Sociedad, educación, las recién nacidas en un automóvil abandonado: parábola de la tragedia chilena

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Lagos Nilsson.

"El cordón enredado en el cuello tenía una, y la cabecita llena de sangre seca", dijo al canal de televisión la niña de once años; ella, con un mecánico rumbo a su trabajo, descubrieron en la mañana del lunes primero de agosto a Claudia y Daniela sobre papel de diario y cubiertas (¿escondidas?) por una parka en un automóvil abandonado. La temperatura en la capital chilena subía apenas de cero grados centígrados. Llevadas a un centro asistencial de urgencia, el personal las bautizó con los nombres de los médicos de turno. Las niñas —bebés de horas al momento de encontrarlas— sobrevivirán. Nueve semanas después de iniciado el conflicto-alarma por la educación, el gobierno entrega su respuesta a los demandantes.

Las dos niñas fueron abandonadas minutos después de nacer. Sus padres viven (¿viven?) en un anonimato en fuga; la policía los busca, quizá los encuentre, quizá alguno de ellos se quiebre si considera la magnitud de lo hecho e intente conocerlas antes de ir a la cárcel. O a un sanatorio. Ninguna de las dos alternativas implica ni la comprensión real de lo hecho ni una solución al naufragio de la sociedad chilena.

Naufragio provocado por un capitán (un capitán-general de triste memoria) y aplaudido, después, por el sector político —ya concertado, ya aliado—; es la vida.

No puede dejar de pensar uno, luego de tantas semanas durante las que escolares y universitarios intentaron horadar la conciencia ciudadana, hacerle ver que su situación no desató el conflicto, que solo lo disparó; que el conflicto es un asunto de supervivencia nacional. Los pueblos se alzan de las maneras menos pensadas.

Y luego de haberse producido la reunión entre el ministro de Educación, estudiantes secundarios y de educación superior y el colegio de profesores piensa uno que se ha escrito nada más que otro capítulo de la vieja novela de la dicotomía —vieja porque se la conoce, ay, hace tiempo— entre prudencia y ansia, entre lo urgente y lo que puede esperar, entre lo indispensable y lo necesario, entre lo que se quiere hacer y lo que se deja correr —según los ojos de quien mira y el criterio del que juzga.

Es así, por más que lo que es así en verdad no siempre así es.

No es un conflicto sectorial

Los estudiantes plantean asuntos (asuntos, no meros temas) que no pueden menos que describirse como aquellos que definirán el tipo de sociedad que espera al país, pero que el país ha comenzado a vivir desde que la tecnología parece estar "transversalizando" al mundo —que la economía, por su parte, segrega como nunca antes con el beneplácito de la política contingente, única posible en ausencia de Política.

Detrás de las marchas, tomas de aulas y edificios y represión consiguiente —a veces brutal— asoman las arrugas del rostro de una sociedad que no por fragmentada, a veces indecisa, casi siempre desinformada, sometida al soma opiáceo del fútbol y la farándula olvidó decir que está cansada; y que su fatiga bien se puede resolver con ira. Porque es un cansancio que más parece agobio. O desesperanza ante el cobijo que le brinda la institucionalidad vigente.

Pensando con la cabeza en el siglo XIX (o en la prehistoria) mucha izquierda suele desdeñar expresiones de ira o pedidos de auxilio de los oprimidos que no integran sus filas con el criterio (o la ideología) de que son apenas conflictos sectoriales, meandros que no reflejan la poderosa corriente del río. Tal vcz fue así antes, sea así en casos particulares. No es así hoy en Chile con los estudiantes. Y esa es una verdad vigente desde 2006. Pero nadie se dio por aludido.

"Tenemos que analizar (el documento-respuesta del gobierno)" planteó el presidente del colegio de profesores al concluir la reunión. ¿Qué tendrá que analizar? ¿O acaso no merece un mea culpa el abandono en que dejaron a sus hijos intelectuales y espirituales durante estas semanas agónicas? No, no lo merece. Merece "salir" (en rigor entrar) en la fotografía de estilo. ¡Qué orfandad! ¿O acaso negociaron y negocian "bajo cuerda". Amplio parece el carro de combate cuando se piensa en la victoria.

