Brasil. – NECROCOMBUSTIBLES

1.052

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Este nuevo ciclo provoca el aumento de los precios de los alimentos, ya denunciado por Fidel Castro. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), divulgado el cuatro de julio (2007), indica que “los biocombustibles tendrán un fuerte impacto en la agricultura entre 2007 y 2016”.

Los precios agrícolas estarán por encima de la media de los últimos 10 años. Los granos deberán costar del 20% a un 50% más. En Brasil, la población pagó tres veces más por los alimentos en el primer semestre de este año, si comparado al mismo periodo de 2006. Vamos a alimentar vehículos y desnutrir personas. Hay 800 millones de vehículos automotores en el mundo. El mismo número de personas sobrevive en desnutrición crónica.

Lo que inquieta es que ninguno de los gobiernos entusiasmados con los agro-combustibles cuestiona el modelo de transporte individual, como si las ganancias de la industria automovilística fueran intocables.

Los precios de los alimentos ya suben a ritmo acelerado en Europa, en China, en la India y en EEUU. La agroflación –la inflación de los productos agrícolas– debe llegar, este año, a un 4% en este último país, comparada al aumento del 2,5% en 2006. Allá, como el maíz está casi todo destinado a la producción de etanol, el precio del pollo subió un 30% en los últimos 12 meses. Y la leche debe subir un 14% este año. En Europa, la mantequilla ya está un 40% más cara. En México, hubo movilización popular contra el aumento del 60% en el precio de las tortillas, hechas de maíz.

El etanol made in USA, producido a partir del maíz, hizo duplicar el precio de este grano en un año. No es que los yanquis gusten tanto del maíz (excepto como palomitas). Sin embargo, el maíz es componente esencial en la alimentación de cerdos, bovinos y aves, lo que eleva el costo de cría de esos animales, encareciendo derivados como carne, leche, mantequilla y huevos.

Como hoy quien manda es el mercado, ocurre en EEUU lo que se reproduce en Brasil con la caña: los productores de soja, algodón y otros bienes agrícolas abandonan sus cultivos tradicionales por el nuevo “oro” agrícola: el maíz allá, la caña aquí. Eso repercute en los precios de la soja, del algodón y de toda la cadena alimentar, considerando que EEUU son responsables por mitad de la exportación mundial de granos.

Allí existen «lobbies» de productores de bovinos, porcinos, caprinos y aves presionando el Congreso para que se reduzca el subsidio a los productores de etanol. Prefieren que se importe etanol de Brasil, a partir de caña, de modo de evitar aún más el alta del precio de la ración animal.

La desnutrición amenaza, hoy, a 52.4 millones de latinoamericanos y caribeños, un 10% de la población del continente. Con la expansión de las áreas de cultivo destinadas a la producción de etanol, se corre el riesgo de transformarse, de hecho, en necrocombustible –predador de vidas humanas–. En Brasil, el gobierno ya castigó, este año, a haciendas cuyos cañaverales dependían de trabajo esclavo. Y todo indica que la expansión de ese cultivo en el Sudeste empujará la producción de soja Amazonia adentro, provocando la deforestación de una región que ya perdió, en área forestal, el equivalente al territorio de 14 estados de Alagoas.

La producción de caña en Brasil es históricamente conocida por la superexplotación del trabajo, destrucción del medio ambiente y apropiación indebida de recursos públicos.

Los centrales se caracterizan por la concentración de tierras para el monocultivo dedicado a la exportación. Utilizan en general mano de obra emigrante, los boyas-frías (trabajadores agrícolas que no poseen sus propias tierras), sin derechos laborales reglamentados. Los trabajadores son (apenas) remunerados por la cantidad de caña cortada, y no por el número de horas trabajadas. Y aun así no tienen control sobre la medición del peso de lo que producen.

