Vida andina. – EL RETORNO DE LAS WACAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No obstante, en la actualidad, en Bolivia, los amautas –autoridades espirituales indígenas– aseguran que los vientos han cambiado y que ha llegado el tiempo de recuperar esos espacios religiosos relegados, que reciben el nombre aymara de wacas. Para estas autoridades, las parroquias de la colonia están de más.

El movimiento de reivindicación ya se ha iniciado, incluso con el apoyo del Gobierno y sin que la clase eclesiástica esté enterada de ello.

El crucifijo del pasado

La cruz y la espada fueron los cimientos de la conquista ibérica. Carlos Mesa, en su libro Historia de Bolivia, rememora que, desde el segundo viaje de Cristóbal Colón al nuevo continente, los sacerdotes formaron parte de las comitivas colonizadoras.

El primer Obispado de América fue el de San Juan de Puerto Rico (1512); luego se crearon los de Túmbez y Cusco, ambos en el actual territorio de Perú. Corría 1538.

De inicio, las expediciones católicas en suelo boliviano se hicieron con sotanas cafés. Los franciscanos –como dice el folleto Convento y Basílica Menor de San Francisco– «imitaban a los apóstoles de Jesús a proclamar la buena nueva a toda criatura». Ellos no se ocupaban de edificar iglesias, pero sí de evangelizar. La construcción de las catedrales llegaría posteriormente.

El primer fraile arribó a Perú en 1532; ocho años después los franciscanos andaban por Chuquisaca y desde 1547 catequizaron por Potosí. Es más, según los documentos eclesiásticos, sus antecesores arribaron a La Paz aun antes que Alonso de Mendoza, fundador de la ciudad. Iban a pasar de largo por Chuquiago Marka, pero los religiosos se interesaron por un pequeño poblado que vieron mientras caminaban rumbo a Sucre.

Los conventos llegaron a la futura ciudad paceña con San Francisco, gracias a un terreno donado por el cacique Quirquincha. En 1548 comenzó la construcción del templo católico –aunque una fuerte nevada lo derrumbó entre 1608 y 1612, pero en 1744 fue nuevamente levantado– que desde su origen estuvo bajo dirección de los franciscanos. En otros confines de la religiosidad, los jesuitas también edificaron sus capillas, una de las más famosas es la de Copacabana.

Según el libro Bolivia, del historiador Jorge Siles Salinas, la imagen de la virgen de la población a orillas del lago Titicaca fue tallada por el «inca noble Francisco Tito Yupanqui, crecido en un hogar ya cristianizado». La basílica fue construida en 1610 y los actos litúrgicos se celebraban al aire libre y estaban dirigidos a «multitudes de indígenas que acudían a exteriorizar su fe ante la virgen».

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Fue cuando la palabra sincretismo empezó a cobrar significado.

Pero en el siglo XVI los ojos del mundo estaban volcados a la tierra conquistada que se negaba a arrodillarse ante la religión española. Por esto, la Iglesia Católica instauró reuniones de obispos para tratar el tema, hasta que en el tercer concilio reunido en Lima se redactó el catecismo en quechua, aymara y puquina. La propuesta funcionó a medias: las deidades aymaras seguían de pie y sus tradiciones no morían ante la llegada de la cruz. «Fue entonces que se inició una gran campaña para terminar con los antiguos dioses y sus ritos», señala Carlos Mesa.

La creación de los monasterios de la fe católica y su ubicación en sitios estratégicos donde se erigían las wacas formaron parte de esta extirpación religiosa, en palabras de los amautas de La Paz. «Los católicos construyeron sus iglesias en lugares sagrados, eso ha sido la conquista», indica Marcelo Zaiduni, uno de los líderes espirituales indígenas que impulsan la recuperación de estos lugares originarios.

Las dos opciones

–Es difícil imaginar a la ciudad de La Paz sin la iglesia de San Francisco…

Fernando Huanacuni Mamani tiene el rostro anguloso y el cabello nocturno, como sus ojos. Escucha el comentario en silencio. Ofrece una sonrisa amarga, chueca e irónica, como su respuesta…
–Sí, es difícil imaginarla, así como ha sido complicado para nosotros no tener nuestros templos andinos.

