Vientos bélicos sobre el Golfo Pérsico

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Diego Ghersi * 

En los últimos días Estados Unidos, Israel e Irán demostraron sus fuerzas militares. ¿Se avecina una confrontación militar en Medio Oriente? 

En las últimas semanas los medios de todo el mundo han registrado una creciente actividad internacional en relación con el potencial ingreso de Irán al club nuclear. Eso se debe a que el miércoles y el jueves pasado, Irán probó 9 misiles en ejercicios militares llevados a cabo en el Golfo Pérsico.
 
Esta situación llevó a que Estados Unidos refuerce su presencia militar y lance, junto con Israel, advertencias sobre el Gobierno de Teherán. "El mensaje para Irán es que defenderemos los intereses norteamericanos y los de nuestros aliados", declaró la secretaria de Estado, Condoleezza Rice. Por su parte el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, en el cuartel general del Partido Laborista, en Tel Avil, declaró que Irán es un reto no sólo para Israel, sino para el mundo entero".
 
Sin embargo, antes de iniciar cualquier especulación al respecto, es importante señalar que –hasta el momento- no se ha comprobado fehacientemente que el desarrollo atómico de Irán exceda lo atinente a su utilización pacífica.
 
Es válido recordar que Irán posee la segunda reserva de petróleo más grande del mundo, y cuenta también con las segundas reservas de gas. Dato no menor, teniendo en cuenta los antecedentes previos a la inavasión a Irak en el 2003.
 
La nación persa además, se proyecta como el único país que controla tanta cantidad de ambos recursos vitales para la economía real.
 
Más allá de las intenciones del plan nuclear iraní, los ejercicios militares que los israelíes desarrollaron en el Mediterráneo a mediados de junio fueron interpretados por los analistas como un ensayo de bombardeo a las plantas persas de procesamiento de uranio.
 
Si bien Israel tiene antecedentes en ese tipo de operación preventiva – planta nuclear iraquí de Osirak en 1981- el hecho de haber resignado la sorpresa táctica, sumado a las dificultades propias de la multiplicidad de objetivos involucrados en esta operación particular, hacen pensar más en un llamado de atención israelí para sus aliados y sus potenciales enemigos que a un ensayo real de ataque.
 
Concientes de que la primera guerra que pierdan será la última, el gobierno de Israel no tiene margen para especulaciones aunque estas le sean impuestas por los circunstanciales intereses comerciales –y no tan existenciales- de sus aliados.
 
En primer lugar, Estados Unidos no está en condiciones de enfrentar la coyuntura de un escenario bélico iraní. Sus tropas desplegadas en Irak son muy vulnerables a las represalias de Teherán, y el esfuerzo bélico que representa la nación persa excede con creces al que en su momento significó la invasión de Irak.
 
Por otra parte, la administración estadounidense recién ha logrado plasmar en Irak un escenario que le permita succionar la riqueza petrolífera en beneficio propio y un frente de guerra iraní significaría la pérdida de ese flujo de capital en momentos en que se necesita un respiro.
 
Otro tema es la especial coyuntura política interna de Estados Unidos que, casi sin tiempo para renovar sus autoridades nacionales, no pude arriesgarse a hipotecar al futuro gobierno con una acción bélica de magnitud.
 
Para la Unión Europea (UE) y Rusia la cuestión tampoco es menor. Si se tiene en cuenta que Israel posee un arsenal que la fundación Carter ha estimado en 150 bombas atómicas, la probabilidad de que su patio trasero se convierta en un escenario radiactivo no debe parecerles muy agradable y por ello, la guerra es necesariamente postergable, por más tentadoras que sean las ventajas económicas que puedan obtener en el saqueo de las materias primas.
 
Hay entonces una diferencia de urgencias entre las necesidades de Israel y las de sus aliados y aunque Tel Aviv no excluya la posibilidad de actuar unilateralmente, su objetivo sería el de aunar esfuerzos para disuadir al Gobierno persa de persistir en el programa de enriquecimiento con sanciones diplomáticas y económicas.
 
En ese camino están las recientes disposiciones de la Unión Europea, que prohíben operar en su territorio a algunas entidades financieras persas y las intenciones de Washington -que actualmente opera en Irán a través de la delegación suiza- de abrir una oficina de intereses en Teherán. Esta medida estadounidense ha sido interpretada como un intento para fortalecer a la oposición del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad y resquebrajar así su aparente solidez en materia de política exterior.
 
En el marco de negociación, el secretario general del consejo de la Unión Europea, Javier Solana, llevó a Teherán una propuesta que combina importantes incentivos económicos y tecnológicos a cambio del abandono del programa nuclear. Esta propuesta habría sido bien considerada por la diplomacia iraní hasta los ejercicios militares de Israel, que involucraron a más de 100 aviones. Sin embargo, la sensación generalizada de que aceptarla sería ceder a la prepotencia de Tel Aviv estaría haciendo tambalear el intento, lo cual es una tremenda torpeza.
 
Todos estos hechos tienen por trasfondo el aumento imparable de la cotización del barril de petróleo –subió a 141 dólares luego de las pruebas del miércoles- y la presión occidental sobre los países productores para que incrementen la oferta. El mercado se vio claramente afectado por la posibilidad de un conflicto en la región, ya que el mismo afectaría en particular el tránsito por el Estrecho de Ormuz, por donde pasa cerca del 40 por ciento del petróleo que se comercializa en el mundo.
 
Esta realidad brinda a las autoridades iraníes el argumento de que un eventual ataque a su territorio traería la suspensión de las exportaciones de crudo y un consecuente desastre para las economías de occidente.
 
Sumado a eso, y en el campo militar, el gobierno de Teherán ha realizado cambios en las posiciones de los misiles Shahab-3 – que tiene un alcance de 2000 kilómetros, o sea, dos veces la distancia que separa la frontera oeste de Irán con Israel- con el fin de priorizar blancos estratégicos en territorio de israelí. Al hacerlo, ha sumado otra razón de consideración a su capacidad de resistencia.
 
Por su parte Estados Unidos, cuya Quinta Flota tiene su principal base en Bahrein, llevó a cabo ejercicios militares en el Golfo Pérsico ¿amenaza de guerra?
 
Más allá de eso, la historia reciente demuestra que las posibilidades de éxito en contra del aparato militar israelí dependen de la capacidad de sus adversarios para combinar sus potencialidades detrás de un sólido liderazgo.
 
Tal como le sucedió a Pakistán en su momento, parece difícil que el dominio de la tecnología nuclear garantice ese liderazgo a Irán y, más allá de quien gane o pierda, los medios de destrucción involucrados transforman al escenario en un problema para la supervivencia mundial.
 
* Publicado en APM

 

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