Algunos llegan a cortar, obligados, 15 toneladas por día. Tamaño esfuerzo causa serios problemas de salud, como calambres y tendinitis, afectando la columna y los pies. La mayoría de las contrataciones se da por intermediarios, los llamados “gatos”, agentes de trabajo esclavo o semi-esclavo. Después de 1850, un esclavo solía trabajar en el corte de caña de 15 a 20 años. Hoy, el trabajo excesivo redujo este tiempo medio para 12 años.

El entusiasmo de Bush y Lula por el etanol hace con que centrales alagoanos y paulistas disputen, palmo a palmo, cada pedazo de tierra del Triángulo Minero. Según el reportero Amaury Ribeiro Jr., en menos de cuatro años, 300 mil hectáreas de caña fueron plantados en antiguas áreas de pastizales y de agricultura. La instalación de una decena de centrales nuevos, próximos a Uberaba, generó la creación de 10 mil empleos e hizo la producción de alcohol en Minas saltar de 630 millones de litros en 2003 para 1,7 mil millones este año. La migración de mano de obra descalificada rumbo a los cañaverales –20 mil boyas-frías por año– produce, además del aumento de favelas, asesinatos, tráfico de drogas, comercio de niños y de adolescentes destinados a la prostitución.

El gobierno brasileño necesita librarse de su síndrome de Coloso (la famosa tela de Goya). Antes de transformar el país en un inmenso cañaveral y soñar con la energía atómica, debería priorizar fuentes de energía alternativa abundantes en Brasil, como hidráulica, solar y eólica. Y cuidar de alimentar a los sufridos hambrientos, antes de enriquecer los “heroicos” dueños de centrales.

foto

En portugués:
NECROCOMBUSTÍVEIS

Vamos alimentar carros e desnutrir pessoas. Há 800 milhões de veículos automotores no mundo. O mesmo número de pessoas sobrevive em desnutrição crônica.

O prefixo grego bio significa vida; necro, morte. O combustível extraído de plantas traz vida? No meu tempo de escola primária, a história do Brasil se dividia em ciclos: pau-brasil, ouro, cana, café etc. A classificação não é de todo insensata. Agora estamos em pleno ciclo dos agrocombustíveis, incorretamente chamados de biocombustíveis.

Frei Betto*

Este novo ciclo provoca o aumento dos preços dos alimentos, já denunciado por Fidel Castro. Estudo da OCDE e da FAO, divulgado a 4 de julho, indica que «os biocombustíveis terão forte impacto na agricultura entre 2007 e 2016.» Os preços agrícolas ficarão acima da média dos últimos dez anos. Os grãos deverão custar de 20 a 50% mais. No Brasil, a população pagou três vezes mais pelos alimentos no primeiro semestre deste ano, se comparado ao mesmo período de 2006.

Vamos alimentar carros e desnutrir pessoas. Há 800 milhões de veículos automotores no mundo. O mesmo número de pessoas sobrevive em desnutrição crônica. O que inquieta é que nenhum dos governos entusiasmados com os agrocombustíveis questiona o modelo de transporte individual, como se os lucros da indústria automobilística fossem intocáveis.

Os preços dos alimentos já sobem em ritmo acelerado na Europa, na China, na Índia e nos EUA. A agflação – a inflação dos produtos agrícolas – deve chegar, este ano, a 4% nos EUA, comparada ao aumento de 2,5% em 2006. Lá, como o milho está quase todo destinado à produção de etanol, o preço do frango subiu 30% nos últimos doze meses. E o leite deve subir 14% este ano. Na Europa, a manteiga já está 40% mais cara. No México, houve mobilização popular contra o aumento de 60% no preço das tortillas, feitas de milho.

O etanol made in USA, produzido a partir do milho, fez dobrar o preço deste grão em um ano. Não que os ianques gostem tanto de milho (exceto pipoca). Porém, o milho é componente essencial na ração de suínos, bovinos e aves, o que eleva o custo de criação desses animais, encarecendo derivados como carne, leite, manteiga e ovos.

