Tesis. – POR QUÉ NO PROTESTAN LOS CUBANOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El mito creado por sucesivas administraciones estadouinidenses a fuerza de campañas propagandísticas, de que los cubanos de la isla añoran una sociedad a imagen y semejanza de la norteamericana, y que es reforzada diariamente por los medios principales de noticias, hace que los ingenuos crean que en el momento en que Fidel Castro delegó sus poderes en el vicepresidente Primero de los Consejos de Estado y de Ministros, tal y como prescribe la Constitución en caso de muerte o incapacidad temporal, las turbas se lanzarían a la calle en busca de la libertad soñada. 

fotoLos medios de comunicación también refuerzan a diario esta creencia citando en sus despachos a misteriosos informantes que nunca dicen su nombre “por temor a represalias” y que aseguran toda suerte de horrores y miserias que nadie ve, incluyendo los más de dos millones de turistas que visitan el país y se mueven con total libertad. Esos mismos reporteros que informan desde La Habana –a veces sin estar aquí– lo que no sucede, se hacen los ciegos y sordos antes lo que otros visitantes más objetivos pueden percibir a diario: que la mayoría de la población apoya al gobierno y se siente copartícipe del proyecto revolucionario. 

Pero a medida que transcurren los días y nada sucede, que todo parece estar en calma, que la vida sigue su curso cotidiano sin avalanchas de manifestantes ni protestas masivas en las calles pidiendo democracia y elecciones al estilo del “mundo libre”, esa misma prensa no publica análisis alguno, sino sigue repitiendo los mismos mitos y espera ansiosa e inútilmente el estallido, como hicieron con frustración cuando visitó Cuba el Papa Juan Pablo II. 

“¿Qué les sucede a estos cubanos?”, se preguntan. “¿Por qué no aprovechan el vacío de poder ahora que falta Castro?” 

A pesar de la enormidad de la figura de Fidel, lo que existe en Cuba no es un hombre único que mantiene al pueblo en su puño de hierro, sino un líder seguido por la mayoría de la población que ve en él la encarnación de la libertad que no había anteriormente en el país, al líder que ha estado siempre al frente de la batalla y que ha demostrado ser un hombre coherente con sus ideales.

fotoSin el apoyo del pueblo, Fidel no hubiera sido su líder durante 47 años, Cuba no hubiera soportado el bloqueo económico y político de la mayor potencia de la historia, no hubiera podido brindar la ayuda generosa que ha dado a otros países –no regalando como limosna lo que le sobre, sino compartiendo lo que tiene, que a veces ha sido poco–, aún en momentos de seria crisis económica después de la caída del campo socialista.

Sin el apoyo del pueblo, y sin la creencia de los cubanos en el proyecto propugnado por Fidel Castro y los que lo acompañaron en sus años de lucha, no hubiera sido posible soportar las pruebas que el líder ha pedido a todos, no hubiera sido posible la ayuda a Angola y a Etiopía (no se va a combatir a miles de kilómetros de distancia, sin paga adicional, más que el salario que el voluntario gana en su centro de trabajo, si no se está convencido de lo que Fidel llamó “la deuda” que los cubanos tenemos con África, refiriéndose a los millones de esclavos que fueron una de las semillas de nuestra nacionalidad), la asistencia médica y educacional en muchos países, la renuncia de incontables profesionales cubanos de prestigio a emigrar a sociedades egoístas donde pudieran ser millonarios, o al menos muy ricos. 

Más allá del temor a que falte Fidel, a la certeza de que él es insustituible, existe la convicción de que él será representado por hombres y mujeres que creen en su proyecto, por hombres y mujeres que bajo su dirección ya han organizado la sucesión y los posibles cambios organizativos de cargos y estructuras.

Cuba no es país de borregos, de timoratos, sino todo lo contrario. Su historia así lo demuestra ampliamente. Sus grandes hombres son prueba de ello. Ha habido dictaduras, como la de Machado, como la de Batista. Pero si bien cuando se instauraron fueron en momentos de apatía popular, en poco tiempo se organizó la lucha y el pueblo, con los líderes que en el momento expresaron sus ansias, combatió hasta derrocarlos.  Sin ayuda de ningún otro gobierno. Sin ponerse al servicio de otros intereses que los nacionales.

¿Cómo es posible que con esa idiosincrasia los cubanos hayan podido tolerar a Fidel Castro, si él en realidad no fuera la encarnación de los anhelos siempre frustrados, siempre escamoteados, directa o indirectamente por Estados Unidos, como sucedió en 1898, cuando se frustró la independencia por la intervención norteamericana, y en 1933, cuando la revolución se convirtió en agua de borraja, por solamente mencionar dos ejemplos cumbres?  

