primerizo se encuentre inseguridad en el lenguaje, y éste no es una excepción. Aquí cohabitan formas libres y métrica tradicional. Entre los primeros poemas y aquellos finales, se puede encontrar a Pascoli como responsable del retardo de Quasimodo en descubrir a Montale y Ungaretti. Oboe sommerso, editado como hemos dicho en 1932, recoge algunas poesías ya publicadas en y nos revela la presencia de un léxico extraño.

Gianfranco Contini (Letteratura dell’Italia unita, Sansoni, Firenze, 1968) hace notar que “el deseo de eterno se muestra en una infalible señal luminosa: sustantivos no `actualizados’ o, en cualquier caso, no determinados por artículos”.

En este libro danzan voces astrales, no humanas, el viento y la muerte, en un retorno al caos original donde todas las cosas se reencuentran. Erato e Apòllion, el libro más representado en nuestra labor de traducción, representa en Quasimodo la cumbre del hermetismo. Es un bello libro, lleno de misticismo y fuerza, donde pienso que se recogen los mejores poemas escritos por el siciliano.

Es en Nuove poesie (1936-1942) donde se puede señalar ya una aproximación definitiva, una casi identidad, entre Quasimodo y las traducciones-recreaciones que hace del griego. Aquí el paisaje se humaniza. Por lo demás, el propio poeta declaró que no estaba en su intención restituir a la poesía griega ritmos y formas originales, y sí revestir el canto de los antiguos de formas gratas a su concepción poética.

Ya hemos dicho que Edoardo Sanguineti (Poesia del novecento, Torino, 1969) representa a Quasimodo sólo con sus traducciones, en un modo de hacer, a mis ojos, exagerado e injusto, aunque comparto la explicación del antologista en cuanto señala esas traducciones como uno de los documentos más significativos del hermetismo. También tiene razón Giacinto Spagnoletti (La letteratura italiana del nostro secolo”, Mondadori, Milano, 1985) cuando señala que en los versos finales de este libro Quasimodo muestra ya mayor disposición al diálogo consigo mismo y con los demás.

En 1942 es publicada una antología bajo el título Ed è subito sera (incluye Acque e terre, Òboe sommerso, Erato e Apòllion, Nuove poesie), donde la visión de conjunto permite detectar la prevalencia del endecasílabo, verso tradicional de la lírica italiana, aunque se encuentran también medidas diversas. Constituye una representación del neoclásico, como en el poema Ride la gazza, nera sugli aranci, donde encontramos muchachos que danzan a la luz de la luna.

Giorno dopo giorno, de 1947, es para el crítico Carlos Bo uno de los libros más discursivos de Quasimodo, sin lo que se pudiera llamar correcciones al mundo inicial, pero sí con la presencia de un modo de resistir en la propia verdad contra las sugestiones del tiempo. Aquí aparece ya la experiencia traumatizante de la guerra y, con ella, un deseo de mayor participación en el destino común.

Con Il falso e vero verde, de 1954, vuelve a la temática de la isla, esta vez con profundas marcas surrealistas, en suma, la reaparición de viejos módulos adaptados a la evolución más reciente. En La terra impareggiabile, de 1958, manifiesta, en cambio, una sostenida voluntad de experimentación que lo lleva hacia la multiplicidad de motivos así como a estilos desiguales. En este libro se encuentra desde lo elegíaco-meditativo hasta el dato biográfico, todo dentro de una seria reflexión ética.

Dare e avere, de 1966, recoge los últimos años del poeta, con natural predominio del sentimiento de la muerte y de una aceptación calma de este final común a todos los hombres.

La crítica

Eugenio Montale fue uno de los primeros en escribir sobre Quasimodo. En la revista Pegaso (No.3, Firenze, marzo de 1931), comentó el entonces recién aparecido Aque e terre, señalando un salto de la habilidad a la poesía en el siciliano, de quien, evidentemente, conocía poemas sueltos publicados en revistas y periódicos. Insistía Montale en que Quasimodo había pasado del artificio a la verdadera expresión y que, para él, había en el libro la dignidad de una búsqueda que bien merecía reconocimiento.

El segundo libro de nuestro poeta, Oboe sommerso, hizo decir a Elio Vittorini (Il lavoro, Genova, 15 de septiembre de 1932) que encontraba una poesía por eliminación, que se realizaba aligerándose y separándose de algo que la aprisionaba. Oreste Macrí (en Prólogo, Milano, 1958) asevera que en Quasimodo se cumple la última crisis del simbolismo. S.F.Romano (Poesia e poetica di S.Q-Poetica dell’ermetismo, Sansoni, Firenze, 1942), habla de un sentimiento de bienes perdidos, de dolores solitarios y pánicos vividos en un clima de mitos eternos, todo en figuras poéticas de belleza helenística. Así, Giancarlo Vigorelli encuentra en nuestro poeta un estallido de locura griega. Carlos Bo recuerda que Quasimodo tiene necesidad de probarse a cada momento entre la verdad de ayer y los datos probables de hoy.

