BARQUITOS DE PAPEL PARA ENVENENAR EL FUTURO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

A unos 500 kilómetros de la capital están enclavadas las casas pobres del puerto de Talcahuano, importante terminal pesquero y primera base naval del Estado de Chile. Frente al puerto, no lejos, la isla de Quriquina –quién sabe– recuerda a los presos políticos de la dictadura de 1973/90 que allí fueron maltratados, golpeados por la armada de ese país.

Una de las razones por las que Talcahuano es visitado anualmente por algunos cientos de turistas la constituye el antiguo acorazado Huáscar, convertido en museo flotante, capturado por las armas locales a la marina del Perú durante la «guerra del salitre», a fines de la década de 1871/80 –cuya devolución reclama periódicamente Lima, como un gesto de amistad que termine de borrar las graves heridas que dejó el sangriento conflicto–.

De cualquier modo las alrededor de una docena de personas que montaron el operativo Baltimar Sirius no despertaron recelo ni preocupación en los pescadores –la cesantía de los pescadores artesanales es un hecho grave y, tal como están las cosas, de apariencia irreversible en Chile: las grandes flotas pesqueras nacionales y extranjeras han arrasado brutalmente con la biomasa marina.

Acción para hacer conciencia

El buque registrado en Bahamas por la naviera danesa Baltimar Sirius Shipping Ltd. –según algunas informaciones de prensa navega con pabellón chileno– terminó de cargar en la tarde del jueves dos de marzo. Lo que importaba a sus armadores en lo inmediato –y a los «turistas» que lo miraban desde la bahía– eran los materiales que serían puestos en el muelle de Montevideo: elementos destinados a la terminación de las obras que realiza en Fray Bentos, sobre el río Uruguay, la papelera finlandesa Botnia.

Botnia y la española ENCE construyen en la costa fluvial uruguaya sendas plantas de producción de pasta de celulosa, probablemente el polo mayor del mundo en el ramo, con una capacidad de un millón quinientas mil toneladas/año y la inevitable –ecologistas y científicos lo advierten– probabilidad de contaminar por muchos años las aguas y riberas río abajo, lo que incluye fuertes daños ambientales a muchos kilómetros de distancia, en el delta de Tigre, millares de islas e isletas que confirman una maravilla natural y es la antesala del estuario que forman los riachos al volver a unirse y que se llama Río de la Plata.

La inversión estimada se acerca a los US$ 2.000 millones. La instalación de las plantas celuloseras divide y opone entre sí a extensos sectores de la opinión pública tanto en Uruguay como en la Argentina. Los militantes de Greenpeace no abordaron la nave –llamada en algún momento también Mekong Sirius: un delta admirable el del Mekong, como se dirá en algunos años lo fue el de Tigre–.

Las estructuras metálicas a bordo del barco son las mismas que no pudieron atravesar las barreras ciudadanas en la provincia fluvial argentina de Entre Ríos para llegar al Uruguay en camiones provenientes de Chile. Luego de 19 o 20 días de bloqueo de caminos y puentes, Botnia decidió que los camiones regresaran a territorio chileno y efectuar envío por mar.

Samuel Leiva, uno de los coordinadores de Greenpeace en Chile, dijo que se trataba de concienciar el significado del transporte de esos materiales «que serán utilizados para causar un grave daño ambiental (como ha) ocurrido aquí mismo, en Valdivia, y puede volver a ocurrir en otros sitios de Chile.

«Este no es un problema de un solo país sino de toda nuestra región y por eso demandamos un plan de producción limpia para esta industria”. Los militantes por el ambiente de Greenpeace pintaron sobre el casco del buque algunas leyendas, como «No más papeleras». Los manifestantes no fueron reprimidos por la policía marítima ni molestados posteriormente.

En Chile tiene lugar desde hace alrededor de un año una guerra franca y sin cuartel entre las organizaciones ambientalistas, y buena parte de la ciudadanía, por una parte, y las ineficientes políticas estatales en materia ambiental, que en los hechos se convierten en un poderoso elemento a favor de empresas depredadoras.

Partes de guerra

La acción ciudadana en ese país logró detener la construcción de una planta de tratamiento de aluminio en la Patagonia y obtuvo el cierre, temporal, de CELCO, una planta de celulosa causante de la destrucción de un santuario de flora y fauna silvestre próximo a la ciudad de Valdivia que en la práctica hoy carece de animales.

En la actualidad se libra una sorda –y sórdida por las armas empleadas por el sector empresario– batalla en defensa de un vasto sector cordillerano chileno argentino que la minera Barrick Gold ha comenzado a destruir. Para amuchos ambientalistas ésta es el «Stalingrado» de la guerra por el futuro sustentable en la región. Futuro además amenazado por la deforestación de los bosques criollos y su reemplazo por eucaliptos y pinos para la fabricación de pulpa de papel, y además por la ceguera, que debe calificarse de criminal, puesto que utilizan sustancias nocivas para la salud humana, de los «criadores» de salmones, que vienen destruyendo el hábitat de especies nativas y contaminando riveras y terrenos aledaños.

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El Baltimar Sirius zarpará rumbo al Estrecho de Magallanes para cruzar hacia el Atlántico y llegar con su cargamento a la capital uruguaya. Cabe destacar que en ambos países las plantas de celulosa ya instaladas han ocasionado, y ocasionan, serios impactos en el ambiente natural. Pero las que se construyen, de Botnia y ENCE, representan el doble de la capacidad de producción actual de pasta de papel que poseen en la Argentina mas de una decena de empresas. Eso significa –afirman los científicos que colaboran con Greenpeace– una concentración de contaminantes que supera todo lo conocido para esta industria en América del Sur.

Como ironía –quizá un sarcasmo– el buque está pintado de verde, color universalmente asociado a la vida.

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Fuentes

– Diario LaRepublica de Montevideo.
(www.diariolarepublica.com).

– Organización Greenpeace.
(www.greenpeace.org.ar).

– Fundación Océana, Chile).
www.oceana.org).

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