Como hoje quem manda é o mercado, acontece nos EUA o que se reproduz no Brasil com a cana: os produtores de soja, algodão e outros bens agrícolas abandonam seus cultivos tradicionais pelo novo «ouro» agrícola: o milho lá, a cana aqui. Isso repercute nos preços da soja, do algodão e de toda a cadeia alimentar, considerando que os EUA são responsáveis por metade da exportação mundial de grãos.

Nos EUA, já há lobbies de produtores de bovinos, suínos, caprinos e aves pressionando o Congresso para que se reduza o subsídio aos produtores de etanol. Preferem que se importe etanol do Brasil, à base de cana, de modo a se evitar ainda mais a alta do preço da ração.

A desnutrição ameaça, hoje, 52,4 milhões de latino-americanos e caribenhos, 10% da população do Continente. Com a expansão das áreas de cultivo voltadas à produção de etanol, corre-se o risco dele se transformar, de fato, em necrocombustível – predador de vidas humanas.

No Brasil, o governo já puniu, este ano, fazendas cujos canaviais dependiam de trabalho escravo. E tudo indica que a expansão dessa lavoura no Sudeste empurrará a produção de soja Amazônia adentro, provocando o desmatamento de uma região que já perdeu, em área florestal, o equivalente ao território de 14 estados de Alagoas.

A produção de cana no Brasil é historicamente conhecida pela superexploração do trabalho, destruição do meio ambiente e apropriação indevida de recursos públicos. As usinas se caracterizam pela concentração de terras para o monocultivo voltado à exportação. Utilizam em geral mão-de-obra migrante, os bóias-frias, sem direitos trabalhistas regulamentados. Os trabalhadores são (mal) remunerados pela quantidade de cana cortada, e não pelo número de horas trabalhadas. E ainda assim não têm controle sobre a pesagem do que produzem.

Alguns chegam a cortar, obrigados, 15 toneladas por dia. Tamanho esforço causa sérios problemas de saúde, como câimbras e tendinites, afetando a coluna e os pés. A maioria das contratações se dá por intermediários (trabalho terceirizado) ou «gatos», arregimentadores de trabalho escravo ou semi-escravo. Após 1850, um escravo costumava trabalhar no corte de cana por 15 a 20 anos. Hoje, o trabalho excessivo reduziu este tempo médio para 12 anos.

O entusiasmo de Bush e Lula pelo etanol faz com que usineiros alagoanos e paulistas disputem, palmo a palmo, cada pedaço de terra do Triângulo Mineiro. Segundo o repórter Amaury Ribeiro Jr, em menos de quatro anos, 300 mil hectares de cana foram plantados em antigas áreas de pastagens e de agricultura. A instalação de uma dezena de usinas novas, próximas a Uberaba, gerou a criação de 10 mil empregos e fez a produção de álcool em Minas saltar de 630 milhões de litros em 2003 para 1,7 bilhão este ano.

A migração de mão-de-obra desqualificada rumo aos canaviais – 20 mil bóias-frias por ano – produz, além do aumento de favelas, o de assassinatos, tráfico de drogas, comércio de crianças e de adolescentes destinados à prostituição.

O governo brasileiro precisa livrar-se da sua síndrome de Colosso (a famosa tela de Goya). Antes d transformar o país num imenso canavial e sonhar co a energia atômica, deveria priorizar fontes de energia alternativa abundantes no Brasil, como hidráulica, solar e eólica. E cuidar de alimentar os sofridos famintos, antes de enriquecer os «heróicos» usineiros.

————————————

foto
* Fray (frei) domínico. Escritor.

Artículo publicado originalmente en el diario Estado de Minas. Ambas versiones, en castellano y portugués, tomadas de ADITAL, agencia de prensa independiente del Brasil, noticias de América Latina y el Caribe.
www.adital.com.br.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.