Fue a partir de 1959 que Cuba llegó a ser verdaderamente independiente, y no en 1902, cuando se instauró una república de opereta con himno y bandera, pero sin poder real, con una enmienda a la Constitución cubana aprobada en el Congreso de EEUU, y cuya secuela aún se sufre con la ocupación del territorio nacional en la base de Guantánamo, con embajadores estadounidenses que daban órdenes al presidente de una supuesta república libre y soberana. 

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Para los cubanos de la isla, la “transición” que piden la administración Bush y la extrema derecha de Miami no es más que un regreso a la humillante república neocolonial y “plattista” (por la mencionada Enmienda Platt), a un paso de la anexión. En estos días se ha visto publicada la foto de uno de los que en Miami celebraban la enfermedad del Presidente Fidel Castro. En sus manos tenía un cartel con el mapa de Cuba y la inscripción en inglés: Cuba, Estado 51. No crean que esta sea una opinión en solitario. Si lo dudan, hagan una búsqueda en Internet con la frase “Cuba: 51st. State”. 

No se extrañe nadie de la ausencia de manifestaciones pidiendo una “transición” a la democracia propugnada por Estados Unidos y que para la mayoría de los cubanos es una vuelta a un pasado de opresión, injusticia, desigualdad, racismo, insalubridad, ignorancia…

La mayoría de los llamados disidentes muchas veces declaran que es imposible volver al pasado pre-revolucionario, que las ventajas que han obtenido los cubanos a partir de 1959 no se pueden borrar con un “transicionazo”.  Ellos, por vivir en Cuba, saben bien que la abrumadora mayoría de la población se alzaría en armas si se pretendiera realizar un regreso al capitalismo, privatizar los servicios médicos, las pensiones y la educación, devolver las propiedades a los antiguos explotadores, colocar al gobierno nacional nuevamente a las órdenes de Washington, instituir el desempleo como forma de reserva laboral, subastar la tierra y el subsuelo, reinstaurar el turismo de juego y drogas… En su lugar proponen reformas edulcoradas bajo un lenguaje anodino que defiende en abstracto los derechos humanos y civiles, pero desconoce que en el pasado existían los mismos principios, aunque solo en el papel. 

Los que acusan a Cuba de atea, descreída, perseguidora de religiones, ignoran a sabiendas que los años de revolución con Fidel al frente han educado a un pueblo en principios éticos que cualquier cristiano verdadero puede abrazar.

Salvo los egoístas, ¿quién puede estar en contra de repartir equitativamente las riquezas del país? Salvo los explotadores, ¿quién puede estar en contra de que lo que produce el trabajo sea en beneficio de todos? Salvo los que medran con el dolor ajeno, ¿quién puede estar en contra de que la salud pública sea gratuita? Salvo los podridos del alma, ¿quién puede estar en contra de ayudar a educar a otros? Salvo los mezquinos, ¿quién puede estar en contra de compartir con otros pueblos lo que se tiene? Salvo los arrogantes, ¿quién puede estar a favor de dictar a otros cómo debe ordenar cada cual su país?  

Lo que los cubanos saben es que la única manera de garantizar lo que han ganado en casi cincuenta años de lucha contra las agresiones imperiales es la continuidad de la revolución, el cumplimiento del legado de Fidel y de los que junto a él combatieron en la Sierra, las ciudades, la campaña de alfabetización, la lucha contra bandidos, Girón, las misiones internacionalistas, el período especial, es decir: todos nosotros.

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Y lo ganado no son solo las ventajas materiales, la salud, la educación, la seguridad social. Es sobre todo un verdadero sentido de Patria, una dignidad que Cuba no tenía en el pasado, es que el ser humano no sea valorado por lo que tiene sino por lo que es, es la certeza de que hasta los adversarios reconocen la valentía de un pueblo y sus líderes que durante casi medio siglo han resistido los embates del mayor poder imperial del planeta. 

Ahora, que Cuba comienza a despegar económicamente, poco a poco, con tesón diario, trabajando y preparándose para una guerra no deseada, aunque posible, le falta  temporalmente su Comandante en Jefe. Y él ha delegado sus poderes, según la Constitución, en su sustituto jurídico, natural e histórico. Al mismo tiempo, ha pedido a todos la misma firmeza, la misma disciplina y el mismo espíritu revolucionario que en los años en que él ha estado al mando. 

 
¿Qué otra reacción podía haber del pueblo de Cuba? 

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Escritor editor asistente de Progreso Semanal (www.progresosemanal.com).

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