Calor, playas, gorditas y tatuajes

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEl pasado mes de julio fue el cuarto más caluroso de los últimos 44 años en La Habana. Nada sorprendente que este agosto, así nombrado en memoria de Augusto, el emperador romano que tenía pileta particular para aplacar los calores estivales, sea tremendo. Por eso la ciudad se vuelca en las playas a como dé lugar. A pie, en bicicleta, en guagua (colectivos, buses, micros en otros países), en camiones o en “Diezpeseros” –autos particulares que cobran en moneda nacional–, la gente busca en la ancha franja de arena del este de la capital un lugarcito. Refrescar es el grito de guerra. Y así se enrumban hacia Santa María, Boca Ciega, Guanabo, Jibacoa, a disputarse sombra y parcelas de espuma.

Son personas de todas las edades y colores, con sombreros o sin ellos, en shorts cubriendo los bañadores o con pareos multicolores; unos llevan sombrillas para el camino que después usan como quitasoles para el reposo en la arena; las mujeres cargan cremas de diferentes grados para tostarse menos o más, depende del gusto y de la textura de la piel.

Las playas son democráticas, incluyentes, iguala a todos y a todas en la medida en que nos acercamos a la desnudez paradisíaca. Tienen la virtud de romper la barrera de la publicidad que consagra como patrón estético indiscutible a mujeres casi anoréxicas. En las playas cubanas, las gordas y gorditas andan con desenfado y son bien vistas pues muchos cubanos apetecen de la abundancia que amenaza con desbordar el justo límite de los trajes de baño; golosos de carne, en una suerte de canibalismo ocular se llenan las pupilas con la abundancia de la que carecen los platos que comen en la mesa de la casa.

Y las señoras gruesas, sabedoras de su impacto, entran despacio al agua; algunas, de espaldas al mar y de frente a la arena, que es el palco de los glotones, para apreciar con los dedos la temperatura del agua. Ellas saben que al inclinarse sus pechos tendrán más impacto que los descubiertos senos de las europeas que tumbadas sobre la arena desafían al sol. fotoLas gorditas del patio entienden que lo sugerido, al desencadenar a la fantasía, atrapa más que lo público. Son felices flotando sobre las aguas al igual que las jovencitas de pieles nuevas y compactas que parecen haber nacido y crecido con los bañadores. Piel y trusa, unicidad perfecta y desafiante.

Las muchachitas espectaculares dan por descontado que las “vacilan”, que el público va con ellas junto a sus amigos de pelo largo, piercings en orejas o narices, ombligos y hasta en lugares púdicos. Ellas alternan el sol con la sombra de las uvas caletas y con los chapuzones alegres y cuando entran al mar lo hacen rumbosas, alegres, bien diferente de las damas pasaditas de kilos. Ellas no sugieren, poseen, su meta no es mostrar la figura, sino los tatuajes. Imagínese el lector a una tribu de indias categoría cinco estrellas que hacen de vitrina a dibujos sobre la piel tersa y caliente.

Una lleva a un dragón lanza-fuegos sobre la nalga izquierda; otra un colibrí libando la flor que tiene por tallo la línea que baja del ombligo hacia la puerta de la vida; la de más allá, un pequeño delfín que parece saltar de su vientre cuando ella ríe. Pero las hay de continente serio, miradas serenas y rictus melancólicos –quizás las más atrayentes–, cuyos dibujos sobre la piel denotan sobriedad misteriosa: pequeños jeroglíficos de particular e íntima lectura, o escritura cuneiforme, o ideogramas chinos cincelados en el tobillo como para dejar un mensaje en cada pisada sobre la arena.

fotoSi las gorditas atraen con sus retazos sugerentes y las despampanantes por el desenfado ajeno a públicos reconocimientos, éstas lo obtienen mediante la belleza enigmática, los códigos a descifrar, por la voluptuosidad que promete el fuego escondido del crepúsculo.

Todas, unas y otras, son bellas, y las gentes pasean y refrescan un verano caliente al abandonar una ciudad con sus problemas y agobios cotidianos.

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* Jefe de la corresponsalía de Radio Progreso Alternativa en La Habana, y editor de la versión en español de Progreso Semanal (www.progresosemanal.com).

Este trabajo contó con la colaboración del equipo de Radio Progreso y de Progreso Semanal.

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