Antología de poesía hispanoamericana. ¿Qué se quiso decir?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Se anuncia un encuentro de poesía para octubre en Santiago de Chile, parte el de Bogotá –en el que se reconocerá por sus pares la obra del además traductor y editor colombiano Harold Alvarado Tenorio–, a principios de año se produjo un festival en Nicaragua. La poesía –sólo la idea de dios o el marxismo se han dado tantas veces por muertos como ella– goza de buena salud.

El viernes seis de mayo de 2005 en Buenos Aires se hace a la mar en la Argentina la octava edición de Nueva Poesía Hispanoamericana, publicada por Lord Byron Ediciones. La antología había sido presentada en julio de 2004 en la Feria internacional del libro de Lima. En agosto del mismo año en La Paz; en diciembre en El Salvador y luego en España, Estados Unidos y México.

Si bien podría decirse que son todos los que están, no están todos los que son. Se advierten groseras ausencias de algunas escrituras –por cierto no menores– del norte, centro y sur de América. Lo que prueba o la extrema subjetividad del compilador o un desconocimiento fatal de la producción poética contemporánea.

Su compilador, el poeta y ensayista peruano Leo Zelada, piensa que el trabajo constituye “la muestra más significativa de la nueva poesía hispanoamericana después de los grandes poetas posmodernistas latinoamericanos y de la Generación del 50 en España“. Y agrega: «En esta antología están expresadas la mayoría de las tendencias actuales de la poesía actual: el neorromanticismo erótico, la nueva poesía social, la poesía del ciber espacio y la estética de la posmodernidad».

Lo cierto es que se desprende cuando menos superficialidad –y discriminación– que en un tomo que alberga 47 nombres no figure uno solo en representación de la poesía indígena que se escribe a lo largo y ancho del continente. Señalar –a título promocional– que tal o cual antologado es un “renombrado poeta”, un “poeta destacado”, un “reconocido poeta”, “uno de los más importantes poetas de”, etc…, etc… no significa, en realidad, nada.

El hallazgo de autores con una obra respetable en la antología –una vez constatada su debilidad– no hace más que hacernos pensar en eso de tapar el sol con un dedo.

Considerar por otra parte sólo la poesía escrita en castellano en Iberoamérica –algunos dicen español porque así lo recomiendan en España–, ignorando aquella que se produce en las lenguas originarias o en portugués es aferrarse a un criterio provinciano, estrecho, aislacionista y torpe, que desconoce la producción poética de más de la mitad de la población de estos territorios.

En realidad es milagroso que la poesía logre sobrevivir a los disparos que en su nombre se disparan.

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