–Pero quitar San Francisco de su sitio generará problemas con la Iglesia Católica.

–Definitivamente que se va a producir un conflicto. Pero ellos tienen que ver el dolor que sentimos cuando destrozaron nuestros templos. La persona occidental sólo habla con la memoria individual y temporal; nosotros hablamos con la memoria social y atemporal.

La voz de Huanacuni no expresa ninguna modulación especial. A sus 40 años, el abogado aymara forma parte del movimiento indígena que busca la reivindicación de las wacas, allí donde el catolicismo y el cristianismo han edificado sus oratorios. Él sabe que no está solo y cree que la premonición se hará realidad pronto, incluso en menos de seis años.

Reunidos en la oficina de Cancio Mamani, funcionario del ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, un grupo de amautas coordina la recuperación de estas áreas. Todos están de acuerdo con la propuesta, aunque algunos son menos drásticos y piden sólo un pedazo físico de las iglesias para colocar sus wacas. Otros, sin embargo, lo quieren todo, hasta el punto de planificar la destrucción del templo católico y su reemplazo por los espacios sagrados de los originarios.

–Más que con resentimiento, hablamos con dolor. No se nos puede seguir ignorando. Este tema no sólo es de valor histórico, tiene importancia en nuestra psique. Para nosotros no ha sido fácil asistir a la universidad y estudiar. Formamos parte de toda una estructura de coloniaje que definitivamente tiene que ser resuelta por el bienestar de todos –dice Huanacuni.

La referida estrategia no es simplemente apoyada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, sino también por el jefe máximo del gobierno. De acuerdo con el amauta Edmundo Pacheco «el Primer Mandatario (Evo Morales) sabe de esto. Está bien enterado de estas luchas».

–Hay que basarnos en principios de conviabilidad (vivir bien juntos). Nosotros les permitimos (a los colonizadores) estar en nuestro país y ahora que nos permitan vivir en nuestro país. –Indica el sacerdote Zaiduni, quien brinda clases de culturas antiguas en la cancillería. Él forma parte de una tendencia concertadora y está de acuerdo con colocar sólo la imagen de un sapo «hecho de piedra comanche» en el atrio de San Francisco. Propone respetar el resto de la capilla católica. «Sólo queremos que se nos permita hacer rituales en nuestro lugar ancestral. (Ver infografía de la página 16).

fotoMás objetivos en la mira

San Francisco es sólo un ejemplo. El renacimiento de las wacas apunta a todos los conventos que trajo consigo la colonia y que se ubican en el occidente del territorio boliviano, teniendo a La Paz, Oruro y Potosí como epicentros; entre los más importantes están los de Laja, Guaqui, Tiwanaku y Copacabana.

En el caso de este santuario a orillas del lago sagrado, la reciente disputa «que aún no ha sido resuelta completamente» por la hospedería y el templo –revela el grupo de líderes espirituales entrevistado por el autor– es, sobre todo, por la recuperación del otrora sitio destinado a las ofrendas de los indígenas.

–Ése era un primer movimiento de recuperación. Nosotros vamos paso a paso –anuncia convencido Huanacuni.

Los problemas de Copacabana datan de unos 13 meses atrás. En noviembre de 2005, un conjunto de campesinos pidió alojamiento en la hostal de los franciscanos, que atendía a un precio módico a los visitantes y peregrinos en Semana Santa. Posteriormente, los visitantes se negaron a salir y reclamaron su derecho de propiedad desde tiempos ancestrales. Al final, expulsaron a los sacerdotes que siguen las enseñanzas de San Francisco de Asís.

