Venezuela: Geopolítica de la enmienda

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Ana Esther Ceceña*

Hace diez años Venezuela emprendió un cambio de ruta que ha marcado profundamente los tiempos latinoamericanos. Hace diez años también, como producto de la llamada revolución en los asuntos militares y haciendo frente al desgaste de la política neoliberal, rechazada por los pueblos del Continente, inicia una nueva etapa en las relaciones de Estados Unidos con América Latina y el Caribe.
Dos procesos contradictorios, con profundas implicaciones geopolíticas, van modificando desde entonces el panorama:
 
1. Con la salida de Panamá en 1999-2000 no hay una retirada militar de Estados Unidos de la región latinoamericana y caribeña sino una ampliación de su presencia directa e indirecta. La posición de Panamá se extiende hacia Ecuador (Manta), Curaçao y El Salvador, como primer paso de una escalada militar sorda que ha fortalecido y multiplicado posiciones y que hoy se complementa con el reinicio de operaciones de la IV Flota, que coloca un cerco militar en la frontera de las aguas territoriales, sólo interrumpido ocasionalemnte por la presencia de la Flota rusa en las costas venezolanas.
 
Las posiciones en tierra se han extendido –y lo siguen haciendo- conformando un cinturón en torno a los países con procesos democráticos y que incluso se han declarado en vías de construcción del socialismo (con las particularidades de cada caso), y afianzando las posiciones en el Caribe con la ocupación de Haití y la modernización de la ominosa base de Guantánamo.
 
Como parte de esta presencia militar reforzada, y siguiendo las líneas tradicionales de construcción de aliados, se abre un flanco político que parte de Colombia y se extiende hacia Perú y México, con derivaciones más sutiles hacia otros gobiernos del Continente. Esta articulación de intereses, explícita en los tratados económicos pero también, significativamente, en los acuerdos y homologaciones de seguridad, busca detener, si no revertir, el derrame de los proyectos y movilizaciones populares, sean estatizados o no, que obstaculizan los proyectos hegemónicos y que amenazan con reproducirse en toda la región.
 
2. Después de un periodo de desánimo en el que parecía que la historia había tocado fondo y la resistencia al capitalismo era inútil; que las utopías no tenían modo de concretarse y que no había alternativa posible, el levantamiento zapatista en 1994 marca un salto de calidad en la dinámica de las resistencias continentales y de ahí en adelante no dejan de proliferar propuestas, movimientos, e incluso iniciativas políticas que caminando por vías convencionales transforman el sentido de la llegada a la Presidencia en algunos de nuestros países.
 
Movimientos impidiendo el saqueo de recursos, la depredación de selvas y bosques, haciendo frente a las invasiones de tierras, defendiendo el agua y la naturaleza, oponiéndose a los tratados de libre comercio, echando abajo el ALCA; gobiernos reclamando su derecho a decidir soberanamente, expulsando embajadores intervencionistas, renegociando condiciones de aprovechamiento de los recursos de la nación; pueblos en proceso de refundación, asambleas constituyentes, nuevas Constituciones y reglas del juego.
 
Lo que hay por transformar o construir es inmenso, pero el proceso ya inició y las posibilidades están abiertas.
 
El referéndum del 15 de febrero, que no garantiza la reelección indefinida aunque la posibilita, implica mucho más que una enmienda constitucional: están en juego los equilibrios geopolíticos de la región, los proyectos de articulación solidaria, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y, así como están las cosas, la prosecución misma del proceso bolivariano en Venezuela.

*Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM.
Observatorio Latinoamericano de Geopolítica
 

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