Bush lejos del Bien y más allá del Mal

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El primer agujero público al velo sobre la aplicación de torturas y otros apremios ilegales a sus prisioneros por parte de instituciones estadounidenses, en absoluto atribuible a un gobierno «poco amistoso», corrió por cuenta del diario conservador The Wall Street Journal.

El periódico afirma haber accedido a un paper del 6 de marzo de 2003, borrador de trabajo donde se argumenta que, dado que la prioridad siempre es «conseguir información de inteligencia vital para la protección de miles de ciudadanos estadounidenses», no cabe considerar límites al mal trato de quienes son interrogados.

Coherente con esta línea doctrinaria, el Pentágono llegó a la conclusión de que el presidente de Estados Unidos -en términos concretos George W. Bush- «no está sujeto a las leyes que prohíben la tortura», señaló en su edición del lunes 7 de junio The Wall Street Journal. Según este criterio, civiles o militares estadounidenses que torturasen a detenidos o prisioneros no podrían ser procesados por el departamento (ministerio) de Justicia, si hubieran torturado por órdenes del mandatario.

El poder de consagrar la impunidad

El informe -entregado al secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld, agrega el diario- fue realizado después de que jefes militares en la base estadounidense de Guantánamo, Cuba -devenida campo de concentración- se quejaron de no lograr obtener información de los prisioneros musulmanes a menos que se los sometiera a diversos tipo de apremios ilegítimos.

La «doctrina de la impunidad» que consagra dicho documento -al que se le hicieron reformas después- establece una batería de argumentos defensivos para quienes incurran en la aberración de torturar. Uno de ellos es la «necesidad» de utilizar tales métodos para extraer información antes de un ataque; otro -bien conocido en el Cono Sur- se refiere a las «órdenes superiores».

Cabe destacar que EEUU ratificó en 1994 la Convención contra la Tortura de la ONU, en la que se estipula que la tortura no puede ser justificada por ninguna circunstancia excepcional y que no se pueden invocar órdenes de superiores para cometer dichos actos. El informe habría sido elaborado por un grupo de trabajo nombrado por el consejero general del departamento (ministerio) de Defensa, William Haynes, representante legal del Pentágono, y encabezado por Mary Walker, consejera general de la Fuerza Aérea.

Otra tela que desnuda a la cebolla

El martes 8 la información de The Wall Street Journal quedó corroborada; en efecto, de acuerdo con el diario The Washington Post, en agosto de 2002 el departamento (ministerio) de Justicia aconsejó a la Casa Blanca dar su visto bueno al maltrato a los prisioneros, aún cuando esas prácticas fueran una violación de las leyes internacionales.

Según el diario, los juristas del stablishment consideran «justificada la tortura», e incluso van más allá: tanto como recomendar que sean consideradas inconstitucionales las convenciones internacionales sobre el tratamiento en los interrogatorios, cuando se trate de la guerra contra el terrorismo en la que embarcó la Casa Blanca.

El ideario de Bush y sus asesores, en concordancia con esta doctrina, significó retroceder mucho más allá de las primeras formulaciones del «Derecho de Gentes» romano. La tortura se aplicó -primero por la CIA- en los interrogatorios a los presuntamente vinculados con los ataques del 11 de septiembre de 2001; y posteriormente se utilizó sin mayor freno con los prisioneros en la Base Naval de Guantánamo, Cuba, desde la invasión a Afganistán a fines de 2002.

Según el memorándum citado por el Post, «infligir el dolor moderado o fugaz a un detenido no necesariamente constituye tortura».

El cinismo como política de Estado

The New York Times asegura que la obligación de desnudarse impartida a los presos musulmanes en Irak no es un incidente aislado sino una práctica habitual para quebrar su moral. El periódico anota, incidentalmente, que la primera víctima de la desnudez fue un preso de la cárcel de Abu Ghraib, que permaneció cinco días sin ropas en su celda.

El rotativo neoyorquino, establece que las torturas y otras vejaciones de tipo sexual ocurren desde octubre de 2003, fecha de las primeras fotografías dadas a conocer recientemente, trato cruel ordenado y aceptado por las autoridades norteamericanas a cargo del centro penitenciario.

The New York Times afirma que la desnudez era una vejación cotidiana en el enclave de Guantánamo. «Fue un momento muy duro para mí. Fue como la muerte», declaró al periódico un ex preso afgano. Los uniformados del Pentágono, devolvían la ropa pieza por pieza a los detenidos, y sólo por «buena conducta».

Asoma en los círculos críticos al gobierno de Bush la sensación de que la filtración de documentos e informaciones sensibles puede obedecer al propósito de intentar convencer al grueso de la opinión pública estadounidense acerca de la «necesidad de usar medios extralegales» como la única forma de protegerla con efectividad del terrorismo; un mecanismo similar fue usado por el giobierno de Israel hace algunos años, cuando se divulgó la aplicación corriente de torturas a los presos palestinos «para obtener información confiable».

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* Periodista y escritor.

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