La lista continúa. En la ciudad de El Alto, comentan los amautas, también el padre alemán Sebastián Obermaier edificó templos sobre wacas andinas. Una de las construcciones cuestionadas es la de Villa Dolores. Marcelo Zaiduni dispara sobre Obermaier:

–En la Jacha Apacheta –ubicada en Munaypata**– hay un centro ritual al que no nos podemos acercar porque estamos perseguidos y amenazados de muerte. Obermaier quiere construir una megaiglesia en ese lugar. Él busca destruir ese sitio sagrado donde están enterrados muchos cadáveres de los amautas.

Fuentes que conocen el tema advierten de que incluso se está formando un «frente de choque» para destruir las cruces de las capillas de color verde y blanco repartidas por varias zonas alteñas y que responden a la «marca registrada» de las construcciones de Obermaier y, en vez de éstas, instalar los crucifijos de piedra, no sin antes exigir la salida de los sacerdotes y la ocupación de los laramas (sabios originarios) como nuevos propietarios de estos conventos.

Asimismo, Tiwanaku forma parte de este circuito espiritual que pretende ser recobrado. No en vano, vestido con un unku o kawa (una especie de poncho con cuatro aberturas), que fue confeccionado con fibra de alpaca, con base en el diseño original de la cultura tiwanacota, el sábado 21 de enero de este año (2006) Evo Morales recibió el bastón de mando de los mallkus (autoridades rurales), un día antes de su posesión oficial en la plaza Murillo. Un nombramiento marcado por los ritos ancestrales y que recibió el beneplácito de representantes indígenas del continente, quienes asistieron a la ceremonia.

Para los amautas, con las señales de cambio que se advierten en la actualidad, poco a poco el sueño de recuperar sus emblemas sagrados toma cuerpo.

–Se está coordinando también con las prefecturas para hacer un inventario nacional de wacas. Yo estoy al cargo del registro; pero hay otra unidad que se encarga de la catalogación de éstas –comenta Dolores Charali Mayorga, jefa de la Unidad de Patrimonio Material del Viceministerio de Cultura.

Sin embargo, la recuperación de estos centros espirituales no es una lucha que se circunscribe solamente a las fronteras de Bolivia. En una nación vecina, Perú, los pueblos indígenas han solicitado a la justicia ordinaria la devolución de una de sus wacas, la de Qurikancha, que se halla ocupada por una iglesia católica. De prosperar esta demanda legal, repercutirá en la región andina.

Incluso en el encuentro continental de pueblos y nacionalidades indígenas del Abya Yala –celebrado entre el 8 y el 12 de octubre de 2006 en La Paz– se firmó el documento De la resistencia al poder, donde uno de los retos originarios está justamente relacionado con las wacas. «Recuperar los lugares sagrados, centros ceremoniales para el fortalecimiento de la identidad espiritual de cada uno de los pueblos y posibilitar el equilibrio del Cosmos-Pachamama, Pacha tata-dios madre, dios padre, y así cuidarlo y preservarlo. Esto implica que los centros ceremoniales deben pasar a la administración de los pueblos originarios del Abya Yala (nombre indígena que se daba en Centroamérica al continente americano antes de la llegada de los españoles) y no seguir siendo un medio simplemente de lucro», dice el texto del pronunciamiento.

El futuro según los amautas

La hoja de coca ha hablado y los abuelos aymaras lo advierten… En 2012, el planeta Tierra sufrirá los embates de la naturaleza. «Cuando llegue el Pachakuti (Gran Día) cósmico –aproximadamente dentro de seis años– el mundo se va a sacudir en las cuatro direcciones, habrá terremotos, maremotos y el fenómeno de El Niño va a ser cotidiano», profetiza el amauta Edmundo Pacheco.

Hasta que llegue ese día fatídico, las autoridades espirituales pretenden encender los «fuegos sagrados de las wacas». No habría otra solución.

Pacheco no se queda ahí, sino también incorpora a su mensaje un contenido científico visto a través de la milenaria hoja de coca… «Al hacer el movimiento de rotación, la Tierra empieza a cabecear; esta inclinación provoca una desviación con el tiempo, además del calentamiento del planeta. Si no recuperamos las wacas, la Tierra va a perder su eje central».

