Venezuela. – CALMA Y CORDURA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Es célebre la exclamación del general Eleazar López Contreras en el tiempo convulso y difícil que sucedió a la muerte de Juan Vicente Gómez, cuando las calles se llenaban de gritos y protestas, cuando se hundía el poder gomecista y aún no afloraba, en firme, el sustituto. «Calma y cordura», pidió el nuevo presidente a los venezolanos, y la frase surtió efecto si nos atenemos a los análisis que, posteriormente, harían historiadores y políticos.

La palabra oportuna

No pretendo hacer comparaciones entre el ayer y el hoy. Casi siempre éstas fracasan. Porque la historia no es guión; no es repetición al calco y tiene una dinámica muy peculiar. Cada tiempo tiene sus características, marcadas por lo social, lo económico, por la tecnología y por tantas otros factores. Pero de vez en cuando conviene volver la mirada al pasado.

Sobre todo hacia situaciones en que se sucedieron hechos que podrán repetirse. No es que a la muerte de Gómez se planteara un proceso revolucionario ni mucho menos. Pero había un clima de turbulencia, de angustia generalizada, de búsqueda de salidas. El poder que se precipitaba al abismo tras la muerte del dictador dejaba un legado de opresión desafiado por el pueblo, y quienes asumían un poder precario se veían al borde del caos.

El acierto de López Contreras no estuvo en pronunciar la frase capaz de tranquilizar, sino en haber interpretado una aspiración generalizada en torno a un acuerdo mínimo que impidiera que el desorden, producto de la falta de liderazgos, se apoderara de la nación y desembocara en una guerra civil.

Llamado con vigencia

Calma y cordura debe ser siempre un llamado a la sindéresis, a la racionalidad, por parte de los gobernantes con sentido del cargo que ejercen. Debe ser palabra a flor de labios de cualquier Jefe de Estado, consciente de su papel, en situaciones de excepción. Cuando la grave situación planteada el 2002 con los militares uniformados llamando desde Plaza Altamira a la rebelión de los cuarteles, Hugo Chávez procedió con sin igual prudencia. Fue capaz de frenar la acción represiva del Estado, justificada en aquel momento, y eludió la provocación que le fue montada.

Optó por dejar que el episodio languideciera y terminara repudiado por los propios promotores. Es decir, en el lenguaje lopecista Chávez actuó con calma y cordura.

Conclusión

Cuando los ánimos se encrespan; cuando se tensa el arco de las pasiones; cuando factores diversos presionan el endurecimiento y el salto al vacío; cuando quien representa al Estado de Derecho es retado con la finalidad de que pise la raya roja y pierda los estribos, la recomendación es calma y cordura.

Ante cualquier acto irresponsable de quienes no aceptan la nueva realidad y la pérdida del poder que detentaron impunemente, el gobernante está obligado a atemperar los ánimos y a disuadir con la palabra. Su prioridad es impedir el desbordamiento. Es entonces cuando recobra vigencia la frase del viejo general, cuya astucia y capacidad de mando reconoce la historia.

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* Dirigente político. Ex vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela.

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