Bolivia: reflexiones sobre la lucha contra el racismo

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Elizabeth Peredo Beltrán.*

Una vez más el síndrome de "política racializada" caracteriza las tensiones en la sociedad boliviana a raíz de la propuesta de Ley contra el Racismo, despertando al monstruo dormido que vocifera el trasfondo de una problemática compleja que debe ser encarada de manera urgente en el país.

 
Si bien el significado de tener el primer presidente indígena ha influido en una notable autovaloración y empoderamiento de la población indígena, mestiza y pobre, el racismo en Bolivia como enfermedad social no ha sido superado pues se trata de un mal estructural que se articula como “anillo al dedo” a otros sistemas de discriminación como son los de clase y género.

De ahí la enorme importancia de buscar todos los recursos de una sociedad, entre ellos una ley, para cambiar y controlar o eliminar el racismo que es parte de un fenómeno global, heredado de los tiempos de la colonización y funcional, hoy en día, al sistema capitalista neoliberal en crisis global.
 
Es ese mismo racismo el que explica en parte las deplorables políticas sobre migraciones como las que ahora se implementan en California, vulnerando los derechos de los migrantes; ese mismo racismo el que da forma a las penosas expulsiones de gitanos en Francia; es el que subyace a la Directiva Retorno de la Unión Europea o al llamado Muro de la Vergüenza construido en la frontera entre Estados Unidos y México.

Y aunque hablamos de extremos, los extremos están gobernando el mundo y se hacen cada vez más feroces ante las amenazas globales de la crisis financiera, la crisis alimentaria y la crisis climática que pone en cuestión la aplicación de los Derechos Humanos en todos los países y exacerba el afán de “control” que tienen los poderosos.
 
Pero también la discriminación racial es parte de la cultura cotidiana y muchas veces pasa desapercibido pero desde allí alimenta significados y prácticas sociales excluyentes que en definitiva deterioran los derechos y las oportunidades de las personas para su realización plena en una sociedad.

Por ello la importancia de normar, de desarrollar políticas públicas, de generar un convencimiento colectivo de que debemos controlarlo pues el racismo, como lo afirma Xavier Albó, es una enfermedad —latente o manifiesta— que amenaza deteriorar y hasta romper el tejido social. Es como un “monstruo dormido” que en cualquier momento puede volver a surgir con todas sus implicancias sociales, socioeconómicas y políticas y que impide que construyamos una sociedad igualitaria, solidaria y respetuosa de las diferencias.
 
Llama la atención que un tema que bien podría ser debatido y argumentado de manera constructiva -sobre todo después de los dramáticos hechos que caracterizaron nuestra historia pasada inmediata-, adquiera expresiones tan polarizadas de política racializada con sorprendentes versiones de resistencia.

Se están extrapolando argumentos que rozan lo risible como por ejemplo que “desde ahora ya no podremos decir “sándwich de chola”[1] banalizando un esfuerzo totalmente justificado de la sociedad boliviana por combatir el racismo y la discriminación, que no es ni inocente ni trivial, sino que forma parte de las estructuras de poder global, que cada vez se hace más feroz y salvaje desde los grandes imperios y que en Bolivia –no lo olvidemos- ya se ha cobrado varias vidas humanas.
 
Pero este debate no es nuevo. Por ejemplo en 2004 se abrió uno en Francia en torno a las propuestas de ley contra la homofobia pues se decía que iba a modificar nuevamente su Ley de Libertad de Prensa de 1881, que ya había sido modificada con la Ley antirracista de 1972, la misma que más adelante incorporó la tipificación de delitos como la “provocación a la discriminación, el odio o la violencia racial” y el de “apología de los crímenes contra la humanidad”.
 
Como anécdota recordemos que fue precisamente bajo ese marco jurídico antiracista que se sancionó hace unos meses al Ministro Francés del Interior –promotor de las expulsiones de indocumentados-, por un comentario que hizo cuando se sacaba una foto con un joven árabe diciendo que: "Cuando hay uno está bien. Es cuando hay muchos que hay problemas", lo cual le valió pagar una multa de 900 Euros por orden de la justicia francesa(BBC, abril 2010).
 
La historia está plagada de ejemplos de lucha contra el racismo, la discriminación racial y otras formas de intolerancia que delatan los esfuerzos de la humanidad por mejorar la calidad de las relaciones entre los seres humanos. Es una historia larga de grandes injusticias y de pequeños y —a veces— de grandes triunfos.
 
En el caso de Suráfrica ellos debieron deshilar e hilar mucho mas fino pues la legislación racista del Apartheid tenía innumerables leyes sacrosantas que eran un monstruoso muro para la práctica de la humanidad: Ley de Prohibición de Matrimonios Mixtos, Ley de Áreas de Grupo que ordenaba la separación física entre razas. Ley de Representación Separada de los Electores de 1951, Ley de Prevención de Ocupación Ilegal No 52 de 1951 hecha para desalojar a la población negra de las tierras de propiedad privada y llevarlos a campamentos. Ley de Nativos que exigía un permiso previo de las autoridades para desplazarse del campo a la ciudad. Ley de Educación Bantú de 1953 para evitar que la población negra recibiera una educación que les llevara luego a aspirar a puestos de trabajo que no les sería permitido tener; Ley de Servicios Públicos Separados de 1953. Sólo para mencionar algunas que ejemplifican tristemente los extremos a los que la intolerancia y la discriminación racial pueden conducir.

Esta caótica situación y el creciente rechazo al régimen en el mundo ante la violencia en Suráfrica obligó a desarrollar un sistema de disolución del Apartheid que se concretó en un larguísimo proceso entre las décadas de 1980 y 1990 y que finalmente dio lugar a una Nueva Constitución, al primer gobierno elegido democráticamente en 1994 y la instalación de una Comisión de la Verdad y Reconciliación. Un largo proceso de curar las heridas y tejer esperanzas entre sus habitantes.
 
Bolivia ha firmado y ratificado la Convención Internacional de las NNUU sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial en 1970 y ha participado como Estado del proceso multilateral en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia otras Formas Conexas de Intolerancia realizada en Durban en 2001 y de su proceso de revisión realizada en 2009.

Estamos hablando también, entonces, de compromisos multilaterales con un desafío global que debe encontrar en los niveles locales la consecuente coherencia ante la urgencia que plantean las heridas dejadas por el racismo y la intolerancia que caracterizaron los conflictos políticos y sociales de hace muy poco.
 
 La lucha contra el racismo y la discriminación exige ante todo una conciencia de que existen, que afectan nuestras relaciones humanas, que nos privan de la creativa capacidad de asimilar la diferencia como igualdad y experimentar la riqueza de la diversidad. A partir de allí los obstáculos, los desacuerdos, los desafíos serán posibles de superar y los primeros pasos serán más fáciles y articulados.

[1] Tradicional emparedado de carne de cerdo y escabeche con ají que preparan las vendedoras cholas en Bolivia.

*  Publicado en la separata de la Campaña Nacional contra el Racismo, el domingo 3 de Octubre.
En http://alainet.org

 

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