British Petroleum y su «horizonte de aguas profundas»: el desastre del Golfo de México

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Jean Araud.

Estos últimos días hemos seguido con atención la cobertura de los acontecimientos relativos al accidente de la plataforma petrolera de la British Petroleum en el Golfo de México. En este caso y en su conjunto los medios periodísticos y agencias de noticias internacionales informaron, en un primer avance, del incendio, hundimiento y lamentables pérdidas humanas. Ahora “focalizan” sobre los daños ecológicos para los Estados de Luisiana y Florida que se pueden extender hacia Alabama y Mississippi.

Las últimas noticias cubren en una nueva etapa los 68 buques y los 84 kilómetros de barreras para contener la marea negra, así como la colocación de una enorme campana de 70 toneladas sobre el pozo para evitar más derrames.

Los cálculos no bajan de un mínimo de 800.000 litros diarios de crudo que emergen desde las profundidades marinas.

El asunto de la (falta de) seguridad

Llama la atención, empero, que los medios periodísticos no hayan puesto el acento —y derivado a primera plana u horarios centrales de noticias el hecho esencial de esta catástrofe. Que la industria petrolera que desarrolla las actividades de exploración y explotación en aguas profundas responde  —o debe responder— a altas tecnologías complejas y poco conocidas por el común de las gentes.

Para mejor entendimiento del publico, si nos reportamos a cualquier tragedia aérea sabemos que los medios por lo general, cierto, cubren el accidente, el número de víctimas y detalles derivados, pero un amplio sector de la información se dedica al por qué —las causas— del suceso, con muchas referencias técnicas aeronáuticas.

En el caso de esta plataforma la cobertura mediática no actuó así y es de preguntarse las razones.

Un poco de historia

En la década de los sesentas se produjo una gran crisis petrolera mundial provocada por la falta de suministro de los Píses árabes al mundo cccidental. La repuesta de los países industrializados, particularmente los europeos, fue entonces muy diferente a lo que presenciamos hoy, que se traduce por el hecho de que “algunas potencias” invaden o desestabilizan la institcionalidad de países productores para intentar arrebatarles sus hidrocarburos.

Por lo contrario, en los años sesentas, varios países europeos optaron frente a la crisis por recurrir a sus propios recursos, lo que se tradujo en una gigantesca operación de exploración y explotación del Mar del Norte. Tecnológicamente desataron el llamado “boom petrolero”: un enorme esfuerzo en tecnologías marinas y submarinas y centenas de plataformas petroleras iniciaron sus operaciones en el Mar del Norte y otras latitudes.

Cuando se conocen las condiciones marinas y meteorológicas del Mar del Norte es fácil de entender las razones por las que cada año, particularmente durante el invierno europeo, no era excepcional que algunas plataformas sufrieran accidentes, como volcamientos, y que algunas inclusive llegaran en irse a la deriva.

Pero las grandes mareas negras nunca se produjeron por estos accidentes de plataformas sino por buques tanqueros —como los casos del Amoco Cadiz, Exxon Valdez, Torrey Canyon, el Tanio o el Bohlen. que se hundió en el Canal de la Mancha con un cargamento de crudo venezolano.

Ello no es producto de azar, las plataformas para la extracción submarina de petróleo obedecen a tecnologías que grosso modo se pyeden resumir prácticamente diciendo que ellas al nivel de su “cabeza de pozo” —que se encuentra sobre el lecho marino— disponen de complejos sistemas de seguridad que actúan como válvulas para clausurar y sellar la salda del petróleo en caso de accidentes y así evitar los derrames (BOP, en la jerga petrolera, sigla de blowout preventer, en castellano se diría un soplido preventivo).

La conclusión es que en el caso de la plataforma en referencia en el Golfo de México, no funcionaron sus sistemas de seguridad y llama la atención que los medios periodísticos hayan a menos al principio del desastre eludido el asunto seguridad, que en realidad es el tema obvio detrás de la gigantesca marea negra.

Recién con el paso de los días y el aumento de la amenaza se filtraron, como posibilidad no descartable en algunos medios la posible ausencia —ausencia, no falla— de los sistemas de seguridad. Lo que produjo la situación de desastre no fue el incendio y hundimiento de la plataforma, sino el hecho que sus sistemas de seguridad no funcionaron. Y no funcionaron porqe,sencillamente, todo indica que no eran los adecuados y necesarios considerada la magnitud de la tarea.

El poder tiene también cara de hereje

Se sabe: Obama a lo largo de su campaña electral planteo buscar alternativas para que EEUU dependiera menos de los países productores “con presidentes tiranos” (Obama dixit), y por ello planteo opciones de fuentes alternativas de energía y también la explotación de sus propios recursos de hidrocarburos en aguas territoriales.

Un accidente similar al de la plataforma de la BP sen la costa atlántica —donde ya autorizó un programa de exploración— no amenazaría los estados de Luisiana, Florida, Alabama y Mississippi sino aquellos donde se encuentran ciudades como Boston, Nueva York, Filadelfia y Wáshington;es decir, el corazón político, social e inteectual del país.

La gigantesca marea negra actual y los insoslayables interrogantes sobre asuntos de seguridad, sin lugar a dudas van a tener un impacto en la opinión pública estadounidense. Ya se pronuncio, por ejemplo, el gobernador de California en contra del desarrollo de cualquier programa de extracción petrolera en sus aguas.

Sin entrar en los detalles de las cifras exactas, lo cierto es que las más de 3.000 plataformas que operan en aguas del Golfo de México producen actualmente unos 1.600.000 barriles diarios cuando un solo país —Venezuela— exporta diariamente 1.500.000 barriles diarios de los aproximadamente 9.000.000 que consume cotidianamente EEUU.

En cuanto al programa propuesto por Obama para la extracción en sus aguas territoriales, los inventarios actuales de estos recursos son estimados — considrando el consumo de los EEUU— para un periodo de solo un año.

Es fácil de concluir: 2 más 2 son 4.

O los EEUU negocia con sus proveedores para comprar a los países productores recursos en su justo valor —recursos que comienzan a extraerse con mayor velocidad de yacimientos en tierras que pertenecen a los pueblos originarios— o una vez más se lanza en aventuras de desestabilizaciones o invasiones por las cuatro esquinas del planeta.
 

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