Se exige etiqueta

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¿La población del mundo es divisible? ¿Por dos, por tres, por cinco…? Complicado excepto para la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura). Según pude observar al entrar en su recinto durante la Cumbre Mundial para la Seguridad Alimentaria ésta institución divide a la población entre tres: el mundo es divisible entre tres. Y para no extraviarlos les asigna un color. Los ejecutivos de los Estados y de las corporaciones alimentarias (que, ojo, no son lo mismo) llevan etiquetas azules y pueden acceder a todos los espacios del congreso. La prensa transita identificada con el color amarillo y pasan sólo por donde les dejan pasar a las horas que les dicen. Casi siempre corriendo tras la estela de los Grandes Señores Azules. A los oenegistas, una especie reconocida taxonómicamente por las instituciones internacionales, les toca el color verde, para darle un punto étnico al evento. Accedemos por la puerta de atrás y si te acercas a las zonas azules, con sofás, ordenadores y azafatas, llegan los Protectores de los Señores Azules y te reconducen dentro tus límites ecológicos. Una lástima porque cuentan que desde la cumbre del Edificio de la FAO hay la mejor vista de Roma.
Las gentes del campo, doblemente protagonistas -pues son productores de alimentos que no pueden alimentarse- ni en la cumbre de la Cumbre ni en las catacumbas de la Cumbre. Parece que para los organizadores del evento, no cuentan, son invisibles, sin color.
Entre las gentes “sin etiqueta” quiero añadir a la activista Aminatou Haidar -en huelga de hambre- exigiendo poder volver a pisar su tierra ocupada, el Sahara Occidental. ¿Por qué España no asume sus responsabilidades? Porque los empresarios españoles y europeos sacan mucha tajada de la situación tal como está, gracias a los acuerdos económicos establecidos con Marruecos. Por un lado se está a punto de renovar y ampliar el acuerdo agrícola con Marruecos que explotando mano de obra local produce fruta, tomates y otras hortalizas a precios que llevan a la baja los precios que pueden marcar los productores españoles (uno de los muchos motivos que les llevó a la reciente, unitaria y masiva manifestación en Madrid); por otro, el acuerdo que permite que empresas españolas como Rianxeira pesquen en los caladeros correspondientes a las aguas territoriales saharauis (sin secuestros por el momento); y por último, porque se mira al Sahara para construir una de las mayores centrales eólicas del mundo. ¿Un análisis muy simplista? Reivindico la simplicidad… y los números primos.

Gustavo Duch Guillot

 

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