Andrés Gana: – HISTORIAS INQUIETAS

Nacemos. Como resbalar siempre al acaso de los mismos rostros.

Interminable historia cuyo paisaje conocemos. Porque es la historia de lo que somos.

Lagos Nilsson

«La inmensa mayoría de mis cuadros tiene que ver con Chile, que es una constante en mi trabajo, me interesa mucho reflejar mi país.»

«Es como si yo tuviera dentro a mi país… Me veo como que yo soy Chile. Mis rasgos fundamentales se parecen a la idiosincracia chilena como, por ejemplo, que nunca ganamos, que siempre salimos segundos o terceros. Somos unos perdedores natos.»

«Mi personalidad se ha identificado con la idiosincracia chilena. No me concibo de otro modo: es lo que soy».

José Andrés Gana Johnson, alias Titi nació en Santiago en 1950. Crece –primeros gestos, pequeñas maldades y amoríos– en La Reina, entonces casi rural.

«Me gusta el campo, lo rural, y también lo marino y los provinciano, porque Chile es un país rural y marinero y provinciano. De algún modo lo sigue siendo».

Sus primeros bocetos, a lápiz –esos lápices de madera–, los realiza al lado de su padre, que dibujaba en el margen de los diarios luego de leerlos.

Luego el aprendizaje formal. Por entonces captar el paso del caballo, la pelea entre la gravedad y el caballo. Nunca tuvo un caballo.

Álvaro Ruiz, poeta:

«El Titi es un bohemio. Pero un bohemio en serio. No hay nada falso en él.
«A veces pienso que no cree en su talento. No creer en eso es pecado de generosidad».

(Sólo aquellos que lo tienen lo pueden cometer).

Primero el sentido, luego el cuadro

«Para pintar necesito algo: una historia, un chiste, una anécdota… El cuadro aparece después, yo sólo lo muestro».
La exposición inaugurada el cinco de setiemnbre (2007),»Chancho en misa», que definió al diario La Nación como «una muestra heterogénea en cuanto a formato y técnicas, un poco caótica si se quiere, pero el hilo conductor es mi eterno recurso: la observación de mi entorno, de mi vida y de mi país», es una colección de historias.

(Ver información en esta revista ).

La historia no tiene que ser real, la realidad está en el cuadro

Neruda bien puede descorchar un vino; la «boite de nuit» llevarnos a los años de 1921/30; la balaustrada recordar la Cartagena chilena de principios del siglo XX; plantar una cabeza de chancho en un bar de mar-y-playa o hacer naufragar el bote.

El cuadro es la historia. En él el movimiento.

La inquietud respira en la piedra

«Incluso cuando viví en el extranjero pintaba cosas chilenas», dice.

Acaso debajo del color cálido, del expresionismo figurativista, como el musguito en la hiedra de Violeta Parra, asome ese resto claroscuro, inquietante, tan presente como negado en la historia de Chile.

El que se oculta en las piedras y arenas. El que late en la música chilena.

Quizá nos diga Andrés Gana que el país no ha sido definitivamente domado. Que no lo han domesticado.

A la mar que es el morir…

Eso sí: con un estilo propio.
De cualquier modo, pero un modo propio.
Alguien, otro, recordará esa historia.

Y el Titi estará aquí.
Para contarla.