Giorgio Barberi Squarotti (Quasimodo entre mito y realidad, Udine, 6 de noviembre de 1958) explica como nuestro poeta queda en el límite de la oposición de dos esquemas, el dato y el mito, resaltando el lenguaje con dicción desnuda de los hechos y como creación de ejemplaridad universal, todo bajo la presencia del demonio de un clasicismo alimentado del mito de la “grecitá sicula”. Francesco Flora habla de una metáfora de los elementos primordiales y Gianfranco Contini de un sueño de sensaciones y sentimientos declaradamente ligados a los mitos mediterráneos trasladados a un lenguaje incorruptible, lapidario y lúcido.

Algunos críticos limitan el análisis de Quasimodo al hermetismo, considerando éste como un “extrañarse” de todo contacto con la realidad, como un cerrarse a las ansias humanas de un tiempo. Esta crítica peca de desvinculación total con el contexto histórico.

A la hora de los juicios no podemos olvidar la situación de Europa en los años 30 y 40, aquella de Hitler y Mussolini. El hermetismo no es otra cosa que una reacción dolorosa de encerramiento en sí mismo, un planteamiento de rescate de los valores morales y la exigencia de una relación más profunda –en lo posible– entre arte y vida. Como muy bien lo señala G.Zagurrio (Quasimodo, la nueva Italia, Firenze, 1964), era ésta la única forma posible de heroísmo para la literatura en aquellos tiempos oscuros. Era natural un escape a la identificación con aquella negra realidad, de Italia en particular, y del hombre contemporáneo en general.

El hermetismo procuraba reducir la vinculación del yo con los sucesos históricos para tratar de conquistar una libertad interior metahistórica. Cuando la guerra termina, Quasimodo canta la terrible experiencia y entonces los mismos críticos se lanzan contra él por, supuestamente, haber abandonado el hermetismo.

Como quedó dicho, Quasimodo encuentra esta tendencia en Florencia y se siente a gusto, procura adecuarla a sus necesidades poéticas y a su angustia de siciliano en fuga. En el hermetismo encuentra la libertad, más allá de la máscara autoimpuesta.

No es en la división entre una época hermética y otra supuestamente anti-hermética donde la crítica puede aproximarse con justicia a este poeta. Él mismo dejó dicho que no buscaba otra cosa que disonancias, algo más que la perfección. Friedrich (La struttura della lirica moderna, Garzanti, Milano, 1971) dejó dicho que “las tensiones de disonancias son una característica de la poesía moderna”. Disonancia implica rechazo en los órdenes espacial, temporal, objetivo y espiritual y de aquellas distinciones que son necesarias a un orden normal (vecino y lejano, luz y sombra, dolor y alegría). Quasimodo parte –y por allí continúa– con la ruptura entre la imagen de la adolescencia y la de hombre.

Quasimodo publicó también importantes trabajos en prosa, siendo el primero de ellos Petrarca y el sentimiento de la realidad. Merece también destacarse Scritti sul teatro, de 1960, donde recoge la correspondencia mantenida con los lectores a través del semanario Temp”.

El ensayista

fotoUn ensayo interesante es Leonida di Taranto, un escrito sobre este poeta griego considerado por muchos un autorretrato, una especie de testamento espiritual. En 1969 fueron publicadas Las cartas de amor (dirigidas a la Cumani**). Mención aparte merece El poeta y el político (y otros ensayos), donde están incluidos sus conocidos Discursos sobre la poesía; en éstos se encuentra una referencia constante a T.S.Eliot, cuyos ensayos sobre Virgilio y Dante llaman especialmente la atención del siciliano, así como la poética, en general, del celebrado autor.

Como hemos visto, la labor de traductor es tan importante en Quasimodo que es considerada como parte esencial de su obra de creación. Sin duda, la más importante es la referida a los Lirici greci, de 1940. También tradujo a Virgilio y a Catulo, El Evangelio según San Juan (1945), La Odisea (el mismo año), a Shakespeare y Neruda (1952), a E.E.Cummings(1958), a Ovidio(1959), a Conrad Aiken( 1963), a Tudor Arghezi (1966), La Ilíada (1968) y a Paul Eluard (1970).

Escribió también libretos para música. Para esta versión en español hemos seleccionado entre los poemas de Quasimodo que más nos gustan personalmente; como siempre sucede, legítimamente, en estos casos; hemos procurado, sí, representarlo en todas sus etapas, dos si se quiere, y en las diferentes modalidades adoptadas por su poesía.

