Viva el Perú y sereno… – ALAN RECIÉN ASUMIÓ Y YA TIENE UN MUERTO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La gerencia de Asuntos Externos de las minas Yanacocha emitió desde Cajamarca el 28 de agosto de 2006 un comunicado. He aquí el último párrafo, recibido con premura, como se verá, por las autoridades –esta vez internas– del Perú:

foto«Se deja constancia que la empresa viene efectuando su mayor esfuerzo para restituir el diálogo con los pobladores que vienen bloqueando la carretera y asimismo ha solicitado a las autoridades competentes que se reestablezca el libre tránsito y el orden público de modo que se puedan reiniciar a la brevedad posible las operaciones».

En quechua yanacocha quiere decir laguna negra –o sea: una agua del mismo color del alma de quienes explotan el mineral y reprimen a quienes reclaman–. No se trata de cualquier mineral. Yanacocha es un complejo de cinco minas a tajo abierto, ubicadas sobre los 3.500 metros contados desde el nivel del mar, en Los Andes peruanos. Las minas son de oro.

Hay una pequeña historia detrás del yacimiento, previa a la represión a los campesinos que, según la agencia de noticias independiente brasileña Adital (www.adital.com.br), «dejó 13 campesinos heridos en la población de Combayo. El pasado miércoles –30 de agosto de 2006–, para llamar la atención de los gobernantes y de la dirección de la minera, los manifestantes bloquearon la carretera de Cajamarca, y los policiales fueron accionados.

«La policía logró liberar la vía. Sin embargo, el Comité de Defensa de Combayo afirmó a la prensa que las manifestaciones continuarán hasta que los reclamos de los campesinos sean oídos y se establezca un dialogo con representantes del gobierno sobre el tema».

En Perú, pero no sólo en Perú: es una constante de las explotaciones mineras en América, la actividad de las minas es conflictiva y a menudo el saldo del «arreglo» de las cosas es sangre humana. Pronto se cumplirán 100 años de la matanza de Santa María, en Iquique, Chile, y no se pueden contar los muertos que dejó la minería en Bolivia, para no ir más lejos.

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La puesta en marcha del saqueo de Yanachocha comenzó en la década de 1981/90, con una asociación ente capitales franceses, estatales, y particulares estadounidenses. Hacia 1994, tras un intrincado proceso judicial-social el Estado francés se retiró y la Newmont Mining Corporation se hizo con algo más del del 51% de las acciones. No es el único emprendimiento de Newmont en Los Andes. Una de sus empresas «asociadas», Inti Raymi –de la que apenas posee el 88% del capital societario– explota en Bolivia el yacimiento también aurífero de Kori Kollo, escenario de grandes combates sociales.

Perú es el sexto productor de oro en el mundo y Newmont es el primer productor de oro en el mundo; es justo: Yanacocha es la mina de oro más grande de Latinoamerica. Minera Buenaventura –propiedad de la familia Benavides– es el segundo socio y en tercer lugar –¡caramba!– aparece el Banco Mundial. En 2004 la mina tuvo una ganancia neta de US$ 443 millones de dólares, correspondientes a la pequeña suma de US$180 por onza de oro. El precio promedio actual del oro es de alrededor de US$ 412 la onza.

En Piel de Leopardo puede leerse aquí un informe sobre las trapacerías que se cometen contra la población y el ambiente natural a partir del trabajo de las minas. Forza, por ejemplo, una empresa privada que cumple la función de custodia en Yanacocha fue sorprendida montando un arsenal. Con indignación sus ejecutivos desmintieron la especie. Armas tienen, pero –dicen– «sólo para efectos disuasivos», de esas que «no causan daños permanentes».

Las minas de oro y plata –y de cobre, claro– abundan a lo largo y alto de la Cordillera de Los Andes, también los yacimientos de hierro meteórico. Y como los metales rara vez se extraen puros, junto con el oro, la plata y el cobre –como explotación principal– se gana además con el cobalto, el tungsteno y otros. En las proximidades de la laguna negra el incanato extraía oro.

De cualquier modo, los manifestantes –señala la información de Adital– «piden el cumplimiento de los acuerdos, por parte de la minera, firmados con los campesinos afectados con la escasez y contaminación del agua (el buen mercurio y el salutífero arsénico, por ejemplo). Además rechazan la ampliación de las operaciones mineras en el Cerro Carachugo. Los conflictos en el área se incrementaron y al inicio de este mes un comunero fue muerto».

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¿Qué persiguen esos revoltosos que se oponen al progreso y la prosperidad ajena? Algo difícil de entender: pretenden que no se destruya el lugar donde viven, y donde vivían sus abuelos y los abuelos de sus abuelos y en que quieren vivan sus hijos and so on. Pretenden que no se destruya una geografía hermosa y se preserven plantas y animales y humanos. Pretenden tener voz y voto para decidir lo que atañe a su vida.

Y se suma gente al baile: los estudiantes de la Universidad Nacional de Cajamarca anunciaron que se sumarán a la lucha de los campesinos. Nuevos cortes de rutas se harán realidad.

Quién sabe, tal vez Yanacocha sea un adelanto; lo que vivirá fatalmente el norte de Chile y de Argentina cuando comience la explotación de Pascua Lama, el último ecocidio inexplicablemente autorizado por los gobiernos de ambos países.

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