Situación bélica en el norte de Suramérica: Pasado y presente de una interrelación

1.978

Alberto Rojas Andrade*

Pues bien, la situación social y política de Venezuela y Colombia o Colombia y Venezuela en estos momentos, es una confirmación de aquellas experiencias entendidas por quienes estudian el pasado. Los pueblos de estas dos naciones viven una época de repetición de acontecimientos que les deben recordar su real ubicación en el mundo actual, que no es sino una continuidad de un pasado que los liga, a pesar de la división artificiosa y conveniente a potencias imperiales.

La mutua influencia debido a la continuidad territorial y homogeneidad poblacional entre Colombia y Venezuela, no se corta con la separación de la Gran Colombia en 1830 como se suele creer. Por ello personajes de la historia común hablaron sobre situaciones angustiantes en su momento, con frases que parecen haber sido dichas apenas hace unas horas:

“Nosotros, sin perder de vista por un momento nuestros deberes de patriotas colombianos, aún en su más estrecha acepción, estamos en nuestro derecho –el más elemental de la defensa- para declarar que hacemos solidaria nuestra causa con la de los gobiernos amenazados (los de Venezuela, Ecuador y Nicaragua) a los cuales nos ligan estrechas analogías doctrinarias e históricas. [3] ”

¿Quien dice esto? ¿Algún miembro del Polo Democrático colombiano? ¿Un insurgente del mismo país?

No. Lo expresa el jefe liberal neogranadino Rafael Uribe Uribe hace más de cien años, en plena guerra civil colombiana denominada De Los Mil Días, refiriéndose a la amenaza que se cernía sobre los mencionados países donde detentaban el poder gobiernos liberales (en ese momento histórico estimados como progresistas), frente a los ataques de fuerzas reaccionarias internas, en veces auspiciadas por el régimen conservador, llamado de la ‘Regeneración’ que dominaba Colombia desde 1885.

Previamente a lo planteado por Uribe Uribe, la continuidad territorial y la unidad poblacional se hacían presentes una vez más. En de mayo de 1899, había ocurrido la invasión de Cipriano Castro Ruíz a Venezuela, llamada ‘Invasión de los Sesenta’ iniciando la campaña de la ‘Revolución Liberal Restauradora’, la cual parte desde Cúcuta. Se enfrenta a las fuerzas gubernamentales del Presidente Ignacio Andrade a quien depone luego de una marcha triunfal hasta Caracas [4] .

Regresando al líder liberal colombiano, Uribe Uribe, quien impulsaba tesis que aún hoy podrían tenerse como nacionalistas y socializantes [5] , no era en absoluto ambiguo y teórico, expresaba un deseo que puede ser el mismo de la izquierda latinoamericana una centuria más tarde:

“El primer paso para realizar ese alto ideal es la creación de gobiernos afines, entre los cuales reúne simpatías recíprocas. Para ello no hace falta sino variar el gobierno reaccionario de Bogotá, único que rompe la armonía [6] ”

Cuando el gobierno de Bogotá en cabeza de José Manuel Marroquín, en guerra civil, decide acometer la tarea de ayudar abiertamente a los opositores al gobierno liberal del general José Cipriano Castro, personificados en caudillos de las diversas tendencias existentes en Venezuela, unidos en la ‘Revolución Libertadora’, el caudillo liberal colombiano expresa que existe una ‘Invasión colombiana’ [7] , debido a que los opositores venezolanos actúan coordinados con los godos colombianos. La invasión efectivamente se produce el 26 de julio de 1901 una vez más desde Cúcuta, cuando las tropas provenientes de Colombia intentan tomar San Cristóbal en el Táchira. No se disimulan por parte de estas las insignias azules de miembros del gobierno conservador colombiano.

En un sitio cerca a San Cristóbal llamado La Parada el 29 del mismo mes [8] , se enfrentan cuatro mil colombianos y unos mil venezolanos del lado reaccionario comandado por el venezolano Carlos Rangel Garbiras, a unos dos mil quinientos venezolanos y unos mil quinientos colombianos del bando liberal [9] . El general Uribe Uribe hace las veces de consejero de los defensores de la plaza del gobierno de Castro, pues se encuentra en Venezuela y se ha entrevistado previamente con el presidente de la república.

La derrota de los godos colombianos y venezolanos da lugar a su desbandada. No obstante, el gobierno de Bogotá no de da por vencido e intenta una nueva invasión hacia febrero de 1902 en circunstancias similares y es también vencido [10] .

