Santa Marta: sacar cuentas y no aflojar el futuro

1.306

Néstor Francia.*

Los resultados de la reunión de Santa Marta significan una victoria para la diplomacia audaz, vertical y proactiva que dirige el presidente Chávez y ejecuta de manera exitosa el canciller Nicolás Maduro. Pero no todo el mundo ganó en esta escaramuza diplomática. Los principales y grandes derrotados son Alvaro Uribe y los sectores de la ultraderecha más recalcitrante y radical colombiana e internacional.

También mordieron el polvo la canalla mediática criolla e internacional (como CNN, con su video manipulador y chapucero, lanzado a los cuatro vientos por los vendepatrias de Globovisión), y la descaminada oposición venezolana que ha quedado “como pajarito en grama”, después de mostrarse torpemente como un sector uribista más.

La última boutade de Uribe, las acusaciones contra Chávez y Venezuela en la Corte Penal Internacional y en la CIDH, pasarán pronto al más absoluto olvido, y quedarán, tal como afirmó Chávez, como un mal chiste, un chiste cruel en realidad. Las tan rebuscadas como frágiles “pruebas” de Uribe, acogidas con vehemencia por los opositores venezolanos, quienes se desgañitaron exigiendo “verificaciones” y respaldando con alma de traidores las barrabasadas uribistas, han quedado como lo que son: una burda y torpe patraña a la que ninguna persona seria en el mundo, de izquierda o de derecha, adjudicó importancia, a no ser por los voceros de Estados Unidos, por razones obvias.

En ese sentido y desde que tomó posesión de la presidencia, Juan Manuel Santos no ha dejado lugar a dudas en cuanto a la intención del nuevo grupo oligarca que controla Colombia de desmarcarse de la errática política exterior aislacionista de Alvaro Uribe. Ya citábamos ayer frases de su discurso de asunción que apenas ocultaban las críticas a esa política. En Santa Marta, Santos continuó en la misma tónica y destacó que han decidido (los presidentes) “doblar la página y mirar hacia el futuro”: “Estamos comenzando de cero, relanzando la relación en un ambiente franco, sincero, para que cualquier duda sea puesta sobre la mesa de una forma franca y directa”.

Este “comenzar de cero” contrasta con la evidente decisión de dar continuidad a las políticas uribistas en el frente interno, basadas en la llamada “seguridad democrática”, uno de cuyos parteros es precisamente Santos.

Las rápidas manifestaciones de satisfacción ante los acuerdos expresadas por varios países, algunos de ellos muy importantes como Brasil y México, y también por Costa Rica, hablan de una especie de celebración continental por habernos quitado de encima al arrogante y atorrante ex presidente de Colombia. Ahora deberíamos recordar nosotros todas las inconsecuencias de la oposición con respecto a este conflicto. Que el pueblo los reconozca como lo que son: una banda de serviles a los intereses imperiales y una pandilla de ineptos de la política. Que no pasen lisos después de su traición.

Ahora bien, ¿es este el fin de esta historia? Por supuesto que no. En nuestra opinión, esto se parece más a una tregua que a una paz duradera, aunque lo celebramos sin duda. La situación de guerra interna no se va a superar en Colombia en el corto plazo. Ayer el Gobierno de Santos desautorizó las iniciativas de paz propuestas por “agentes políticos” tanto del país como del exterior por considerarlas “inconsultas” y “descoordinadas” y reiteró la orden de “arreciar” las acciones contra los grupos armados ilegales sin importar su procedencia.

“Queremos expresar claramente que todas esas iniciativas inconsultas, descoordinadas, espontáneas, de distintos agentes políticos en Colombia y afuera, alejan cualquier posibilidad de utilizar un camino como ese para conseguir la paz en Colombia”, señaló el nuevo ministro de Defensa, Rodrigo Rivera.

 Es la continuidad, como hemos dicho, de la política uribista de “seguridad democrática”, aunque no se use esa denominación.

Tampoco se quedarán tranquilos los más radicales del imperio y de la derecha oligarca, de la cual forma parte de manera emblemática la canalla mediática. Están heridos, pero lejos de estar muertos. Vendrán más intrigas, más provocaciones, más presiones. Chávez los llamó con exacta metáfora “los demonios”. Seguirán allí los engendros del infierno, acechando, esperando la oportunidad para sacar las garras de nuevo. La ruta de la paz y la integración latinoamericana será difícil.

Es verdad que han surgido grandes reservas patrióticas y unitarias en el continente, pero por lo mismo ni soñemos que nuestros enemigos se retirarán sin hacer ruido. Es un largo y sinuoso camino.

* Analista de asuntos políticos.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.