Uruguay, un campeón lógico para una Copa América rara

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 Juan José Panno*

Luis Suárez hizo el primero y después Diego Forlán, el mejor jugador del Mundial de Sudáfrica,  se casó con él y metió dos más para consagrar a Uruguay como Campeón de América. Fue 3-0, un resultado que marcó las evidentes distancias que separaron futbolísticamente a los uruguayos -15 veces ganadores de la Copa- de los paraguayos. ¿Argentina? Lo vio por TV.

Paraguay llegó a la final sin haber ganado un solo partido; los favoritos quedaron eliminados sin haber perdido un solo encuentro; Brasil se quedó afuera después de que sus jugadores marcaron un insólito e inédito record de 0 en 4 en una definición por penales; Venezuela –contra todos los pronósticos de la cátedra– llegó a la semifinal y –contra toda lógica– perdió la posibilidad de jugar la final; Paraguay le ganó a Brasil sin merecerlo; Uruguay le ganó a Argentina sin merecerlo; Venezuela le ganó a Chile sin merecerlo; Messi no hizo ningún gol y recibió una lluvia de críticas sin merecerlo, porque fue uno de los pocos jugadores deslumbrantes del torneo.

Se jugó, en general, como el culo; pero lo único que quedó de la palabra culo salió de las declaraciones del entrenador de los guaraníes, Gerardo Martino al final del encuentro entre Paraguay y Brasil, mientras algunos absurdos comentaristas se deshacían por elogiar la disciplina táctica de los defensores paraguayos. Todo fue muy raro en esta Copa América; y a tono con esas rarezas, esa cancha de River repleta de banderas celestes y albirrojas.

No había muchos argentinos en el estadio Monumental. Algunos había porque se escuchó bastante la silbatina a Julio Grondona (presidente de la Asociación del Fútbol Argentino) cuando lo nombraron por los altavoces; pero no muchos. Casi todos, seguro, fueron a la cancha como quien es invitado a una fiesta en su propia casa. Estás ahí, pero no podés tocar, no podés comer, no podés bailar, no podés engancharte con nadie. Sólo mirar.

Y, naturalmente, los condicionamientos de ese tipo no predisponen muy bien a nadie. Un poco de fastidio, un poco de bronca, un poco de resentimiento y otro poco de envidia hacen imaginar un partido malo, enredado, sin situaciones de gol. Pero no pasa nada de eso porque Uruguay encuentra rápido un gol, a Paraguay se le queman los papeles y tiene que salir, y le deja a su rival un partido cómodo, tranquilo, esperando para salir rápido de contraataque y aprovechar la velocidad y la buena técnica de los de arriba. Los primeros minutos fueron de hacha y tiza, de pelotazo apurado y foul intimidante; pero el gol de Suárez lo solucionó todo, al menos para las posibilidades de los uruguayos.

Los casi inofensivos ataques de Paraguay desde el primer gol (sólo se anotó un tiro en el travesaño de Haedo Valdez). Claro que todo esto no deja de ser un lamento/llanto de iglesia. Vayamos entonces a cantarle a Gardel. Uruguay resultó ser el mejor del campeonato y ganó dignamente, merecidamente, con muchos pasajes de buen fútbol. Los uruguayos disfrutan de una generación de buenos jugadores, corren, meten, son solidarios, pero no apuestan todo a ese verso de la mística y de la garra charrúa, que tanta confusión y tantas frustraciones produjeron durante décadas.

La Copa América tuvo demasiadas cosas raras, entre las que hay que anotar que por primera vez en la historia la final se jugó en la cancha de un equipo de segunda división (aunque en realidad lo raro es que River esté en la B). El colmo de las rarezas habría sido que salieran campeones los paraguayos en una hipotética definición por penales, sin haber ganado un solo partido. Por suerte, no pasó; por suerte salió campeón Uruguay, el mejor del torneo.

*Periodista argentino de Página 12

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