Castro y Uribe Uribe de su parte, planean un ataque a los conservadores colombianos desde Arauca por el sur y la Guajira por el norte. Los seguidores de Castro perciben esta campaña al occidente, una forma de salvación de la patria debida a la existencia de una confabulación EE. UU. y el gobierno colombiano del Presidente Marroquín [11] . En este momento, 1902, existe un Bloqueo de Alemania, Inglaterra e Italia a Venezuela, cuyas armadas se apostan en Puerto Cabello, La Guaira, el Lago de Maracaibo y la desembocadura del Orinoco. La situación venezolana es por ese entonces apremiante, pero el nacionalismo impulsado por Cipriano Castro hace que la dignidad no se pierda. Sin embargo, la expedición Venezolano-Colombiana contra los godos en Colombia es derrotada estrepitosamente cerca a Riohacha hoy departamento de la Guajira [12] . Dentro de este contexto, Marroquín no puede ver de otra manera a Cipriano Castro sino como un demonio, convirtiéndose en su acérrimo enemigo [13] .

Del lado occidental la situación poco después deviene en desventura. Colombia luego de la terminación de la desastrosa guerra de Los Mil Días, se encuentra tan exhausta y su gobierno tan debilitado y carente de dignidad que observa impasible como una parte importante de su población y territorio, Panamá, se separaba a instancias de Washington, quien impone sus barcos y soldadesca para tal hecho y así poder hacerse con una zona apta para la construcción de un canal interoceánico (noviembre de 1903).

El natural paralelismo entre estas naciones continúa expresamente reflejado unas décadas mas tarde, en marzo de 1931, cuando ya va llegando a su fin una de las dictaduras más largas en la historia latinoamericana, la de Juan Vicente Gómez. En Barranquilla un grupo de jóvenes exilados venezolanos dentro de los que se encuentran Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, entre otros, hacen un diagnóstico de la situación interna de su patria, en lo que se llega a denominar “El Plan de Barranquilla” [14] . A la par el gobierno en Colombia por entonces ha cambiando de partido, cuando en 1930 el partido liberal con Enrique Olaya Herrera llega al poder luego de de 45 años de régimen conservador retardatario y unos nuevos aires se empiezan a respirar en una nación que logra entrar en el siglo XX con aproximadamente treinta años de retardo. Venezuela hace lo propio, sólo cuando Gómez muere a finales de 1935 [15] .

En la década siguiente el costado occidental del norte de Suramérica, se estremece con una sublevación popular reprimida cruentamente llamada el ‘Bogotazo’, justo cuando los conservadores regresan al poder, y luego de más de diez años de guerra civil los partidos Liberal y Conservador, en cabeza de Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez respectivamente, se ponen de acuerdo para luchar contra la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla y repartirse el Estado luego del derrocamiento de este en 1957. El convenio para el manejo del poder es restringido a estos dos partidos, comprometiéndose a turnarse en la presidencia de la república durante los siguientes 16 años. Se le denomina Pacto de Sitges, y más tarde genéricamente Frente Nacional. A través de un plebiscito reformatorio de la constitución (1957), en adelante ningún otro movimiento social o político podrá llegar al poder hasta el siglo XXI en circunstancias muy distintas.

En el otro lado de la frontera (más de 2.200 Km) por la misma época, líderes políticos venezolanos se reúnen para instaurar un modelo limitado de democracia luego del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, quien había sido precedido por otros golpes de Estado y magnicidios, renunciando al uso de la fuerza para variar las decisiones surgidas de las elecciones, y acordando evitar la implantación de gobiernos hegemónicos; a pesar de ser tripartita la convocatoria, pues comprende a Acción Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática, el acuerdo deja excluido al Partido Comunista Venezolano, quien había luchado contra la dictadura. Se denomina Pacto de Punto Fijo. Este es un arreglo que coloca al ciudadano común fuera de la vida política [16] . Con una nueva constitución de por medio (1961), este tipo de régimen llega hasta el año de 1999, cuando su ruina ya es ostensible.

Durante más o menos 40 años para estas dos naciones siamesas, su vida discurre entre gobiernos civiles, empero proclives a Washington guardando algunas apariencias, y aplicando programas económicos y sociales venidos del norte.

Colombia una fuerte presión por una reforma agraria, pero dentro de un Estado débil y la existencia de un movimiento insurgente en asenso a la par de la implantación taimada e impopular del neoliberalismo como dogma de gobierno; esto no puede ocurrir sin una inclemente persecución a las organizaciones populares. El tráfico ilegal de psicoactivos no es mal recibido por la oligarquía nativa, sirviendo de escusa adecuada para la intromisión directa gringa, la cual va creciendo paulatinamente. La prosperidad del desarrollo agrícola e industrial se acumula en un grupúsculo dispuesto a todo para mantener su privilegio.

