Algunas discrepancias en el Viejo Continente

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Pablo Ramos*

París pide refundar el capitalismo mundial. Londres solicita lo mismo, pero Alemania quiere cortarse sola. Para Washington (que no se encuentra en Europa), nada debe cambiar.

Europa quiere retomar su histórico liderazgo. Ese es el pensamiento del presidente francés Nicolás Sarkozy, quien pareciera dejar de lado la postura más "atlantista" que exhibía desde su llegada al Elíseo y adoptar una posición que podríamos definir como "neogoullista". Pero el galo es muy conciente que su país solo, no puede imponer ninguna posición a nivel global por sus propios medios, por lo cual busca que su iniciativa se convierta en europea.
 
En el mosaico europeo integrado por 27 estados, la posición única se ha logrado en contados aunque sensibles temas. El tema más álgido es la cuestión referida a aquellos temas donde se debe consolidar una posición común en la relación con los otros países o conglomerados de naciones: la diplomacia y la estrategia. El diplomático y el soldado. Este es un tema pendiente en Bruselas.
 
En el actual contexto de crisis financiera mundial, la Unión Europea (UE) tampoco puede consolidar una posición común. Aunque integrada por 27 naciones, el peso específico de cada uno no es el mismo. De hecho, en lo económico, el lugar de Alemania es central e irremplazable. Pero en lo político, el liderazgo está encabezado por -además de Berlín- Francia y Gran Bretaña.
 
El Viejo Continente exhibe, al menos hasta el momento, dos posiciones. Por un lado, la exhibida por el Eliseo, que pretende que Europa ejerza el liderazgo mundial en momentos en los que Estados Unidos es el origen de la actual crisis mundial. Sarkozy propone que sea Europa quien saque al mundo de la recesión. Pero la propuesta francesa implica una unanimidad de conciencia en Europa.
 
Este es el tema más sensible. Porque precisamente la tercera economía mundial y locomotora europea, Alemania, ha dado muestras de no querer cargar con el peso de la recuperación europea. Sucede que desde la unificación alemana -y desde antes también- son los contribuyentes teutones quienes soportan el peso de este proyecto conocido como UE. Y están cansados de auxiliar a sus socios menores.
 
Gran Bretaña también ha manifestado sus intenciones de ir más lejos que lo que la Casa Blanca pretende. De hecho, el primer ministro Gordon Brown exhibe la “solución británica” como el ejemplo a seguir, España también pretende algo similar.
 
Y en la contradictoria historia de encuentros y desencuentros entre Londres y París, en este caso existe coincidencia. Y el reciente eje franco-germano ha surgido esta fisura.
 
Sarkozy busca consenso para enfrentar a la posición de Washington. El presidente saliente George Bush ya manifestó que no aceptará "la refundación del capitalismo" que propugna Europa. Aunque las palabras del actual residente de la Casa Blanca tienen poco peso (el 20 enero entregará las llaves de la Casa Blanca a su sucesor), lo importante es que no se esperan iniciativas “revolucionarias” de parte de Barak Obama.
 
¿Qué se puede esperar del encuentro del Grupo de los 20 (G-20)? Poco, precisamente por este tema del traspaso del poder. Por un lado, nada puede determinarse a nivel mundial sin la anuencia de Estados Unidos. En este sentido, es inútil arribar a acuerdos de la trascendencia que se requieren con un presidente débil como Bush. Ergo, se debe esperar a que Obama asuma transcurridos veinte días de 2009.
 
La posición francesa es, como dijimos, la de “disputar” el liderazgo innegable que ejerce Washington. La UE puede en distintos aspectos conseguir este objetivo de la patria de Asterix. Los 27 sumados tienen una producción superior a la estadounidense. Londres y París han ejercido el gobierno mundial durante más tiempo que la ciudad situada a orillas del Potomac, en Columbia (léase Washington).
 
América, África, Asia y Oceanía han sido colonizados por naciones europeas occidentales y sus lenguas (inglés, francés, español y portugués), se hablan en vastas y pobladas regiones. A nivel financiero no le van en saga a New York y Tokio.
 
Es en el terreno militar y en la cohesión política sobre qué hay que hacer con las relaciones internacionales donde Europa queda unos cuántos escalones por detrás de su amigo/rival del otro lado del Atlántico. La UE en efecto tiene mayor capacidad de producción de armamentos (en cantidad de fábricas) y más personal trabaja en este sector que en la nación americana.
 
Pero a nivel de desarrollo militar Estados Unidos lleva una luz difícil de alcanzar en décadas. No existe un mando único, ni unas únicas fuerzas armadas, y de hecho privan mucho las decisiones que obedecen a cada una de las principales capitales europeas en lugar de centrarse en Bruselas (sede de los principales órganos de la UE).
 
Además del sector militar, Estados Unidos es líder en invención tecnológica. Los campos del hardware y del software son, por ahora, casi terreno exclusivo de la primera potencia mundial. Y la nación actúa como tal. No hay casi diferencias sobre cómo debe organizarse el mundo y las relaciones internacionales, en forma independiente de quien sea el ocupante de la Casa Blanca.
 
El presidente Sarkozy, sin embargo cree que puede lograr que la vieja Europa logre sacar al mundo de la actual situación de crisis y hasta de cuestionamiento a cómo se han hecho las cosas en las últimas décadas. Por un lado, debe convencer a unos veinte estados de su propia supranación, con Alemania como la más reacia a tener que socorrer, una vez más, a los hermanos más pobres. Y por el otro, lograr que Estados Unidos admita que pueden surgir otros focos de poder que, aunque no lo saquen del lugar de privilegio que tiene hace ocho décadas, puedan poner piedras en el camino en sus pretenciones imperiales.

Esta última tarea es, sin lugar a dudas, la más titánica de las enunciadas. Casi algo así como la madre de todas las batallas ¿Estará dispuesta Francia a librarla?

* Publicado en APM

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