Vida contemporánea. – LA GENTE ENLOQUECE MIENTRAS LOS POLOS SE ARRUINAN

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Febrero de 2007 terminó mal. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, dependiente de las Naciones Unidas) develó en Bruselas que no menos de mil millones de personas padecen diversos trastornos mentales y problemas neurológicos. El estudio, a su vez, revela –vuelve a esconder– las causas primeras del descalabro de la especie humana.

Titulado Trastornos neurológicos: retos para la salud pública pretende ser algo más que una clarinada que advierta del problema; se lo concibe como el primer capítulo para el diseño de un libreto que haga conciencia en los Estados para mejorar la condición de un sexto de la población del planeta y se planifique una forma de prevención que impida que en 10 años más sea un quinto y luego uno de cada cuatro los habitantes humanos de la Tierra los enfermos.

fotoVelar, revelar, develar

Si bien el trabajo de la OMS devela –esto es: descubre– la extensión del peligro y el sufrimiento, al mismo tiempo revela (vuelve a velar, a poner velos) la verdad profunda de la malhadada situación al pretender «compromisos de la clase política» para mitigar y eliminar el daño. Alrededor de siete millones de personas mueren cada año víctimas de estos trastornos, un 12% de las muertes naturales que se producen en el mundo. Revela, porque la (mal) llamada «clase» política no existe.

No existe en cuanto categoría social ni existe en cuanto grupo a cargo del gobierno y administración de los asuntos sociales. Si en la Unión Soviética la gerontocracia encaramada en el Kremlin y el Politburó constituía al momento de su derrumbe un lejano, corrupto y astroso cerebro, en el reino del capitalismo no es más que el aparato de relaciones públicas y ejecutor de las decisiones de los «dueños del poder». Pedirle, entonces, que tome conciencia del abismo frente al cual despertamos, amamos y nos vamos a dormir –y que amenaza con tragarnos– es una estupidez.

Graves y dañinas, en efecto, son -como señala la OMS– la epilepsia y el mal de Alzheimer, que afectan a unos 75/80 millones de personas cuyas fichas médicas están archivadas en clínicas y hospitales (¿cuántos más habrá sin detectar en las geografías rurales y de los pueblos desperdigados por el mundo?); fotosin embargo más graves para la sociedad sin duda son los sempiternos «dolores de cabeza», el estrés, la irritabilidad, los «olvidos», el exceso de alcohol y de estimulantes con los que soportan sus jornadas de trabajo los gerentes y los que barren, el albañil encaramado en un andamio sin la protección adecuada, el ingeniero que hace la vista gorda al «recálculo» de los materiales a emplearse en un puente por la empresa constructora –y el obrero que se da cuenta y ata las inútiles cadenas de ese puente que caerá al paso de un camión, de un automóvil o de un microbús con escolares.

La responsabilidad ante esos enfermos no la tiene el neurólogo –uno por cada tres millones de personas en África– ni el sicólogo que escucha al que padece y no sabe por qué. ¿Qué se puede decir del pediatra que intenta «organizar» el caudal de vida del niño inquieto a punta de tranquilizantes «inocuos»? ¿O del policía que reprime al adolescente que fuma yerba en la plaza de su barrio? ¿Por qué los jóvenes beben vino ordinario, mala cerveza en la oscuridad antes de allegare a la fiesta de agua mineral y metaanfetaminas?

Para la OMS está claro que entre los factores que desencadenan los trastornos neurológicos y mentales el envejecimiento es uno, otro » los malos hábitos en el estilo de vida» de la población urbana de las economías con desenvolvimiento más sofisticado. Y respecto de los países pobres –decir subdesarrollados o en vías de desarrollo no es más que un eufemismo de lenguaje «políticamente» correcto–, la organización de salud sólo atina a señalar que la «comunidad internacional» debe hacer un esfuerzo…

Y de inmediato previene –saben quienes analizarán el texto– «no hace falta invertir más, sólo reorganizar mejor los recursos». En la Unión Europea las enfermedades mentales y neurológicas significan una erogación del orden de los €139.000 millones cada año para los aparatos de salud pública. En América la salud pública es un animal en vías de extinción. En África no existe. En Asia es desigual.

fotoEn busca del cuerpo soñado

El cuerpo es un mundo que no deja de estar en contacto con el mundo. Los cuerpos son como las galaxias que navegan en un Universo de galaxias que nacen, se rozan, chocan, se funden, desaparecen. Pero el cuerpo es también un animal torturado. En especial cuando se quiere hacer de él lo que no podrá jamás ser.

