Tres voces iniciales del exilio poético chileno en Canadá

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Jorge Etcheverry*

Cuando se inicia el exilio chileno en Canadá a comienzos/mediados de los setentas, este incluye a un grupo de escritores que más tarde iniciarían la configuración y serían parte fundamental de una literatura en lengua castellana hecha y consumida en Canadá. Las escritoras en el seno de esta comunidad exilada inicial –en ese entonces con un nivel bastante consistente de agrupación– estaban sujetas a las mismas determinantes contextuales del resto de los autores chilenos exiliados. Hablemos de Nelly Davis, Nieves Fuenzalida y Carmen Rodríguez.
 

El ejercicio de su escritura se dedicaba en proporción diversa a las tareas que se planteaban como básicas: la denuncia de la situación en Chile y la solidaridad con el interior y los otros procesos similares latinoamericanos que redundaron en otras oleadas de extrañamientos, temas presentes en el exilio que, en este acaso, se barrunta desde sus inicios acaso como un desarraigo definitivo:

Exiliada
Tengo desvaríos del ayer
para el abandonado mañana.
Sé que sólo fui recogiendo
las migajas de las mesas extrañas.
En el banquete del mundo
fui huésped inesperada.
Mi mesa sólo tuvo
sueños, ilusiones y palabras
(Nelly Davis, del libro La forastera).

El exilio se revelará como componente central de un variado proceso de adaptación del que estas autoras, como sus congéneres varones, no pueden dejar de experimentar y ser testimonio. Como no sólo en los exilios y no sólo latinoamericanos, sino en diferentes situaciones que involucran a sectores progresistas, revolucionarios o ideológicos o religiosos en general, la cultura, la literatura y especialmente la poesía juegan un papel preponderante. En estas autoras no se puede descartar el aspecto de la militancia partidaria revolucionaria inicial y el papel que asignan a la poesía y la literatura en este proceso. Así en Guerra Prolongada de Carmen Rodríguez, en esta suerte de enumeración programática de la utopía, que incluye a la plenitud vital y la poesía:

Y la solución
hombre sí
trabajo sí
revolución sí
poesía sí
todo sí
la vida a todo grito

Esta militancia y compromiso se irá adaptando y trasmutando en consonancia con el paso del tiempo y el cambio del nuevo entorno, lo que es una constante entre las escritoras chilenas exiladas chilenas a nivel mundial.

En estas tres autoras se dan en combinación diferente los elementos básicamente temáticos de la nostalgia, el compromiso y el exilio, ligados en este tipo de transplante definitivo y radical, ya que a diferencia de la emigración, el exilio quema las naves, pero sin embargo siguen vigentes los lazos con un país que constituye en realidad un "estado de cosas" pasado e irrecuperable. No se pueden evitar las comparaciones del aquí y un allá que no es tan sólo temporal, ni la descripción o manifestación de un estado de desamparo, de estar arrojado en el mundo, de "yección".

Una situación en que la soledad y alineación del emisor lírico están sobredeterminadas por una situación de transplante irreversible que redefine la condición humana, dando paso a instancias de un neo existencialismo:

El hombre,
animal herido,
esconde sus dolores
entre fragancias de fresas,
aleteo de alas oscuras.
Quiere atajar el tiempo
jugando a las escondidas.
(De los Terceros fragmentos del clan de Nieves Fuenzalida).

Nelly Davis escribe poesía desde la adolescencia. Profesora normalista y pedagoga especialista en la enseñanza de niños y adultos discapacitados mentales, publica en 1973 su primer libro Ritual. Ese año se exilia en Montreal, Québec, trabaja en solidaridad y fue quizás “la figura practicante inicial” de la vasta poesía chilena en el Quebec.

Autora de varios libros publicados en el vehículo general de los autores chilenos de Montreal en esa época, las Editions D’Orfe, es la única chilena que figura en La presence d’une autre Amérique, Anthologie des ecrivains latino-americains du Québec, edición del colectivo de poetas en las Editions de la Naine Blanche en 1989. Ha publicado varios libros, el último publicado en Canadá, en Montreal, es El ocaso del Reino en 1989.

