Bolivia: ¿El principio del fin para el gobierno de Mesa?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Con el objetivo de preparar las fuerzas de cara a la huelga
general, tienen lugar manifestaciones multitudinarias en
todo el país. Miles de trabajadores marchan por las calles
de las capitales provinciales para protestar contra las
políticas neoliberales del gobierno del presidente Carlos
Mesa y exigen la renacionalización del gas y el petróleo.
Unos 20.000 trabajadores de todos los sectores se
manifestaron el pasadao 15 de abril en La Paz, con
estruendo de dinamita y petardos. La marcha fue recibida
con aplausos por los habitantes de la capital, empobrecidos
por las medidas del gobierno.

En su discurso al final de la marcha en La Paz, el
dirigente de la COB Jaime Solares declaró: ?Esta es una
guerra a muerte (…) la COB no se vende ni se alquila. La
COB debe servir a los obreros, a los campesinos y a los
pobres. ¡Viva la COB!, ¡Mueran las transnacionales!?
(www.econoticiasbolivia.com, 15/4/04).

Cuatro días después, el 19 de abril, miles de estudiantes
universitarios llegaron a la capital del país, después de
una marcha de casi una semana, en la que caminaron más de
100 kilómetros. Los estudiantes exigen al gobierno de Mesa
que aumente el presupuesto de la educación superior un 27
por ciento, lo mínimo para que las universidades puedan
seguir abiertas. El ejecutivo alega que el gobierno no
tiene dinero. Al día siguiente unos 10,000 estudiantes,
marchistas y habitantes de la capital desfilaron por las
calles de La Paz, paralizando el centro urbano durante
varias horas.

El 22 de abril los estudiantes se unieron al paro nacional
de 24 horas de los transportistas y comerciantes
minoristas, que protestan contra el aumento de los precios
del combustible y los nuevos impuestos sobre estos
sectores.

El presidente aislado

De manera cada vez más clara el gobierno del presidente
Carlos Mesa va quedando desenmascarado ante los ojos de las
masas como una continuación del gobierno del odiado
gringo Sánchez de Lozada, que ellas mismas
derrocaron en la insurrección de octubre de 2003. Los
dirigentes de las organizaciones obreras y campesinas,
después, dieron una tregua al nuevo mandatario, que
alimentó la ilusión de que podría llevar a cabo una
política diferente.

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