Tras el caso Terri Schiavo: dejar morir o forzar la vida

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Estados Unidos, nación múltiple como es –probeta de todas las razas, decía Walt Whitman–, padece de diversas y traumáticas divisiones: republicanos o demócratas, negros o blancos, Norte contra Sur, ricos o pobres, creacionistas o evolucionistas y, una de las más complejas, pro-choice –libertad para elegir– o pro-life –por la vida–, básicamente focalizadas en el espinoso tema del aborto–.

fotoEl caso de la señora Schiavo, en estado vegetativo desde hace 15 años (en la fotografía de apertura el día de su boda, a la der. poco antes de morir), produjo en los días previos a su deceso un enfrentamiento entre los tres poderes del Estado: el poder judicial reiteradas veces hizo caso omiso o rechazó planteamientos del ejecutivo y del legislativo.

Su cónyuge, Michael  Schiavo, recuerda que cuando estaba sana y veían en la televisión el caso de una persona en estado vegetativo, ella le pidió que si algo así le llegara a pasar, no la dejara vivir en esas condiciones, que preferiría la muerte.

El maldito destino hizo que a raíz de problemas en los habitos alimentarios y un deficiente tratamiento a manos de un errático médico obstetra, durante un difícil período de embarazo, sufriera un problema cardíaco, con pérdida del vital potasio.

La falta de oxígeno en el cerebro afectó al córtex, hubo pérdida de fluido en la columna vertebral y Terri cayó, en 1990, en un estado vegetativo permanente. Al principio el marido y sus padres trabajaron en buena coordinación, buscando toda posible ayuda médica, sin éxito. No había indicios de recuperación.

Ella quedó postrada y sin conciencia de lo que ocurría. Michael recibió un millón y medio de dólares a título de indemnización y comenzó el proceso de mantenerla viva artificialmente. Pero, al cabo de quince años, Schiavo consideró que no había ninguna esperanza y que quizá era tiempo de hacer la voluntad de la paciente.

Pero los padres de Terri se opusieron a la eutanasia pasiva**. Algunos médicos especialistas consideraron que en este caso había esperanzas de recuperación. En estas circunstancias el marido –que entretanto ha inciado nueva vida con otra mujer– hizo las gestiones legales para ordenar a los médicos la suspensión de la alimentación artificial. Pero los padres, y en general su familia, se opusieron y también acudieron a los tribunales.

Una persona en estado vegetativo es incapaz de hacer algo por si misma. Su cerebro no responde. No habla ni expresa sentimientos o actitudes.

Por lo tanto revivió un debate que viene de los tiempos de Aristóteles –un asunto que ha ocupado a muchos filósofos– y aterrizó en la más compleja sociedad global, próspera, consumista y digitalizada.

La conciencia, el estado intelectual es algo distinto de la vida, biológicamente hablando, nos dice la herencia aristotélica, y la decisión de la vida pertenece a Dios –pero el estado consciente, el intelecto, es un privilegio humano individual–.

En Wáshington, este asunto de ética y filosofía, fue asumido políticamente por aquellos que quieren sacar ventaja de los prejuicios religiosos del protestantismo fundamentalista, como el presidente Bush, que se apresuró a firmar un decreto del Congreso de mayoría republicana, ordenando a las cortes reconectarla a los instrumentos que la mantenían con vida.

No obstante los jueces consideraron que no se puede emitir una ley por un solo caso y rechazaron la moción presidencial; en consecuencia se mantuvo la decisión de retirar los aparatos del cuerpo de la mujer en estado vegetativo.

Al firmar el decreto, Bush dijo –con mueca que me pareció burlona–: «En estos casos difíciles, siempre hay que optar por la vida». Y yo pensé que en eso mismo debería pensar  cuando autoriza el uso de sus armas de destrucción masiva, que no distinguen entre soldados combatientes y civiles, niños o mujeres no combatientes.

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* Desde EEUU para Paralelo 21 (www.radio.udg.mx).

** Se conviene en denominar eutanasia pasiva al retiro del instrumental médico que mantiene forzadamente con vida a un enfermo terminal, permitiendo así que la naturaleza siga su curso. En rigor la eutanasia –en la actualidad llamada activa– consiste en procurar la muerte de una persona, habitualmente porque por razones médicas o de otra naturaleza se estima que no debe vivir.

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