Los poemas traducidos

Abrimos con Ed é subito sera, un poema de difícil traducción a pesar de su brevedad; era, originalmente, apenas la parte final de un largo poema titulado Soledad, y reducido por el poeta a estas tres expresivas líneas, a esta “fulguración”, a un viaje instantáneo y fulminante de la luz a la sombra, de la alegría a la desesperación, de la vida a la muerte. De este brevísimo poema se han hecho centenares de traducciones no del todo satisfactorias; ensayamos la nuestra, con la protección de las deidades griegas que pululan por el cielo de Sicilia.

En Antico inverno salimos de un interior oscuro a un mundo exterior leve y aéreo. Rifugio di uccelli notturni es una recurrencia quasimodiana: la relación yo-árbol, siempre éste uno torcido que escucha las voces del abismo.
tiene la virtud de soldar, aunque provisionalmente, pasado y presente, permitiendo la posesión total del yo, mediante el alivio del abismo quasimodiano entre el pasado adolescente y la realidad del hombre.

Como hemos dicho, Erato y Apòllion representa el clima del hermetismo en Quasimodo; en los poemas seleccionados orfismo y cristianismo medieval se dan la mano. Apòllion, feroz dios del ascetismo medieval, “amado destructor”, premia a sus fieles seguidores con atroces martirios. El tema fundamental es el de la muerte, que cumple una función de permanencia, sustrayendo al tiempo los rostros de las personas amadas y dotando, así, a los sentimientos, de un carácter permanente. En este libro queda proclamado que sólo la muerte plena, el límite del dolor, permite superar la no-vida, la aridez, y alcanzar la purificación de un espíritu liberado de la materia, criatura- como ha sido señalado-que retorna angelicalmente al Edén.

Airone morto, es un esfuerzo por interiorizar la realidad externa. La garza muerta es símbolo de la maceración de un dolor que el poeta hace suyo. En A tuo lume naufrago encontramos una permanente antinomia quasimodiana, aquella entre la noche y el nacimiento (en este poema en medio de un dulce paisaje) que no autoriza la superación de la pena, pero sí una agudización de la conciencia de desterrado a la cual se agrega la maldición-don de la poesía (“Tu donación/de palabras, Señor, descuento asiduamente”).

El destierro interior es un tema frecuente en Quasimodo, pero también en toda la poesía italiana del 800 y del 900; ésta imposibilidad de dar un centro a la propia vida podemos encontrarla en Ungaretti y Montale, por ejemplo. Los demás tienen un rol asignado en la sociedad, mientras el poeta deambula, aislado en la soledad.

En Isola di Ulisse se habla de Sicilia, no de Ítaca, en tiempo de abejas, esto es, de imperceptible viaje de una estación a otra. La urraca es una presencia hostil que bien puede disolver el encanto de la memoria, aquella de los muchachos que juegan en el prado, como en la poesía griega. Este poema, Ride la gazza, nera sugli aranci, es un canto ritual dentro de la mejor tradición clásica.

Strada di Agrigentum nos muestra caballos al galope, hace sentir un espacio interior inmenso y desolado. La dolce collina es una suma de la poesía quasimodiana, una combinación de viento, noche y lluvia, cruzados por pájaros, un recuerdo que fija imágenes en posibilidad de mutación.

En fin, Le morte chitarre, como ejemplo de Il falso e vero verde, delirio de sonidos y colores. Hemos incluido, por supuesto, los poemas representativos de la época de postguerra.

Salvatore Quasimodo, un poeta que encontramos y amamos y que hemos traducido por la insatisfacción de las versiones conocidas en nuestra lengua. El lenguaje de Quasimodo, cruzado de expresiones sicilianas y de otras casi sólo suyas, así como su hermetismo, nos han exigido un sostenido esfuerzo. Es nuestra esperanza que esta nuestra versión lo haga más auténtico para los lectores del español. Conocerlo hasta la intimidad, amanecer con él en busca de una palabra adecuada que nos permitiese hacerlo asequible con justicia, ha sido un aprendizaje y una muy bella aventura poética.

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* Poeta y novelista. Edita en Venezuela con la también escritora Eva Feldman el portal literartio cultural de la editorial Ala de Cuervo (www.aladecuervo.net).

** María Cumani, amante y luego cónyuge del poeta, madre de su hijo Alejandro. El matrimonio termina en separación. La fidelidad no era el fuerte de Quasimodo.

Addenda
Este artículo corresponde a la introducción a sus traducciones de Quasimodo en el volumen Novecento, publicado en Bogotá en 2005 por Arquitrave, editorial que dirige el escritor colombiano Harold Alvarado Tenorio (www.arquitrave.com). Arquitarve es tambien una importante publicación literaria donde se puede adquirir el libro mencionado.
La reseña de la publicación de Novecento puede leerse en esta revista aquí.

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