Vuelve a Chile y es activa en la ciudad de Rancagua, por ejemplo en la revista Safo y viene de lanzar el libro Camino al viento. Testimonio de su vida y poesía en Montreal son unas frases de una crónica del escritor chileno retornado del Québec Alfredo Lavergne “En esta ciudad como en Chile, me integré a la lucha contra la dictadura y trabajé en poesía con los poetas, Nelly Davis Vallejo, Jorge Etcheverry, Jorge Cancino, Elías Letelier y Tito Alvarado”.

Su poesía es simple, económica y sentimental de una manera directa, sin sensiblería; la mujer aparece como resabio de humanidad, dadora de vida y redentora:

Yo, mujer de América,
he venido
desde todos los tiempos
para decir:
basta de guerra
y de martirio!
basta de experiencias
para destruir la vida!

El papel fundamental de las relaciones interpersonales, la presencia de una poética del cuerpo y la maternidad se aúnan a la experiencia revolucionaria y a un humanismo, en una constelación frecuente en la poesía femenina:

Mi cuerpo
ya lo he dado
hasta el infinito
en la estación de los amores;
en el instante
de nacer
desde mi vientre
una nueva vida
y tristemente
mis manos recogieron
los cuerpos mutilados
de nuestros hijos
cuando el pueblo
fue asesinado
por la metralla
de los soldados.

Estos elementos salen a luz gracias al trauma que representa la situación que origina el exilio, que no termina y que se extiende a situaciones y contextos análogos doquiera, llegando a plantearse el problema de la condición humana en general y esbozando la respuesta de que sí, la mujer puede redimir:

Todo lo pintas,
sabia compañera;
la paz que el humano anhela,
la búsqueda imperiosa
de justicia
y trabajo

Pero los humanos son culpables de la trasgresión inicial de una armonía mítica preexistente:

Y nosotros, antropoides engreídos
inventores de laboratorios
y cerebros electrónicos
aún no hemos organizado
la paz del ser humano,
su apacible caminar,
su reposo y su sueño,
su pan, su dieta elemental.

Donde se manifiestan el tema antitecnológico ludista y el rouseauiano de las desgracias de la civilización y las cualidades del buen salvaje, y por extensión del campo, la provincia, tan presentes en nuestra poesía y cultura.

Pero es en el caso de Nieves Fuenzalida donde la experiencia traumática personal pero colectiva del golpe lleva más acentuadamente a un trabajo de intento de comprensión y explicación de la condición humana misma:

El hombre
único animal
que tiene recuerdos
de la muerte,
quiere pasar como gacela
desapercibida
de una manada
que bebe rocíos
en la madrugada

El hecho de la destrucción y la muerte se despliega de manera simple y tersa insito en la naturaleza misma, lo que previene la mitificación de estados simples anteriores respecto a una civilización corrupta, alterando nuestra proclividad a seguir naturalmente una tendencia mítica a postular una situación edénica inicial, y planteando más bien la necesidad de explicar y reconciliar el mal concreto de la experiencia por así decir personal con la condición humana y un esquema duro, negativo, de la realidad, donde acecha en última instancia la mortalidad:

No hay huida.
Donde se guarezca
la piel humana
será alcanzada
por el dardo oscuro
¿y por qué no brillante?
de la muerte.

Esta poesía tiene elementos distintivos, vanguardistas o experimentales que se pueden advertir en la estructura del libro publicado en inglés Three of Us Remain, the 39th Fragments of the Clan, publicados por Verbum Veritas en 1998, y que también apareció en español en Chile. Se trata de un libro estructurado como un largo poema dialógico y testimonial, achurado de intenciones plásticas, reflexivas e ideológicas, que constituye uno de los libros más particulares de la literatura hecha por autores de procedencia hispánica en Canadá.

Los Fragmentos del clan se pueden considerar una sola obra inacabada y fragmentaria, un eterno "work in progress" que es un intento de saldar cuentas con los eventos que provocan este diálogo, en realidad un autodiálogo, en que la poesía y la filosofía establecen a través de las voces y situaciones un contrapunto para intentar la explicación o inserción de esos sucesos y la serie que los comprende en un mundo en que pese a todo existe la bondad humana.

En El último tren para el colega Barría, texto testimonial de la autora, se plantea una situación absurda en que los guardias como niños crueles hacen a los presos jugar juegos infantiles. Es esta cosa grotesca y a la vez espantosa y ridícula que lleva a esta militante y humanista, docente de filosofía, además de poeta, a la recapitulación de su experiencia traumática de internada política en un campo de concentración y exterminio, al intento de explicación en los términos quizás irreconciliables de la naturaleza de alguna manera ambivalente e inmutable y nuestra finitud, crueldad y sufrimiento.