En este portal se publicó un discurso del presidente que iba a ser bombardeado, que estaba condenado a muerte, Salvador Allende, en el que habla de educación; de ese discurso y de ese esfuerzo han pasado 40 años[1]. Un mérito tenía Allende: ni buscaba hacerse rico ni escondía lo que pensaba. Y cuando juzgaba que debía ir allí donde según la expresión popular "las papas queman", iba.

¿Cuántos políticos de esos que engolan la voz para masacrar el castellano se acercaron a los estudiantes en huelga? Nos han dicho que el senador Navarro se reunión con algunos; sabemos que el ex diputado Enríquez-Ominami estuvo en algunos colegios tomados. ¿Y el resto?

Hay —o hubo— alrededor de 40 muchachitos de enseñanza media en huelga de hambre, ¿qué ha hecho el gobierno para cautelar sus vidas? Y mientras el ministro Bulnes se autofelicitaba por la astucia de su seudo-respuesta de 21 puntos (prometer cambiarlo todo para que todo siga igual: el ministro lee, si diría, novela italiana),k en Temuco, al sur, ahora estudiantes universitarios resolvían dejar de comer.

El ministro Bulnes es un gran negociador; lo demostró antes de ser ministro, en su práctica profesional, cuando participó en la determinación de quiénes y cuánto recibirían como indemnización por las muertes causadas por el alimento médico Nutricomp-ADN.[2]

Sociedad traicionada

Ciertamente esta sociedad chilena de 2011 no es la que soñaron los que sufragaron por el "sí" o por el "no" cuando el plebiscito que al menos en el imaginario popular fue la primera paletada que abrió la tumba (luego robada) de la dictadura. Qué pena que no vendan sogas estos políticos del comienzo del siglo XXI para ahorcarlos con ellas.

Es importante, entre las 21 medidas[3] que son la propuesta del gobierno, no una cabal respuesta a los petitorios o exigencias que le fueron planteadas por casi 70 días, es importante la mención de ejercer un estricto control sobre los recursos financieros; sin duda un aporte personal  trascendente del señor Presidente de la República, que cuando era solo el ciudadano empresario Sebastián Piñera dio sobradas muestras, desde su mismo inicio como ejecutivo bancario, de sobriedad y ética en el mundo de los negocios. ¿O no?

La retórica de los personeros de este gobierno recuerda la retórica fascista alemana: prometer medidas importantes con voz seria y altisonante; es de esperar que no pase este gobierno chileno de allí, pero es necesario, empero, recordar que a los nazis les fue bien mientras se limitaron a agredir a los más débiles de sus enemigos, recordando, porque es menester recordar, que algunas de esas promesas las cumplieron (al costo de millones de muertes), sin olvidar, claro, cómo terminaron.

En fin, reiteramos, los profesionales a cargo aseguran que Claudia y Daniela sobrevivirán sin secuelas, al menos físicas, después del acto criminal a que sus padres (o su madre en desesperación y soledad) las sometieron. Gajardo, el profesor, dijo a la salida del despacho ministerial que "hemos sido capaces" (aramos, dijo la mosca sobre el cacho del buey). Es parea recordar a otros que fueron capaces de ir a tomar el te con Renovación Nacional  —¿o fue con la UD I?—. No precisó exactamente capaces de qué. No, por cierto, de asistir a sus alumnos en toma.

El gobierno, y puede que algunos rectores de las universidades participantes en este enredo (negocian con el gobierno por separado) apuesten a dividir a los estudiantes de enseñanza superior de los de enseñanza media. Puede. Pero el hecho es que los estudiantes secundarios tienen poco que decir de los 21 puntos prolijamente escritos por Bulnes. Así, el riesgo es que el movimiento se convierta en una masacre de esperanzas juveniles concretas y en otro retroceso de expectativas populares.

No hay políticos (de Política, no de política) que detengan el crimen en marcha (como el mecánico y la niña que pudieron detener el proceso que mataba a Claudia y Daniela), no hay otros oprimidos que levanten sus banderas y la de los estudiantes. Cada uno quiere batirse con sus propias armas, como si las tuvieran. Los chicos —es una opinión— han quedado solos.

Su derrota será mucho más que su derrota. Volvcrán a talar esas alamedas.

[1] Leerlo aquí.
[2] Aquí).
[3] Aquí.

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