Este apocalipsis andino supuestamente ya lanzó sus primeras señales:

–Quiero hacer recuerdo que el 19 de febrero del año 2003 ha llegado a la plaza Murillo un rayo que es una señal del Pachakuti. Ese fenómeno tenía que llegar al Palacio de Gobierno, al asiento del Presidente de la República (que entonces era Gonzalo Sánchez de Lozada), pero se ha desviado. Esa energía era grande –lanza su frase el amauta Paulino Mamani.

Se sabe que aquel rayo llegó a quebrar una de las partes laterales del monumento dedicado al prócer Pedro Domingo Murillo.

Con la voz profunda y arqueando los ojos, Mamani cuenta que el día en que el ex mandatario Sánchez de Lozada posesionaba a sus ministros del gabinete derramó el agua de un florero. Otra premonición. «Eso significaba el derramamiento de sangre que vino después (en febrero y octubre de ese mismo año)». La gente no se da cuenta –sigue la versión del líder espiritual originario– de que los granizos, las lluvias, la falta de agua para el riego en el agro y los problemas sociales se deben a la ausencia de ritos en las wacas. «Los achachilas (ancestros) están llorando».

La posesión del primer Presidente indígena de la región también es una señal de este proceso de cambio que se ha iniciado:

–Queremos instalar el pedido a partir de lo visible, de lo que pasa hoy, que es el gobierno de Evo Morales, a quien todos los pueblos originarios lo han reconocido como líder –sostiene Huanacuni.

El tema aún se encuentra en la sombra de la clandestinidad y la jerarquía eclesiástica todavía no sospecha de la formación de este movimiento andino. No obstante, el cura Juan Carlos Calderón, quien oficia misas en el templo de San Francisco, no comparte la posición de los campesinos. «No podemos permitir que se intente destrozar a la Iglesia», anuncia, y en su rostro barbado se dibuja una mezcla de rabia e impotencia.

En otro rincón de la urbe paceña, la mirada oscura de Huanacuni brilla. De pronto, retorna a una imagen que le sigue rondando la cabeza… «Es cierto, es difícil imaginar a La Paz sin San Francisco». La pugna recién comienza.

¿Qué es una waca? Waca es una palabra andina que significa sitio sagrado. Por lo general, se encuentran en espacios elevados (cerros) cerca de lagos o ríos y en determinados caminos. Los amautas aseguran que la tendencia católica es colocar imágenes de Cristo en estos lugares.

En la religión andina, para cruzar de un sitio a otro se pide «permiso» a los dioses andinos en las wacas. También hay la creencia de dejar una piedra en ellas, esto simboliza desprenderse del cansancio del cuerpo.

Evo Morales en Tiwanaku. El presidente asumió su mandato en una waca andina. La celebración fue un día antes de la posesión oficial.

El caso Qurikancha Las plegarias andinas están a punto de hacerse realidad en un país vecino. En el templo de Qurikancha (Perú) existía una waca dedicada al dios Sol, hoy un templo católio; y un primer pronunciamiento judicial está a favor de devolver al sitio su esencia andina. «Sólo esperamos que esto se pueda ratificar con un fallo judicial internacional», cuenta optimista Fernando Huanacuni Mamani, abogado aymara boliviano.

Explica que esta primera instancia está basada en el derecho ancestral «como figura jurídica para restablecer nuestros templos». De confirmarse la sentencia de Qurikancha, «simultáneamente todo el continente presentará su protesta para restablecer los sitios ancestrales». Es que las wacas no son exclusividad de Bolivia, también las hay en otros países del Cono Sur, en especial Ecuador y Perú.

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* Publicado en el diario La Prensa, de La Paz. Texto y fotografías originales aquí.

La fotografía de apertura pertenece a Freddy Ramos Salgueiro.

**En castellano Cerro del amor. El templo domina desde la altura el área citadina.

Mayor información y contacto con Fernando Huanacuni Mamani, se encuentra en www.caminantesdelosandes.org/inicio.htm.

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