Almandrade / El fin del arte como medio de conocimiento

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Tenemos la capacidad para destilar en palabras las experiencias visuales hermosas de lo que es percibido por el ojo. Una obra de arte es todo lo que contiene: forma, textura, color, líneas, conceptos, relaciones, etc. Es lo que ves, y lo que dicen no se corresponde exactamente a lo que se ve. No hay nada como la imagen de otra cosa. Y para "leer" una obra el arte ésta debe corresponder a un modelo (referencias, información…). No hay, a priori, códigos (los utilizados por el artista) ni los a posteriori (los utilizados por el que mira).

La virtud del arte es el conocimiento de un estado, de proponer los instrumentos, seducir a la inteligencia. La invención de una lengua es el resultado de un ejercicio de paciente "contemplación" de otros idiomas. Al igual que cualquier discurso es resultado de las demás intervenciones. Requiere de un proceso. El arte es lo que está más allá de de los límites de lo que se considera la cultura, no puede limitarse a un experimento exótico o la apariencia de la superficie de una obra, que es la volver como algo vacío, en el primer choque con la mirada del que piensa.

El arte, entendido como un medio de conocimiento, hoy día, está dando paso una experiencia relacionada con el ocio y el entretenimiento, que involucra a otros profesionales y responsables de su legitimidad: el comisario, el patrocinador empresario y organizador de actos, distribuidores, profesionales de la de publicidad, de las artes, administradores y recaudadores de fondos.

Con leyes para fomentar la cultura y la fuerte presencia de la iniciativa privada, paradójicamente, llevó el arte a un límite, el final de la obra, el trabajo de conocer. Y el artista o artesano, y no intelectual, sin dominar cualquier el conocimiento es cada vez más sujeto al poder de otro. Una muestra son las grandes empresas para satisfacer la industria del entretenimiento (más empresarial y menos cultural), que para manejar una importante cantidad de recursos e implica una cantidad asombrosa de  intermediarios.

Las contradicciones de la modernidad/tradición, contemporánea a principios del siglo XXI dan paso a otra contradicción: los artistas –que adscritos a modelos extranjeros y que deambulan de oficio en oficio, inventados por los empresarios la cultura– cuyas obras se prestan para ilustrar un argumento o teoría imaginaria de un arte intelectual que supone garantizar el retorno de lo invertido por el promotor y el comerciante de arte. Una buena y fácil medida para invertir sin riesgo de pérdida, sólo una buena campaña publicitaria.

El artista puede ser sustituido por uno u otro, el trabajo es lo menos importante. Por cierto, es lo que la "industria del márketing" ha hecho con las muestras de los grandes maestros como Rodin, Manet, etc., independientemente de las obras de éstos, sólo destacando el nombre de los artistas y el del patrocinador. La publicidad conduce a consumidores/espectadores, como sucede en un centro comercial. El importe garantiza el éxito de público.
El público es como la carrera de turismo, sin ocio ni cultura, visitando los centros históricos con el mismo apetito del que entra en un local de comida rápida.

En la “sociedad del espectáculo”, regido por la ética del mercado, el artista, sin curador, sin distribuidor, sin patrocinador, es sencillamente ignorado por las instituciones culturales, rara vez es recibido por el funcionario que dirige el institución. Sus proyectos son dejados de lado. Pero, de nuevo, estas instituciones sin recursos propios, tienen sus determinados patrocinadores. En una sociedad dominada por el imperio de la comercialización, la realidad y la verdad son los mensajes transmitidos por la publicidad  cada vez mayor y menos exigente. La vida se vive en la especulación los medios de comunicación, en la prisa de la información. Y, de esta manera, el arte es una diversión que se lleva a cabo en torno a un escándalo convencional, dejando de lado la posibilidad de pensamiento.

El fantasma de la “nueva”, que orientó la modernidad fue trasladado al artista que comienza, al menos, en la nueva era, como artista/deportista; es la caza nuevos talentos y experiencias de otros ámbitos sociales. Tótems, casa religiosa de la locura, la rebeldía de los adolescentes… Todo es arte, sin requerir de quien dispone de los conocimientos necesarios.

Cada administrador "descubre" jóvenes talentos, como si la excusa del arte fuera esa experiencia. Un “nuevo”, sinónimo de de jóvenes o de alguna otra cosa que desvía y entiende la obra de arte como algo “nuevo”. Un nuevo que no siempre es el mismo, el arte es concreto y aplicable. Casi treinta años después de la aparición del llamado arte  contemporáneo en Brasil, en los 70, reprimido por las propias instituciones culturales, otro arte contemporáneo apareció en los 90 y se convirtió en objeto del periodismo, en parte de salas, bienales,del  mercado del arte, en el gran "show" de institutos oficiales y privados.

Un síntoma contemporáneo

Estamos viviendo un momento en que cualquier experiencia cultural: religiosa, sociológica, psicológica, etc., se incorpora al campo del arte por el reconocimiento de otro profesional que tiene algún poder sobre la cultura (todo lo que no sabemos si es correcto, es arte contemporáneo). Ya todo lo “nuevo” en el arte se ha hecho ya, el presente inconsciente en el arte moderno contemporánea pide otro “nuevo” –y esta búsqueda insaciable de los “nuevos” experiencias de otros ámbitos culturales se insertan en el centro de arte como tal, dejando el arte de ser un conocimiento específico paraconvertirse en diversión o en un equipamiento cultural.

En este contexto se inserta el arte regional, el exótico producido fuera de las grandes ciudades.

En 80 fue el regreso de la pintura, la reunión del artista con la emoción y el placer de pintar. Un placer y una emoción solicitada por el mercado como reacción a idiomas supuestamente herméticos, que marcó lo conceptual en los 70. Finalmente se "escribió" el arte contemporáneo por otros y subjetivos accesorios psicológicos o sociológicos. Intercambio en la década de los noventas con predominio de las tres esculturas tridimensionales, objeto, instalación, rendimiento, etc., pero el arte no acepta tal razón,
la barbarie de la información y la globalización.

Por ello asistimos al descrédito de las instituciones culturales y la disolución de los criterios del reconocimiento de una obra de arte. Y a continuación, los artistas son reemplazados por la moda, los empresarios culturales y sus equipos. Esa una competencia exacerbada que no da tiempo para construir un lenguaje. Lo “nuevo” es un ensayo desechable que pese a no construir un lenguaje elaborado, sin embargo es celebrado por una crítica cuyo criterio es juzgar intereses institucionales y personales.

El arte puede ser cualquier cosa, pero es claro que no lo es, no lo forman los llamados fenómenos culturales, especialmente aquellos que se generan a la sombra de la falta de conocimiento.

Antônio Luiz M. Andrade, es artista plástico, poeta y profesor de Teoria del Arte.

En Poética de la levedad Nicolas Bernard dice: "El trabajo de Almandrade, tanto el pictórico como el lingüístico, se ha impuesto a lo largo de todos estos años como un lugar de reflexión solitario y al margen de la escena cultural de Bahía".
El poeta Cleber Borges piensa: "Almandrade es uno de aquellos personajes aparentemente descolocados en el espacio y en el tiempo, que parece caminar hacia un lado, cuando el reloj insiste en avanzar hacia delante".


Publicado en http://sociedaddeescritoresdechile.blogspot.com
 

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