Luego su poesía se ha hecho de alguna manera más lírica, llegando a caracterizarse por la brevedad y la concisión y surgiendo de la reflexión de los aconteceres muchas veces mínimos de la vida personal y natural/urbana que rescata en destellos significativos.

En Carmen Rodríguez exilio y represión, se encuentran también presentes, pero su radicalismo ha adquirido un formato y vías "canadienses" o mejor aún norteamericanas, manteniendo como base su compromiso político social inicial con Chile y Latinoamérica.

Su carrera literaria en Canadá se entrelazó con su papel militante feminista/social/multicultural en el colectivo de la revista Aquelarre, una publicación progresista/feminista, sobre todo dirigida a las mujeres latinoamericanas, pero también a exilados, refugiados, los sectores crecientes de pobres y marginales que esta sociedad produce e incrementa, y dirigida a lectores de habla inglesa y española. Lo crucial de esta revista fue su radio de difusión en Canadá, y que era producida básicamente por mujeres latinoamericanas.

Distinguida en Chile por su trabajo en poesía y prosa, el libro principal de la autora es Guerra prolongada/Protracted War. Carmen Rodríguez se exila en California y llega a Vancouver en 1974. En 1979 va a Argentina a trabajar relacionada con el exiliado MIR chileno y vuelve a Vancouver. Fue presidenta en su momento de Union Racial Minority Writers Committee and Social Justice Taskforce de la Writers’ Union of Canada.

La revista Aquelarre era feminista, pero con una tendencia más política en sentido de clase que lo habitual en Norteamérica.

La poesía y prosa de Carmen Rodríguez se insertan en una literatura femenina hispanoamericana en Canadá, que responde a imperativos socioculturales de inserción en la nueva sociedad y ligados a la representación de grupos cuyas reivindicaciones particulares en general no cabían al interior de los proyectos de cambio social latinoamericanos de los setentas y que encuentran nichos al reubicarse en la sociedad anfitriona, que por otra parte carecen de antecedentes de programas totalizadores alternativos políticos de inclusión de los aspectos globales del cambio (ambientales, socioeconómicos, pacifistas, étnicos, genéricos) en una única plataforma política.

La preocupación por la comunicación del mensaje hace a la autora efectuar sus propias traducciones, una tendencia entre exiladas chilenas. Reaparece la combinación de lo ‘personal’ centrado en las relaciones y el cuerpo y el compromiso, la afirmación ‘femenina’ y la política, en un proyecto en el que la utopía no está ausente:

Yo iba a ser feliz
repartir ejemplo como dulces
redondear al ser cuadriculado
vivir ideología
descifrar el amor

O este título: Hablo de sueños, de estrategias, publicado en su propia traducción al inglés de esta Guerra prolongada/Protracted War que denota la permanencia en ambas culturas; la anfitriona, donde el discurso feminista reivindicativo estaba presente desde hacía décadas, pero sin cuestionar el sistema global, y el desarrollo germinal del papel de la mujer en la izquierda chilena, que trataba de implementar un nuevo sistema, pero donde ese aspecto era embrionario o de hecho una situación no programática:

Yo iba a ser feliz
nueva versión de Cenicienta
princesa revolucionaria
Mujer maravillosa con hijos
heroína de arriba-abajo.

Así vemos cómo estas tres voces fundacionales de la poesía chilena en Canadá no tan sólo difieren en estilo, sino que mantienen ciertas constantes temáticas en su trabajo de ajuste de cuentas con el golpe de estado y el exilio, su condición femenina y las contradicciones y desafíos de la sociedad anfitriona.

* Escritor, traductor, doctor en Literatura.

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1 comentario
  1. Mi nombre es Virginia Camaño Rocha. Quiero saber de unos familiares que fueron exiliado al país de Canada LO unico que se ellos se llamaban Lucho Camaño y Anita,se fueron con hijo y me quisieron llevar con ellos. Por si les sirve de referencia,mi madre Flor Maria Rocha Rocha se arrepintió. Según mis padres ellos eran mis tíos. Si tienen alguna información les rogaría hacerlas llegar a mi correo virginiacamano@gmail.com

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