Temuco, Chile, huelga de hambre: a patadas con los diputados

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Surysur.

La expresión agarrarse a patadas no necesariamente describe una situación de golpiza real, pero sí el ejercicio de alguna violencia. Como la que cataron en la tarde del jueves (ayer) los cuatro diputados que montaron, en la cárcel de Temuco, al sur del país, una huelga de hambre solidaria con la de los presos políticos mapuche que ya cumplió 60 días y a la cual se plegaron en los últimos días dos menores de edad, también presos y también mapuche.

El director Gendarmería —órgano para-policial semi militarizado a cargo de la custodia de cárceles y presidios civiles—, Luis Mansferrer, señaló que el violento desalojo de cuatro diputados (que habían iniciado ayer su propio ayuno solidario con los prisioneros mapuche[1]) fue por orden del ministerio de Justicia.

Las razones del desalojo, explicó a radio Bio-Bio Mansferrer, que siguió atentamente in situ los sucesos, fueron de tipo reglamentaros: nadie puede permanecer en el recinto al terminar el horario de visitas puesto que se pone en riesgo la seguridad del penal

Los diputados Hugo Gutiérrez (PC), Sergio Aguiló (PS), Tucapel Jiménez (PPD) y Manuel Monsalves (PS) abandonaron la cárcel "gentilmente" acompañados a empellones y tironos por personal de Gendarmería. Extraoficialmente trascendió que la orden de sacar a los diputados del penal obedeció a instrucciones precisas emanadas de las oficinas presidenciales.

Después de su ignominiosa expulsión, ya repuestos de la violencia, los parlamentarios aseguraron que continuarán con su huelga de hambre, esta vez en el local de la central de trabajadores (CUT); no se informó si previo a la valerosa declaración los cuatro diputados ganaron fuerzas con un tentempié, se asearopn y cambiaron de ropa.

La vocería presidencial a cargo de la ministra Ena von Bauer estimó que la conducta de los parlamentararios es irresponsable, el mismo presidente Piñera apuntó que su deber es mantener el orden público, personeros de la Iglesia Católica instaron al gobierno a respetar los derechos mapuche, misma actitud de las Iglesias Evangélicas. En el Parlamento chileno las opiniones están divididas entre los que dicen comprender la actitud e los cuatro diputados, los que la ridiculizan y aquellos que más o menos tibiamente la aplauden.

Lo único cierto, a estas alturas, es que impulsar los festejos de bicentenario de la independencia del país constituye una afrenta social. Como bailar cueca en el velorio de un pariente.

[1] Ver en este portal aquí.

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