Software libre: las patentes son minas peligrosas

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Richard M Stallman, el programador al que se deben una serie de herramientas de uso en los computadores personales equipados con Linux -entre ellos en editor de textos Emacs- se ha convertido en los últimos años, en el gurú indiscutido del software libre y, con el empecinamiento de los antiguos profetas, su maciza figura recorre una y otra vez el mundo en una interminable campaña contra el sistema de patentes que impulsan y protegen por igual gobiernos y empresas.

Las patentes -en rigor- no cautelan los derechos de quienes han desarrollado o inventado un software; el dueño del programa no es su autor o son sus autores, sino la empresa que lo explota en términos comerciales. Lo normal es que los programadores trabajen por un sueldo -o por encargos específicos para desarrollar parte de un programa- y su tarea al final no será retribuida más que con su sueldo o emolumentos. Y si durante el transcurso de su trabajo descubren o desarrollan algo nuevo, la empresa dirá que pagaba todo su tiempo, despojándolos de su obra.

«En un país que permite las patentes de software, hay posibilidades de que algún fragmento sustancial de las ideas de tu programa ya haya sido patentado por varias compañías. Tal vez cientos de patentes cubrirán diferentes partes de tu programa. Un estudio de 2004 encontró casi 300 patentes de EEUU que cubrían varias partes de un sólo programa importante. Es tanto el trabajo necesario para hacer semejante estudio que sólo se ha hecho uno», se lee en el artículo publicado en radio Mundo Real (www.radiomundoreal.fm/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=3040&mode=thread&order=0&thold=0) el 14 de setiembre de 2004.

Agrega: «Las patentes de software son el equivalente a las minas terrestres para los proyectos de software: Cada decisión en el diseño de un programa lleva el riesgo de pisar una patente que puede destruir tu proyecto (si alguien pide) ayuda de la comunidad usuaria de ordenadores para buscar publicaciones previas de la misma idea para usar como evidencia para derribar una patente, todos debemos responder con cualquier información útil que podamos tener».

En general con un bajo nivel de desarrollo en informática, salvo las excepciones de Brasil, Argentina -y más atrás México y Chile-, y con la mayor parte de la población marginada del uso de la computadora e internet por razones económicas, en América Latina son todavía reducidos los grupos que se plantean la dicotomía insoluble entre programas patentados y programas libres.

Una ética nueva para una realidad nueva

fotoInformaba en 2002 la BBC que se habían vendido, desde 1975, unos mil millones de computadoras en el mundo, suma que -según los cálculos- se duplicará hacia 2008 (http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_2078000/2078343.stm). Más computadoras significan más personas con acceso a internet.

Entre 1997 y 2000 se pasó de 171 millones, aproximadamente, a 336; en 2003 las conexiones en operación sumaban unas 450 millones. América Latina y el área del Caribe es en la actualidad -después de Asia y el despegue chino- la zona de mayor crecimiento procentual, con los países del MERCOSUR, seguidos por México, a la cabeza: más del 70 por ciento del total de «navegantes»: alrededor de 13.2 millones de personas.

El caso de Brasil es ilustrativo: en 1977 había poco más de cinco millones de computadoras; a fines de 2003 superaban con creces las 23 millones de máquinas. Brasil alcanzó ese año el séptimo lugar del mundo en cuanto al número de ordenadores existentes y el noveno en cuanto a conexiones internet, con alrededor de 29.4 millones de internautas. Brasil tiene poco menos de 178 millones de habitantes, por lo que los números anotados exigen equilibrio ante el «optimismo informático» que puedan despertar. En Latinoamérica -incluso considerando el aumento que en ambos rubros se produce en Argentina, Chile y México- el ingreso pleno de la población a la era informática tardará años.

La razón del retraso latinoamericano se ubica en el precio de las computadoras y sus programas, por una parte, y por otra en el costo telefónico -y la ausencia de líneas domiciliarias que cubran todas las regiones de los países-. Estadísticamente la generalidad de las perdonas y medianas y pequeñas empresas cambian -en el mundo- sus computadoras cada tres a cuatro años (con excepción del pequeño universo de usuarios de Macintosh, que lo hace cada cuatro a cinco años).