Ellos miran a esas mujeres que parecen recién salidas de un comercial de televisión, ellas a esos varones que parecen héroes del cine –o las telenovelas–. Pero a la hora de elegir pareja ellas prefieren los más sólidos y tolerantes y ellos desdeñan a las flacas que no parecen tener espacio entre las caderas para que crezca allí un hijo. Es atávico.

Sin embargo hembras y varones jóvenes, en especial jóvenes y en su mayoría hembras, buscan en la química un modo de alcanzar –o descender– al cuerpo delgado que vende la imagen del cine, la pasarela de modas y la TV. No sólo eso. Buscan (pero ya no únicamente los jóvenes) en la razón de la química de las drogas «científicas» un modo de acomodarse a la compleja vida social y del trabajo, cada día más exigente y cada día menos racional.

El documento correspondiente a 2006 emitido por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes –oficina de las NNUU que sigue el paso y fiscaliza la marcha de las drogas en el mundo– es algo más que preocupante. El consumo de tranquilizantes o «estabilizadores» del ánimo, los «ansiolíticos», aumenta, ya sobre la base de indicación médica, ya comprados de cualquier modo.

Y no disminuye el tráfico de medicamentos llamados «anoxerígenos». Es decir, sustancias que producen anorexia. La anorexia es la falta excesiva, anormal, de apetito por la comida. La persona que padece anorexia sencillamente no come, «pellizca» aquí y allá migajas. Hasta que se muere.

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La anorexia es lo contrario de la bulimia, que son las ganas excesivas de comer. La perversión de una mente enferma –alimentada por las imágenes y los aparentes triunfos de aquellas delgadas– hacen que llamemos bulímicas a las personas –otra vez: en su mayoría especialmente jóvenes y mujeres– que estiman que comen demasiado y se las arreglan para regurgitar lo tragado o apelan a los anorexígenos para no tener hambre.

Sucede que la preocupación por lo que se come engendra grande ansiedad, por lo que estos enfermos apelan a tranquilizantes y somníferos; pero como tienen que cumplir diversas tareas cotidianamente, deben además consumir medicamentos que les brinden una cierta euforia, que los «pongan en movimiento». Todas estas drogas tienen efectos sobre el sistema nervioso central y producen hábito, crean dependencia. Lo que no impide que los médicos las prescriban con golosa alegría y sus padecientes, que aprenden los secretos de la automedicación, los mezclen e intercambien con espíritu deportivo.

Según la JIFE, en algunos países, como Estados Unidos, el abuso de medicamentos de venta con receta ya ha sobrepasado el de las drogas ilícitas tradicionales como la heroína y la cocaína. fotoY añade que el creciente uso de la internet como mercado planetario de drogas contribuye poderosamente a la propagación del abuso de medicamentos.

Curiosamente, dos países famosos por la belleza y generosidad de las anatomías de sus mujeres, Brasil y la Argentina, son primeros lugares mundiales a la hora de los anorexígenos.

Cómo es arriba, así es abajo

El epígrafe no se refiere a Hermes Trismegisto, sino a los polos ártico y antártico. Se inauguró en París el Año Internacional Polar que es además la partida de un proyecto de estudios –que se prolongará hasta 2009 y en el que participarán más 50.000 investigadores– acerca de las consecuencias del calentamiento global y otros fenomenos sobre los territorios polares.

El año polar cuenta con el patrocinio de la Organización Meteorológica Mundial y el Consejo Internacional para la Ciencia, organismos de las Naciones Unidas, y cuenta con un presupuesto de alrededor de € 1.300 millones para llevarse a cabo.

Según se derriten los hielos meridionales y septentrionales, ya se calibran algunos efectos del cambio climático. Parece un hecho que en el Polo Norte y áreas adyacentes, en no más de un siglo, la capa de hielo habrá desaparecido en su mayor parte, lo que detonará nuevos cambios climáticos y en la misma geografía –natural y humana– del hemisferio.

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En cuanto a la Antártica, el derrumbe de dos enormes murallas heladas –la consecuencia más visible del cambio climático en la última década– permite a los científicos acceder a un ecosistema submarino virgen: unos 10 mil kilómetros cuadrados que llevaban 100 mil años cubiertos por un mínimo de 200 metros de hielo.

El descubrimiento de flora y fauna –especies algunas desconocidas– hará que las investigaciones allí sean un importante capítulo del Año Polar recién inaugurado en París. Otras expediciones centrarán su interés en la Península Antártica, que es la zona de más rápido calentamiento.

Lo que se advierte está sucediendo en los polos es sólo la punta del iceberg de las alteraciones aceleradas que ocurren en la Tierra como efecto de la acción humana.

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* De la redacción de Piel de Leopardo.

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