Técnicos y políticos

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Álvaro Cuadra.*

Las autoridades del nuevo gobierno chileno, encabezado por el señor Sebastián Piñera, han privilegiado una supuesta neutralidad tecnocrática  como fundamento de sus primeras medidas y en el nombramiento de sus colaboradores. De algún modo se ha querido oponer  la virtud de lo técnico a los vicios de lo político. El argumento no sólo es falaz y demagógico sino que no resiste el más mínimo análisis.

Por de pronto, hagamos notar que da la casualidad de que todos los presuntos “expertos” designados por el primer mandatario poseen una identidad política  más que definida que los enmarca en la derecha empresarial y han sido nominados, precisamente, en virtud de ella.

Cualquier persona medianamente instruida sabe que el orden tecno-económico concierne, en lo fundamental a la asignación de bienes y servicios, y al modo de organizar su producción. Su lógica inmanente no es otra que la racionalidad funcional. Su finalidad no podría ser otra que la eficacia y la eficiencia mediante la articulación de medidas para minimizar costes y maximizar beneficios.

El orden político, en cambio, es el campo donde se juega el poder social, el uso legítimo de la fuerza y la regulación de los conflictos. Su lógica propia es la legitimidad, su ideal democrático es la igualdad de derechos y oportunidades para todos los ciudadanos.

Ahora bien, la administración del poder político, en sociedades cada vez más complejas, como la nuestra, posee dimensiones administrativas de orden técnico, La administración política adquiere así un tinte, en apariencia, tecnocrático. No obstante, el hecho de que la política contemporánea se presente bajo modos tecnocráticos no significa una extinción de lo político propiamente tal.

De hecho, puesto que la acción política se ocupa, justamente, de la tensión permanente entre fuerzas e interesas, estatuyendo principios de autoridad, las decisiones últimas son, ineluctablemente, decisiones políticas revestidas de la legitimidad que otorga una ley o un acuerdo y no por una racionalidad tecnocrática.

El argumento que opone lo técnico a lo político es un típico argumento de derecha, pues reviste de un barniz de racionalidad un conjunto de decisiones que apuntan a consolidar en Chile un maridaje explícito entre el gran capital y el Estado. Dicho en términos muy sencillos: cuando un político, como el actual presidente, apela a una pretendida neutralidad de orden técnico, como vector fundamental de su acción de gobierno y en la composición de su equipo, resulta evidente que estamos ante una forma subrepticia de legitimar decisiones políticas.

Si bien este tipo de argumentos han sido refutados hace decenios, no han perdido su eficacia como estrategia comunicacional; de suerte que  la ingenua idea de una política en manos de “técnicos expertos” es, todavía, atractiva y digerible para el “sentido común” de grandes públicos, cuando es esgrimida por algún sagaz demagogo.  

* Doctor en semiología, Universidad de La Sorbona, Francia.
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, Universidad ARCIS, Chile.

 

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