De su parte Venezuela puede beneficiarse de un Estado que interviene con algo de bienestar y subsidios provenientes de los remanentes de la riqueza petrolera en manos de empresas gringas, y que van siendo desmontados a medida que el neoliberalismo se va afianzando a finales de los años ochenta bajo las órdenes del FMI, lo cual provoca revueltas populares como el ‘Caracazo’ en febrero de 1989, duramente reprimido, al cual le siguen los intentos de golpe de estado de febrero y noviembre de 1992 de parte de sectores militares inconformes medios y altos respectivamente. La fabulosa riqueza del suelo venezolano no alimenta debidamente sino a unos cuantos, quienes a medida que aumentan sus bienes se van insensibilizando con las penurias de las mayorías.

Estas dos realidades tienen su punto de ineludible confluencia. La frontera colombo-venezolana constituye desde tiempos inmemoriales más que un lindero divisorio, una región de encuentro, intercambio y simbiosis, erigiéndose en una mixtura de las particularidades de las zonas a lado y lado del límite. El paso de personas de uno a otro país es inevitablemente fluido, el intercambio de productos durante los más recientes años ha crecido enormemente, haciendo más sentidos los lazos existentes entre los dos pueblos aprovechado favorablemente la vecindad. No obstante, la mayoría de la población fronteriza colombiana posee documentos de identificación venezolanos, un asunto explicable debido a la mejor condición de trato del gobierno patriota a su población (ya desde anteriores gobiernos al de la V Republica), puesto que Venezuela tiene receptibilidad a la inmigración, habitando en aquel país unos dos millones de colombianos. El caso contrario no se da, siendo los venezolanos habitantes en Colombia son una cifra ínfima, que tan sólo ha crecido en unos cuantos, luego de 1999 y 2002, pues el exilio es mejor disfrutado por la oligarquía caraqueña y venezolana en general en la Florida.

Otra razón para esta disparidad es la realidad de la existencia de millones de colombianos que huyen de la guerra de baja intensidad desarrollada en su país, y las consecuenciales penosas condiciones de vida que le acompañan [17] ; muchos son campesinos refugiados de aquella guerra, circunstancia que a su vez limita la inmigración a Colombia haciendo de esta una especie de Tíbet suramericano.

Una centuria más tarde de aquellos tiempos de la última guerra civil venezolana y la primera del siglo XX en Colombia, el escenario latinoamericano tiene a los mismos pueblos iniciando una tentativa de independencia real, la cual con diversos matices recorre toda la región. Hasta gobiernos moderados de Suramérica van en ese rumbo de tomar determinaciones propias en un marco de integración ya avizorado por los libertadores casi doscientos años atrás. Todos salvo… Colombia, la cual como en tiempos decimonónicos es dominada por un gobierno visceralmente reaccionario. Los ingredientes adicionales de la presente época, pero desequilibrantes, son la situación de los Estados Unidos como imperio dominante en el hemisferio, y el absoluto control sobre la nación cafetera, convirtiéndola en mero protectorado de Washington, con tropas desplegadas en todo el territorio colombiano.

Las tensiones se han venido alimentado a partir de la situación de guerra interna vivida en la esquina noroccidental de Suramérica de más de cuarenta años, cuya duración sorprende, pero al contrastarla con la intromisión estadounidense de más o menos este mismo tiempo, resulta compresible.

A un gobierno nacionalista y de tendencia izquierdista como el de Hugo Chávez Frías, llegado aupado al poder como nueva esperanza de las clases desposeídas, se le opone un gobierno vecino y retardatario tres años después fruto de la guerra y sus consecuentes manipulaciones. La llegada al control del Estado de estos dos gobiernos si bien es por la vía de las urnas, presente notorias diferencias; el apoyo masivo apoyo popular es notorio en el gobierno de Venezuela producto del desencanto por los gobiernos del Pacto de Punto Fijo, mientras que al de Colombia de Álvaro Uribe Vélez se le ve ostensiblemente ligado y sostenido internamente por los grandes intereses económicos foráneos, principalmente, controlando con puño de hierro a los habitantes mediante operaciones psicológicas y terror paramilitar, incluso previos a su toma del poder.

Del lado venezolano, a medida que se van realizando reformas institucionales en la constitución y las leyes para permitir los cambios propuestos por Chávez, los sectores oligárquicos van acentuando una oposición que llega a los más variados tipos de conspiración, reflejados en paros, sabotajes, e incluso un golpe de estado luego desmontado mediante la intervención de las masas. El temor es en este país petrolero, de aquellos quienes se han beneficiado hasta el derroche con la situación económica y social por varias décadas, y radica en perder los privilegios, aún antes de efectivamente verlos desaparecer. A medida que aumentan los desarrollos del proyecto bolivariano los planes de derrocamiento del gobierno que los impulsa van creciendo y siendo más audaces, y van siendo percibidos como directamente relacionados con las actuaciones imperiales de Washington.

Ver a Marcelo Colussi. Entrevista al Politólogo Dario Azzinelli. Venezuela ante la encrucijada militar. Argenpress. 22-02-2008. En Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63564

 

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