2011: Nuestra América se convierte en bloque de poder mundial

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 Pero lo más importante es que mientras en Estados Unidos y en Europa la desigualdad social se profundiza escandalosamente y la masa de los pobres aumenta dramáticamente, por su parte en la América nuestra mejora la distribución de la riqueza y se registran reducciones significativas en la pobreza, según reportan reconocidos organismos internacionales. El futuro está definitivamente en otra parte: en el Sur.

Según el presidente uruguayo, el exguerrilero tupamaro José Mujica, el nacimiento del CELAC si bien no nos lleva aún a “tocar el cielo”, si constituye “un paso hacia la segunda independencia” de la América nuestra. Los dramáticos cambios acaecidos en el mundo durante los últimos años, han hecho que la unión surja como una necesidad histórica.

“En estas condiciones, la necesidad de juntarnos nos viene impuesta por la naturaleza de los hechos”, señaló Mújica. De ahí que insistió: “El único camino es juntarse y esto no es una lucha por una utopía”. Por ello el proceso de integración debe ser incluyente, “no se debe cometer el error del dogmatismo”, puntualizó.

Se trata de la unidad en la diversidad para afirmar la identidad o, mejor aún, las identidades múltiples de Nuestra América. A partir de ello el CELAC se plantea unos objetivos estratégicamente trascendentales que irán marcando pasos subsiguientes de desconexión e independencia frente a los tradicionales bloques imperiales que han pretendido siempre conculcar la voluntad soberana de sus pueblos.

En aras de evitar las políticas erradas seguidas por Estados Unidos y Europa ante la crisis económica global y proteger sus economías y sociedades de sus nefastos efectos, el nuevo bloque de poder mundial erigido se propone, entre otras cosas, promover el desarrollo sustentable con inclusión social, incluyendo proyectos productivos de las comunidades; combatir activamente la pobreza; fortalecer y privilegiar la cooperación económica regional; crear un sistema financiero propio; repatriar las reservas monetarias de los estados miembros. La presidente de Brasil, Dilma Rousseff , llamó a establecer ya el Banco del Sur, propuesta original lanzada por Chávez, para que sea depositario de los fondos regionales.

De especial valor resulta el objetivo de impulsar “la participación activa de la sociedad civil, especialmente las organizaciones y movimientos sociales” para que el proceso de integración regional sea a su vez uno de inclusión social. No se puede perder de vista que más allá de los estados miembros, el agenciamiento de los diversos procesos de cambio progresistas que se han dado a través de la región han sido fundamentalmente motorizado por ese amplio movimiento de movimientos. Éste constituye en el fondo el principal promotor de una reestructuración también en las estructuras de mando político hacia una democracia participativa o directa.

En ese sentido, son dos los nuevos balances de poder que hay que refundar: el externo y el interno. El fortalecimiento del “todo” tiene que servir también para apuntalar y potenciar “las partes”. Como emergente bloque mundial de poder no puede dejar de expresar esa pluralidad de poderes, sobre todo los que integran el soberano popular, que anida en su seno. Allí radicará, en última instancia, su mayor fuerza.

También, en tiempos en que Washington y Bruselas pretenden dictar unilateralmente por doquier excepciones en cuanto a la aplicación del Derecho Internacional a sus actos de agresión y de guerra, el CELAC ha afirmado el pleno respeto a éste y a los principios de la autodeterminación, la igualdad soberana de los estados y pueblos, la no intervención en los asuntos internos y el respeto a la integridad territorial de cada país, la prohibición del uso y la amenaza del uso de la fuerza en la solución de conflictos. Se comprometió igualmente con la constitución de sociedades democráticas bajo las cuales prevalezca la más absoluta garantía de los derechos humanos. Se pronunció, entre otras cosas, contra el criminal bloqueo de Estados Unidos de hace medio siglo contra el siempre heroico pueblo de Cuba.

Puerto Rico sigue siendo el gran ausente

Sigue habiendo, sin embargo, un gran ausente en este prometedor y estratégico proceso integrador: la nación latinoamericana y caribeña de Puerto Rico. Bien lo dijo el mandatario nicaragüense, Daniel Ortega en su mensaje ante el plenario del CELAC: “Hoy estamos presentes 33 naciones caribeñas y latinoamericanas, falta una nación. Como lo dije en Trinidad-Tobago…Cuba y Puerto Rico eran los grandes ausentes. Aquí Cuba está presente…, estamos 33 pero falta Puerto Rico. Estoy seguro que más temprano que tarde Puerto Rico se incorporará a esta comunidad de estados latinoamericanos y caribeños”.

Fue el único jefe de Estado presente que advirtió, con una expresión de solidaridad ejemplar, dicha ausencia. La Cumbre aprobó una resolución pidiendo el fin de la ocupación colonial británica sobre las Islas Malvinas, pero fue incapaz de hacer lo mismo con el caso más sonado de colonialismo en Nuestra América: el de Puerto Rico, para quien el Comité Especial de Descolonización, con la ratificación abrumadora de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ha reivindicado un sinnúmero de veces el derecho de su pueblo a la autodeterminación e independencia, conforme a la legalidad internacional vigente, sobre todo la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General.

La debilidad política relativa que registra coyunturalmente su movimiento independentista, parece haberle quitado sentido de urgencia a algunos sobre lo que ha constituido un reclamo continental unánime desde el mismo Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado por Bolívar. El Partido Revolucionario Cubano, presidido por José Martí, y más luego la Revolución cubana, supieron recoger militantemente la bandera solidaria bolivariana.

Al respecto recuerdo cuando desde La Habana se proclamó en 1975 lo que se conoció como la Doctrina Dorticós, en referencia al entonces presidente cubano Osvaldo Dorticós, quien la enunció en representación del gobierno y el pueblo de Cuba: Puerto Rico constituye parte integral de Latinoamérica y el Caribe y cualquier intento por anexarla a Estados Unidos constituirá una violación a la autodeterminación e integridad territorial de Nuestra América toda.

Conjuntamente con dicha proclama, el máximo líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, le manifestó a un grupo de periodistas su determinación a apoyar la independencia de la Isla antillana hermana mientras quede un solo puertorriqueño luchando por ese ideal patrio. Luego de irse los periodistas y en presencia de un pequeño grupo de personas, entre las cuales me hallaba, Fidel añadió que seguiría apoyando la independencia de Puerto Rico aún en el caso de que no quedará un solo independentista en la Isla. Su solidaridad era total -¡patria o muerte!- y no sujeta a presiones o conveniencias políticas o diplomáticas del momento, al igual que la del líder sandinista Daniel Ortega.

Claro está, me parece harto improbable que llegue ese momento en que el pueblo puertorriqueño le dé totalmente la espalda a la necesidad materialmente perentoria de forjar su soberanía plena. No hay alienación colonial que pueda aplastar ese histórico y combativo reclamo de un sector significativo de nuestro pueblo ni que pueda ignorar por mucho más tiempo que ante la evidente decadencia del imperio de turno que le ocupa y los avances significativos que se viven a través de Nuestra América, el futuro de sus aspiraciones colectivas e individuales de progreso y bienestar está definitivamente al Sur.

 
*Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico.Colaborador permanente del semanario puertorriqueño “Claridad”.

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