Argentina: un fin de mes complejo

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Lo más importante fue la ruidosa salida de ministro de justicia Gustavo Béliz de las filas del gobierno. Sus declaraciones en exclusiva al diario La Nación y en el programa de televisión dominical de Mariano Grondona -Hora Clave-, reproducidas en todos los medios, no tuvieron un solo análisis completo, profundo y real de por qué se desembocó en esos hechos de violencia.

Las declaraciones del ex ministro fueron parciales y expuestas con habilidad para revelar sólo un aspecto de la realidad y las decisiones de esos días de zozobra política. Sólo si observó con mucho detenimiento el desarrollo de la transmisión del programa de Grondona un espectador atento obtiene la clave para una solución del rompecabezas de esa intrincada situación.

(Algunas dichos del ex ministro pueden leerse en: www.lanacion.com.ar/04/07/26/dp_621978.asp).

La ausente hora del análisis

A la pregunta de uno de los panelistas sobre qué debería haber hecho el gobierno para evitar los acontecimientos el ex ministro responde: «Nunca me comunicaron en «tiempo y forma» que hiciese intervenir la policía».

En «tiempo y forma» significa que el ejecutivo debería haber enviado con 24 horas de adelanto un pedido formal, escrito y firmado por el presidente o quien lo sustituya para que los agentes de la policía estacionados frente a la legislatura, en vez de replegarse a su interior, hubiesen intervenido.

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Naturalmente se impone una reflexión. No se puede esperar que se cumpla la ley 24 horas antes, cuando los hechos son extemporáneos e inesperados. Y aquí va otra reflexión «alimentada por personas que no quisieron ser identificadas»: desde hace mucho tiempo la cúpula de la Policía Federal no está conforme con la gestión que Kirchner viene desarrollando por la erradicación de las «mafias» que conforman algunos de los desarmadero» de autos.


Nada es tan simple

Esta área estaba cubierta por el apoyo estratégico y delictivo de un vasto sector policial. (Un tal comisario Flores lo denunció en varios programas de televisión, incluso autoincriminandose). La acción del gobierno permitió diminuir el robo de autos, pero, sugestivamente aumentaron los secuestros de personas.

El empresario y opositor de derecha Mauricio Macri, enemigo mortal de la actual política oficial, propició una ley astutamente pensada, quiso hacer aprobar en la legislatura, que prohibía el ejercicio de la prostitución en la calles, cerca de viviendas de familia. Como es habitual en el pensamiento del sector al que pertenece Macri, se trataba de «crear basura y esconderla debajo de la alfombra».

La ley, que suena bonita a toda la población -nadie quiere en la puerta de su casa tener plantado una prostituta o un travesti- tenía muchas posibilidades de ser aprobada. Con ella la policía perdería otra fuente de ingreso porque, como es archisabido, un vasto sector policial lucra con las propinas recabadas de ese comercio ilegal. Así que los ingresos económicos policiales «extras» arrinconados por la derecha y por la política oficial se verían rápidamente estrangulados.

fotoEntonces la policía puso el grito en el cielo y realizó una demostración de fuerza «liberando» la zona de la legislatura, replegándose a su interior, no cumplir con su deber y haciendo respetar a rajatabla la ley del «tiempo y forma» que manifestó el ex ministro de justicia Beliz.

Naturalmente, y como siempre, de eso en la prensa no se habla ni sirve como una siquiera posible reflexión a los comunicadores sociales. Para los telespectadores que miraban impotentes como un grupo de unas veinte personas destruía con inusual violencia, durante horas, las puertas y ventanas de la legislatura, no podía ser comprensible que el gobierno permitiese semejante acción.

Tampoco nadie en el gobierno quería ver esa fotografía. Ningún comunicador o periodista comprendió -o si lo comprendió no lo analizó desde esta óptica- que hubo desobediencia policial. Los periodistas coincidieron en que el gobierno había sido inoperante, descargando todo el malestar y la indignación acumulada por la ciudadanía ante esos hechos vandálicos contra los ministros y el mismo presidente Kirchner. Un operativo que a las fuerzas de oposición le salió perfecto por el desgaste que representó al oficialismo este acontecimiento bien calculado.

La consecuencia lógica fue que Kirchner despidió al ministro Beliz y a sus jefes de policía. Y allí la prensa en general, ciega y superficial como siempre, salió a decir que el presidente hace cosas contradictorias: primero da la orden de no reprimir, después, cuando la realidad quema en sus manos, hace pagar el pato al ministro de Justicia y a la cúpula policial… Ningún comentario.

Desorientación o un monumento a la superficialidad e irresponsabilidad que marca, tambien en otras partes del mundo, el desenvolvimiento de una prensa interesada en dar a conocer la superficie de las informaciones sin tener en cuenta su deber ético de investigar e informar correctamente los hechos.

Cualquier ciudadano sabe que un vasto sector policial -el que representa la corrupción de la Policía Federal- obtiene pingües ingresos de la droga, el robo de autos y la prostitución. Al ver la inacción policial ese día fatídico se comprendía perfectamente que la policía mostraba sus dientes ocultos. No tiene sentido que el gobierno primero permita después no permita.

Es un pecado mortal además de un abuso a la credibilidad de los lectores mentir o deducir prematuramente sobre una supuesta orden no emitida por Kirchner, como insinuó Ricardo Kirschbaum desde el editorial de Clarín (www.clarin.com.ar) al día siguiente a los acontecimientos (17/VII/2004) así como no observar en profundidad los hechos y no tener en cuenta todas las realidades en pugna.

Los editores del «gran diario argentino» -como el ya citado Kirschbaum, Ricardo Roa, Julio Blanck. etc.- prefirieron el camino fácil de endosar la culpa al gobierno, antes de poner bien los ojos en la pantalla y deducir que había habido un vacío de actitud policial. Lamentable.

Nina destapada en tapa

fotoComo siempre la superficie le gana a la profundidad, casualmente de esta superficialidad fue beneficiado el piquetero Raúl Castells y su querida cónyuge Nina Pelozo. Esta última, que logró sus cinco minutos de fama por una maniobra periodística de la revista Noticias -que en la mostró en tapa mostrando su pantaleta- fue utilizada muy astutamente por la derecha.

Castells, que desde entonces se lo ve radiante, parece no advertir que su juego político favorece a la derecha en vez de contribuir a salvar realmente a sus pobres, como pregona. De hecho, si quiere sacar de la pobreza a su gente debería actuar pragmáticamente como D’Elia, su archienemigo colega piquetero, antes de hacerse el revolucionario a costa de un modelo ya extinguido.

Cabe preguntarse cuánto de cierto hay en la sospecha de que su juego sirve a la derecha del país. ¿Qué otra cosa sospechar si aparece sólo en los programas de televisión que apoyan a esas corrientes políticas, adjetivando en contra del gobierno y nunca contra la derecha, real enemiga de su aparente posición?

Y una última reflexión no menos triste: apenas dos centímetros de bombacha roja, mostrada al descuido en la tapa de una revista muy leída, permitieron desencadenar un revuelo periodístico y social de proporciones. Al parecer el hombre quiere su «paraíso» a toda costa… Cueste lo que cueste.

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