La batalla por el software libre con base en Linux -un desarrollo del sistema Unix- no es, entonces, un asunto menor; un porcentaje enormemente mayoritario de los estudiantes, profesionales, pequeños empresarios, empleados, etc… no está en condiciones de comprar los programas usuales: procesador de textos, para construir bases de datos, para manejar fotografías, traductores desde y hacia otros idiomas, diccionarios, editores de textos, navegadores, administración de correo electrónico, etc…

Según Stallman «combatirlas una por una nunca eliminará el peligro de las patentes de software, igual que golpear con fuerza los mosquitos nunca eliminará la malaria. (…) La oficina estadounidense de patentes publica alrededor de 100.000 patentes de software cada año; nuestros mejores esfuerzos nunca podrían eliminar estas minas tan rápido como ellos plantan más (…) Derribar las patentes existentes una por una no hará más segura la programación. Para lograr esto tenemos que cambiar el sistema de patentes para que las patentes ya no puedan amenazar a los diseñadores y usuarios del software».

De lo que se trata, dice Stallman, de crear una nueva ética que consulte la libertad en el uso y desarrollo del software. Los adeptos de GNU-Linux -unos 20 millones en el mundo- afirman que no deben confundirse los términos «ser libre» con «gratuidad». De cualquier modo postulan el acceso al código-fuente de los programas, la libertad de copiarlos y distribuirlos sin mayores restricciones y la posibilidad de entregar los progresos al resto de los usuarios. «Ser libre no es elegir entre uno o otro señor, es no tener señor», Stallman dixit.

Su lucha contra el software patentado por razones comerciales y sus implicaciones sociales es sin tregua. Como gusta advertir en sus charlas, las leyes plantean más problemas para publicar software libre que para publicar instrucciones sobre cómo armar una bomba atómica, se lee en una entrevista que le fue realizado en Argentina en agosto (http://argentina.indymedia.org/news/2004/08/213990.php).

Más allá de la computadora:

los libros «funcionales»

Una serie de aparatos, máquinas y tecnologías recientes permiten en la actualidad copiar con exactitud de hasta un 100 por ciento prácticamente todo; por ejemplo: libros. Preguntado en Buenos Aires sobre esto, Stallman respondió:

«No exactamente. Los libros tienen distintos propósitos. Hay libros de uso funcional, como manuales y diccionarios; libros de opinión, de Arte, de entretenimiento… No pienso que las cuestiones éticas sean independientes del propósito del libro. En los libros de propósito funcional las cuestiones son iguales (a las del software). Deben ser libres. Pero no necesariamente los otros tipos. Hay ahora proyectos de libros de texto libres, hay una enciclopedia libre, la mayor del mundo, y creo que hay un diccionario de castellano libre.

Incidentalmente, en realidad en la internet existen una serie de bibliotecas y proyectos libres. Desde luego la consulta al Diccionario de la Real Academia de la Lengua es gratuita (www.rae.es>/a>). Entre las bibliotecas destaca el Proyecto Gutenberg, que dispone de unos 13.000 volúmenes, no pocos en castellano (www.gutenberg.net/browse/languages/es); pero quizá la más importante biblioteca digital sea la Wordtheque (www.wordtheque.com).

fotoLa Wordtheque -literalmente: «palabroteca»- contiene alrededor de 38.000 títulos en prácticamente todas las lenguas, incluyendo las de varias naciones originarias de América, con enlaces a diccionarios -que incluyen esos idiomas-, biografías de autores y textos leídos cuyo audio puede escucharse en cualquier computador. Digna de anotarse es la biblioteca infantil, también de uso gratuito.

Frente al uso, extendido por las empresas, del término piratería en referencia al hecho de compartir copias, Stallman es tajante: «La piratería es atacar barcos y eso es muy malo. Pero compartir copias de cualquier obra en la computadora con vecinos y conocidos es un acto bueno, es cooperación social. La idea de comparar los dos actos, uno muy inmoral otro muy moral es completamente incorrecta. Es un término de propaganda y no quiero participar de la propaganda de los editores».
¿Cómo se sitúa en la ideología política el software libre?. Dice: «Siendo de izquierdas me gustaría que fuera de izquierdas, pero en Estados Unidos la mayoría de los que se interesan en el software libre pertenecen a la derecha. No estoy de acuerdo con ellos, creo que tenemos un deber de cuidar a los enfermos, a los pobres, no dejar a nadie morirse de hambre (…). El software libre no se ubica entre derecha e izquierda».

Frente al rechazo que muchos demuestran por la tecnología, en especial porque las computadoras «conllevan el peligro de un estado totalitario», el impulsor de la mayor protesta contra el apoderamiento de la informática por intereses privados en concomitancia con los Estados, responde breve:
«Sí, y el peligro se acerca muy rápidamente. Hay planes para desarrollar tecnologías que reconozcan a las personas por la calle. Es muy peligroso para la libertad. Esta tecnología en manos un gobierno opresivo como el actual de los Estados Unidos, que no respeta los derechos civiles ni la democracia, es muy peligrosa».

Para muchos, un desubicado, otro «loco» de la computación; para sus seguidores, adelantado de una nueva época.

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